Luis Enrique y Trump
Luis Enrique tiene algo de filósofo y de leche acre, depende del día
-Aunque no leo nada –dijo ayer a los periodistas culminada la remontada-, me entero de todo.
Tiene también algo de la manera de ser de Trump. Trump, al margen de la opinión que se tenga de él, unos a favor y otros en contra, no deja indiferente a nadie.
-Pertenece Trump- asó lo ve un diplomático estadounidense (apócrifo, que uno es prudente) – a esa casta de seres humanos que, que para bien o para mal de la humanidad, dejan huella.
Luis Enrique, que ya ha anunciado que no seguirá en el Barça, será recordado por la épica huella del 6-1 al PSG y por la golosa huella de sus títulos.
-Huella que podrá agigantar si gana la Copa del Rey, la Liga y la Champions.
-¡Vaya epílogo feliz si en su último trimestre de entrenador blaugrana logra encima ese “hat trick”!
Imposible no es. Y las remontadas –ojo, atención, Real Madrid- fervorizan la fe.
-¡Lo que define esta victoria (la remontada) es la fe!
Otros dicen actitud; Luis Enrique, tan concluyentemente rotundo calificando, llama fe a la actitud.
-Sin ella –agrega-, esto (la remontada) no hubiera sido posible.
Dijo más cosas, pues estaba embalado.
-El fútbol es un deporte chiflado.
O de chiflados, que el fútbol es más que un deporte: son los jugadores, es la afición y somos los periodistas, a quienes no nos lee Luis Enrique.
-Le cuentan lo que escribís –me dijo una vez un directivo azulgrana- . Sostiene la teoría de que de “algunos” se aprende, si bien la mayoría daña el hígado. E hígado, como madre, no hay más que uno.
A lo mejor tiene razón. Un político, que fue notorio años atrás, un día me dijo:
- Llevarse bien democráticamente con todos los políticos y con todos los periodistas es imposible. Es el gran fallo de la democracia.
Agregó corrosivo, cínico:
-Si no fuese político, me gustaría ser periodista. No creas: lo pienso veces. Pues eso de poner a parir a los políticos por la más vil de las razones, la ideológicamente sectaria, es morbo que desconozco y me atrae. No, no me disgustaría probarlo,
El morbo de Luis Enrique. Irse del Barcelona cargado de laurel, de historia y de enterarse de lo que escriben los periodistas sin leerlos. Puro Trump.