No creo en Dior
Lunes, 30 Septiembre 2013Cada día comprendo mejor a la desaparecida Helen Thomas cuando decía aquello de que cuando se levantaba cada mañana se preguntaba “a quién toca odiar hoy“. A veces no hay que preguntarse mucho porque el mundo insiste en ponerte delante mil cosas que despierten tus más bajos instintos. Yo estoy en ese modo constantemente, y de hecho ya avisaba en mi estado de Facebook esta mañana por dónde podían ir los derroteros del día: “Creo que es impopular decir que el trabajo de Raf Simons para Dior me parece una caca de la vaca”. No está dicho muy finamente pero resume perfectamente mi postura sobre el trabajo de Simons en la casa francesa.
Sí, de nuevo Raf Simons. No es que no me guste su trabajo (que para mí tiene muchos claroscuros) sino que no me gusta lo que le está haciendo a Dior. Recuerdo una amiga que allá por 1993 estaba enamorada de un señor mayor con una vida compleja y a la que preguntábamos si de verdad le gustaba, a lo que ella respondía siempre Que le gustaba cómo era ella cuando estaba con él. Pues no creo que Simons pueda gustarse estando en Dior porque se le ve forzado, en una constante búsqueda de identidad muy desencaminada, que lo aleja de lo que Simons ha sido y no lo acerca a lo de debiera ser Dior. Ya pasó el periodo de gracia que decidí darle a Simons y no pienso darle más el beneficio de la duda.
Está claro que nadie puede tirar la primera piedra porque el poderío anunciante de la casa francesa la hace intocable. Yo confío en que las clientas sean la voz de la sinceridad en un mar de adulaciones de conveniencia, y que cuando los resultados de las ventas hablen en el idioma de las cifras el castillo montado alrededor de la sucesión de Galliano se desmonte. No creo que la consumidora del Dior de Yves Saint Laurent, Bohan, Ferré o Galliano pueda tragar lo que ahora se le presenta. El Dior pre y post Simons hablan idiomas completamente diferentes y se dirigen a mujeres irreconciliables. El problema está en que los negocios no todo es objetividad, y la soberbia de no reconocer que se ha cometido un error puede llevar a soportar un descalabro con falsa dignidad.
La pérdida de las estructuras, ese caótico patchwork de materiales, esa imagen de conceptos ‘accesibles’… ¡¡¡Dior no va de accesibilidad!!! Dior es sueño y fantasía. Nadie se gasta según qué precios para tener una imagen minimal y accesible.
Señores, esta diatriba no sirve para nada más allá del propio desahogo, porque al fin y al cabo esto soy es un blog. Pero me gustaría saber si estoy equivocado, por favor, dadme vuestra opinión, que sí cuenta.
PD. ¡Y ahora que Dior me quite la publicidad!… Ah, que no tengo…