No quedan asientos libres
Jueves, 18 Marzo 2010El club de la laca copando la primera fila. Detrás de ellas, más jóvenes, la congregación de las santas mechas. El sitio a rebosar. Más pose en los asientos que entre las modelos… seguramente, no lo sé a ciencia cierta, me fui justo cuando empezaba.
Un par de días antes le pregunté a un amigo si nos veíamos en el evento-desfile del diseñador Fernando Claro. Me dijo que no, que no le apetecía, que estaba harto de cómo se enfocaba todo en esta ciudad [Sevilla]. Que solo cuando sales fuera y ves lo que hacen en las grandes capitales (de los más grandes a los diseñadores más humildes) te das cuenta de cuan mal se lo montan aquí. Me resistí a compartir su pesimismo determinista a pesar de vivir de primera mano esas diferencias. Yo iba, afirmé, confirmé, reconfirmé y allí me planté “mucha niña mona, pero ninguna sola, luces de colores, me lo pasaré bien…”
-Sí, está en la lista –me dijo inmediatamente una atenta señorita en la puerta- pero no quedan asientos libres, colóquese por allí.
Me señaló el fondo de la sala donde una masa de gente apiñada pugnaba por sacar la cabeza para poder ver qué pasaba a unos cuantos metros, donde pasaban las modelos.
Epatado. Sentí un impulso de decirle “¿sabe con quién está hablando?” (siempre he querido usar esa frase), pero ni lo hubiera sabido ni le hubiera importado lo más mínimo. Si no me hubieran dolido tanto los pies hubiera pedido hablar con un responsable, al fin y al cabo ella solo era la encargada de la puerta, pero la simple idea de emprender una batalla por un asiento (en primera, segunda, tercera, o debajo del Puente Triana, daba igual, me dolían los pies) me pareció agotadora y desmedida. De pie he visto desfiles de Versace, de Gucci, de Givenchy… Nunca me ha importado lo más mínimo. Pero no me pidas que me trague una presentación de pie, “al rebujón”, haciéndome sitio a codazo en limpio, por Fernando Claro, que me gusta, sí, pero no tanto como para un standing de principiante.
Si a un editor de moda de ámbito nacional no se le da una triste silla en un desfile de un diseñador local, lo menos que puede hacer este, por dignidad, es irse. Y eso hice. Le dije a mis nenas (últimamente siempre me hago acompañar de starletts a cada brazo, cual Andy Warhol en su Factory): “nenas, nos vamos, unos mojitos nos esperan”.Y me fui. Si se lo hice a Robert Cary Williams en Londres, cuando era lo más de lo más (¿recordáis ese gran momento generacional formado por él, Roland Mouret, Tristan Weber, Boudicca…? ¡Qué gran momento!), ¿cómo no se lo iba a hacer a Fernando Claro teniendo yo más años, más experiencia y un prestigio consolidado? A lo mejor llegué demasiado tarde, no lo sé, pero uno siempre cuenta con el retraso de cortesía. Ahora debería estar hablando de la colección y mostrando imágenes de ella pero sin embargo aquí estoy, hablando de mojitos y de las cosas que nunca se debería hacer en un desfile con la prensa:
1) A la prensa le reservas sitio, por mucho que la señora de la laca insista en que su amiga se siente junto a ella. Lo reservas a riesgo de que el asiento se quede vacio. Mejor eso que un desaire.
2) En sitios claves siempre se sienta a gente de confianza a la que poder levantar si llega alguien que tiene que ocupar una silla por narices.
3) En la puerta siempre debe quedar un responsable que solvente marrones y haga milagros.
4) A los editores de moda siempre se les tiene contentos, antes, durante y después del desfile, porque cuando deciden los temas para sus revistas tienden a sacar las firmas y diseñadores que han cultivado una buena relación… Una cosa es trabajarte un césped perfecto en tu jardín y otra dejarlo crecer salvaje, porque te salen malas hierbas en cualquier momento.
5) De los editores de moda no se espera confirmación, se les llama para confirmar y se les ruega que vayan. Yo, como no soy nada divo (aunque parezca lo contrario por este texto) me interesé por el desfile, confirmé, le pase la info y el contacto a otros colegas de profesión para que se interesaran…
Podría seguir.
Pero en Sevilla sigue predominando una concepción socialité de los desfiles. Pepita Visón siempre tendrá prioridad a alguien que va al desfile “a trabajar”. Y eso es importante remarcarlo. Yo no voy a los desfiles a dejarme ver y figurar. En cuanto terminan me voy corriendo porque ya tengo el material que necesito y el gesto social de los besos y la copa me sobra. Yo no pido sentarme cerca de la pasarela para que todos vean cuán importante soy, sino porque como profesional tengo que tener una buena visión de lo que se presenta. Es como si quieres que un crítico de la guía Michelín te conceda una estrella en la próxima edición de la guía, seguro que a ningún restaurador se le ocurre dejarlo de pie en la puerta del restaurante y sacarle un poquito de paella en un platito de plástico. Estoy seguro que el martes, cuando esto ocurrió, Cuqui Faux-Vuitton aplaudió mucho mucho sentada en su primera fila, pero que después ni compró ni comprará nada.
No, no estoy enfadado, si lo estuviera se notaría, creedme. Estoy desencantado. Harto de los localismos y la forma de hacer las cosas. Harto de apostar por un cambio y el futuro y que todo siga igual. Quizás sea la hora de tirar la toalla y apostar por el presente y no hacerme películas de futuro. ¡Qué post más malgastado! Cuando podría haber hablado de Katie Gallagher o la tendencia ‘rafia’.
Espero que en la foto que nos hicimos en nuestra particular fiesta de los mojitos no se nos vea demasiado afectados por habernos perdido el desfile.
PD. A partir de ahora ya no iré a desfiles locales, sólo conoceré las colecciones en los estudios-talleres de los diseñadores. Así me ahorro el momento ‘social’. Sólo en horario laboral, que ya estoy harto de tener que trabajar cuando se supone que debo estar en mi casa leyendo un buen libro. Aviso a Cibeles: no más Cibeles en fin de semana.
PD2. Releyéndolo todo quizás penséis que tengo un ego más grande que el fondo de armario de Carmen Lomana. Bueno, pensad lo que queráis… pero los que me conocen saben que no es así.