Los cinco regalos más absurdos del Día de Reyes
Mircoles, 6 Enero 2010Estoy indignado. Los Reyes Magos no han pasado por mi casa. Estoy decidido a demandar al ayuntamiento porque con tanta obra y tanta vaya seguro que los pobres reyes no han podido llegar hasta casa… Bueno, algunos regalos sí he recibido, y aquellos que me los han hecho van a pasar a engrosar la lista de denunciados por mí en 2010. Aún no sé con qué cargos: ¿crueldad mental?, ¿maltrato psicológico?, ¿atentado contra el buen gusto?… ya lo decidiré.
Este año ha estado de pena. ¡Vaya asco de regalos! A partir del próximo año voy a exigir que todo sean cheques-regalo o aportaciones a mi cuenta corriente, porque la gente tiene el gusto… donde ya sabemos. Pero lo que me consuela es que no soy el único sufridor en este señalado día donde, en teoría, hay que esforzarse por cumplir los deseos del prójimo. O una de dos, o el prójimo no se explica muy bien, o el que regala pasa olímpicamente de las indirectas y flagrantes insinuaciones del prójimo.
Tengo un ritual, y es prospectar a los amigos para que me cuenten qué van a regalar, por si me dan ideas para mis regalos. Y claro, lo que llego a oír es para cortarse las venas. Aquí van cuatro casos reales de este año y uno del año pasado:
20 de diciembre de 2010 (me encuentro a mi amiga X en un centro comercial):
-¡Cuánto tiempo, Felices Fiestas! (Besos y charla insustancial en plan ‘cómo está la familia’ y tal)
-¿Comprando los regalos de Reyes?
-Pues sí. Jose Luís (segundo marido, también el primero: pasaron una crisis se divorciaron y se volvieron a casar) está pasando la crisis (de los cuarenta) y no sé qué regalarle. He pensado en algo que avive la llama del matrimonio.
-Vamos que te vas a comprar lencería sexy (me río).
-No, eso ya no mantiene ni los rescoldos, está en una faceta de experimentación. (Empezamos a entrar en terrenos en que hubiera preferido no profundizar) He pensado en regalarle… (se ríe).
-¿El qué? (No puede dejar de reírse) Venga, tonta, ¿el qué?
-Un cinturón de castidad.
-¿Te vas a poner un cinturón de castidad?
-Noooo, es para él. Hay modelos masculinos que son como jaulitas para el pajarito que se cierran con llave. Lo hay como de metacrilato que no dan problemas en los controles de los aeropuertos.
-¿Eso le vas a regalar por Reyes?
-Ya sabes, estamos experimentando eso de la sumisión.
¡Basta no quiero saber más!… Bueno, solo una cosa más:
-¿Y le vas a dar el regalo delante de la familia?
***
26 de diciembre de 2010 (en la calle, a la puerta de una bazar chino):
-¿De comprar el pan? -me pregunta una vieja amiga del instituto.
-Sí, ¿y tú?
-De comprarle los reyes a mi (futura) suegra. Mira.
Saca de una bolsa los dos cuadros de arlequines más horribles que he visto en mi vida, con el marco más espantoso que alguien haya podido concebir.
-Sin duda… marcará vuestra relación -le digo.
-Es lo que más le iba con el resto de la casa, y por sólo cinco euros el par.
-¡Pues vaya! Es… (quería decir ‘genial’ pero no me salió).
***
Día uno de enero de 2010 (por teléfono):
-Hola, Gabi, ¡feliz año!
-Lo sería si no hubieras llamado a… ¿qué hora es?
-Las diez de la mañana ya.
-¡Tío, me he acostado hace diez minutos! Todos los años haces igual.
-Ya sabes, soy un hombre que valora las tradiciones. Oye, estoy haciendo una prospección y creo que me puedes ayudar. ¿Qué vas a regalar en Reyes?
-Yo qué sé, yo quiero dormir.
-Venga, tío, enróllate y te saco en el blog.
-Ufffffff.
-¿Qué quieres decir con ‘uffffff’? Tú siempre has querido ser famoso.
-¿Si te lo digo cuelgas y me dejas dormir?
-Vale.
-A Laura (su novia) unos pendientes, a mi padre un libro sobre La Macarena (esto es un regalo total para los semanasanteros) y a mi madre un Paint Runner.
-¿¿?? ¿Un Paint Runner?
-Sí, uno de esos rodillos de pintar paredes que se cargan de pintura y no gotean.
-[Incrédulo] ¿Se lo vas a regalar a tu madre?
-Sí está pintando la casa ella misma, por aquello de la crisis, ya sabes, y se queja de que se pone perdida de pintura.
-¡¿Un Paint Runner a una madre?! ¿A la mujer que te dio la vida y que sigue haciéndote de comer y te lava la ropa a pesar de que llevas ocho años independizado?
-Oye, que es un regalazo, casi 40 euracos, lo anuncian en televisión.
Le colgué.
***
Día 4 de enero de 2010 (un una oficina que no voy a identificar):
-¿Qué haces, Jose?
-Haciéndome con el regalo perfecto para Martita (amiga común, solterona sin remedio -obviamente le he cambiado el nombre para que no se ofenda).
-¿Lo compras por Internet?
-Más o menos.
-¿”Más o menos”?
-Sí, no seas pesado, estoy pujando.
-¡Una subasta! ¿Qué es?
-Una cena con Feijóo.
-¿Perdón?
Mi cara exigía una explicación.
-Ayer vi en los informativos que las Nuevas Generaciones del PP estaban realizando una subasta para recaudar fondos para no sé qué y que una de las cosas que se subastaban era un cena con Alberto Núñez Feijóo, y ya sabes qué obsesión tiene Martita con los altos cargos del PP. Así que me he dicho “¿por qué no?”
-Bueno, pues sí, quizás sea un buen regalo teniendo en cuenta el perfil tan específico de Martita.
-¡Ostras!, pero no va a ser posible.
-¿Por qué?
-Mira -me señala la pantalla del ordenador- ¡va por 710 euros! Yo quiero a Martita, pero no tanto…
-¿Y qué pensabas que iba a costar?
-No sé. ¿60 o 70 euros?
-¡Venga ya! ¡Es un presidente de La Xunta! Si fuera un parlamentario o un portavoz… pues todavía. Pero yo no creo que esté mal de precio.
-¡Con la ilusión que le hubiera hecho cenar con Feijóo!
-Sí, debe ser unas castañuelas.
***
25 de diciembre de 2009 (por teléfono):
-Feliz Navidad, ¿te han traído muchos regalitos Papá Noel?
-¡Qué va, aquí somos más de los Reyes Magos!
-¿Ya has hecho las compras?
-Hace dos meses. ¿Sabes que le voy a regalar a Antonio?
-¡A saber!
-Una Silk-epil.
-¡Por favor!, ¿ahora quieres que tu marido se depile?, ¡pero si es un oso!
-No, es para mí. Yo le iba a regalar una chaqueta de cuero que te mueres. Pero después descubrí que pensaba regalarme una video consola de esas con las que se hace gimnasia y esas cosas. Yo sé que me la está regando para usarla básicamente él, así que devolví la chupa de cuero y compré la depiladora… a ver si aprende la lección.
¡Qué perversas son las mujeres!