Artistas y poetas en la calle
Martes, 24 Enero 2012Hoy no tomé el metro, tenÃa ganas de caminar, y me fui por toda la calle Saint-Antoine en dirección al Museo Picasso, atravesé la Place des Vosges, y me encontré con los mendigos habituales, más harapientos, más viejos, más enfermos. A ellos se habÃa unido un joven arpista, y una pareja de bailarines. Más allá un pintor hacÃa esbozos a color de la plaza y los vendÃa a 50 euros, próximo a él se hallaba un hombre, en la cincuentena, con un cartel que indicaba: Yo soy poeta.
Mientras el arpista tocaba en el arpa una melodÃa de ensueño, los bailarines marcaban el paso alejados, al son de un viejo jazz, el pintor continuaba con sus trazos al calco del paisaje, el poeta decÃa trozos de poemas de Verlaine, Ronsard, VÃctor Hugo… ParecÃa un loco, y sin embargo, su voz se derramaba en el invernal mediodÃa como el vapor oloroso de una miel recién horneada… Nadie se le acercaba, nadie le dio una limosna… Al rato empezó a balbucear unos poemas, la voz se le fue helando, de cuyo autor no pude reconocer… Me acerqué con el pretexto de perguntarle quién era el autor y de este modo colocarle una moneda en la bolsita que tenÃa colocada junto a él en el suelo… Son mÃos, los escribà yo, ayer los escribÃ, añadió. Es un bello poema, creo que le dije, sinceramente, y sà que lo era, hablaba de unas madejas de hilo, enredadas en el gajo de un árbol, y de una joven Ariadna que intentaba desenredarlas, pero primero que nada alcanzarlas.
Me dio mucha pena ver a esos artistas de la calle, a ese poeta debajo de una arcada, soltando versos, con su bolsita pegada a un aterido pie poco abrigado.
Con la mundialización ha ocurrido esto, la poesÃa no se vende, la gente sólo lee las historietas faciloides nacidas en los buros y redacciones del mercantilismo. Los teatros cierran. Las galerÃas desaparecen. E internet acapara espacios en nuestros cerebros. Somos nada. Menos que nada. Ya las sobras de una civilización que no es ni su sombra.