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Los jefes de guerra afganos, muchos de los cuales son considerados criminales, vuelven al primer plano con las elecciones provinciales y presidenciales del 20 de agosto, levantando dudas sobre el advenimiento de la democracia en ese país, según los analistas.
A su llegada a Afganistán a finales de 2001, cuando desalojó del poder a los talibanes, la comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos, deseaba el advenimiento de un Afganistán democrático y liberado de sus violentos demonios tribales del pasado, con Hamid Karzai a su cabeza.
Han pasado más de siete años y Karzai, vencedor en las primeras elecciones presidenciales en 2004 y favorito en las segundas previstas en agosto, es el candidato que ha logrado el mayor apoyo entre los jefes de guerra, comandantes de milicias, ricos, potentes e influyentes y muchos de los cuales están acusados de violaciones de los derechos humanos.