La miseria visual del cubano
Sábado, 16 Febrero 2013Llevo años viendo cine cubano, nunca el cine cubano me ha parecido de una miseria visual tan espantosa como la actual. Para colmo, no se trata solamente de miseria visual, además ya aburre el llantén, la mariquera, como quieran llamarle, del monotema: las necesidades de todo tipo culpando, claro está, al mal llamado “bloqueo” norteamericano, y dándole siempre un margen de credibilidad, confianza, sino toda la devoción, al régimen que los oprime y censura. Está claro que si los cineastas no lo hacen no existirÃan ni siquiera esas pelÃculas tan mediocres.
Lo peor es cuando ese miserabilismo servil y visual se instala también en los mensajes que un grupo de supuestos opositores quieren hacer pasar, con una decoración del mensaje bastante atrasado y pueril, al mundo que ya no percibe del mismo modo esos significados. No es falta de información, por cierto, puesto que los cubanos siempre han zancajeado la información, de lo último en arte, antes que el jabón que los baña y perfuma y el bocado que debiera alimentarlos. Pero nadie da lo que no tiene, dice la Biblia. No espero nada. TodavÃa no he visto en Cuba la altura de una Nedda en Irán, que solamente manifestaba con un velo cubriéndolo el cabello, vestida de manera natural, como una joven más entre las manifestantes (ojo, que una mujer lo haga en Irán vale su peso en oro). Claro, en eso le fue la vida. La miseria espiritual del cubano es ya notable, como su pendejerÃa.
La miseria visual del cubano va a la par de su extrema miseria musical, en un paÃs en que todo era música. Y asà lo mismo con la pintura, cualquiera que junte cuatro palos amarrados con una soga y cÃnicamente le llame a eso balsa, ya es denominado como excelso artista, y si además ensaliva a los Castro con loas y martillos, alcanzará la categorÃa de un Lam, sin la obra, por supuesto, pero con mucha politiquerÃa que es lo que vale ahora en todo.
La miseria visual del cubano además se ha convertido en una astucia. Mientras más miserables, más festivales de cine, más ferias de arte, más prensa, los encumbrará. Y no me refiero a los temas, que no es lo que juzgo, no, me refiero a la carencia absoluta de una cierta elegancia necesaria, imprescindible, la del artista verdadero que guarda una cierta ética emocional, reflexiva, y sobre todo social, frente a la realidad.
Los opositores no son artistas, no todos, pero algunos hasta se venden como medio artistas o medio opositores para escapar por cualquiera de las dos vÃas. El tema es “escapar”. ¿Escaparán? Dudo que de la mediocridad se escape tan fácilmente. La miseria visual entonces no radica solamente en el ojo, sino más bien en el espÃritu.
Porque cuando no puedes ser Nedda, de nada vale que quieras venderte como si lo pudieras ser, o peor, como si lo fueras.
Nota aclaratoria: Me refiero a Nedda porque las obras de los artistas que surgieron tras el asesinato de Nedda, pese a vivir en un paÃs tan cerrado como Irán donde la imagen es considerada provocación antirreligiosa y su autorÃa puede costar la muerte, han sido en su gran mayorÃa de una riqueza visual extraordinaria, y sin tanto alarde alrededor de una firma. Por algo será.