Desahucio y fe
Lunes, 10 Octubre 2011Una mujer recibió los papeles del desahucio, sintió que corazón se le paraba de un tiro. Vive sola con su hijo, y no puede pagar la hipoteca, ni tiene a nadie que la ayude. No solo perderá su casa, también perderá la casa de su hermano, que ya estaba pagada, pero que ella habÃa puesto en garantÃa para adquirir la suya. Dos familias arruinadas, dos familias desahuciadas.
Del banco la llamaron, el banquero le explicó que no podÃa continuar en rojo, con la cuenta a descubierto, que debÃa demasiado ya, y que estaba obligado a cancelarle las tarjetas bancarias. El banquero ajustó el nudo de su corbata, hizo varias muecas, tragó en seco, los labios despellejados, como llagados de tanto mordérselos, le extendió un contrato de seguro en caso de muerte, le preguntó antes si fumaba, si estaba enferma de algo, si, si, si…
La mujer salió a la calle, pasó el primer semáforo, no esperó la verde, sentÃa un enorme peso en el pecho, le faltaba la respiración, mejor acabar con todo… Pero ¿y su hijo adolescente?
Llegó a la casa, antes llamó a una amiga que le recomendó que se cobijara debajo del edredón y esperara al dÃa siguiente. No pudo hacerlo, la cama le devoraba la mente, y la hundÃa en un estado agobiante.
Se dirigió a la cocina, encendió una vela. Fe, lo único que le queda es fe. Todo su capital es la fe.