El republicano 'entrega' la presidencia de la Generalitat y sacrifica las posibilidades electorales de su partido en pos de un 'Estado catalán soberano'
El presidente de la Generalitat, Artur Mas, y el de ERC, Oriol Junqueras, no tienen ningún feeling personal, pero han conseguido cerrar un acuerdo histórico que encamina a Cataluña a convertirse en un Estado soberano dentro de Europa. ¿Independiente? Si es posible, mejor, pero también podría estar asociado, confederado o federado, ya que la línea roja de los independentistas es que Cataluña no abandone el euro.
El objetivo del pacto entre Mas y Junqueras es lograr la soberanía y luego negociar con Europa el estatus más adecuado. "Los catalanes somos europeos de primera, vivimos en una de las regiones más ricas del continente y ni Bruselas ni mucho menos Madrid tendrán fuerza suficiente para quitarnos la ciudadanía", aseguran fuentes independentistas. Éste era un mensaje que hacía meses ya no se oía, pero el nacimiento de la candidatura única independentista ha revitalizado a las huestes soberanistas que ya están convencidas de la victoria en las elecciones autonómicas del 27 de septiembre.
Además de levantar el ánimo a sus tropas, Convergència y ERC se han marcado como objetivo desalojar Mariano Rajoy y al PP de La Moncloa, algo que actualmente tanto los analistas políticos como las encuestas electorales consideran muy probable. Para los independentistas, la mayoría absoluta del PP en Madrid es un muro infranqueable, pero si Rajoy pierde las elecciones, el futuro Gobierno será mucho más débil y, muy probablemente, se verá obligado a negociar sobre la soberanía de Cataluña. "Si esa oportunidad se produce, el independentismo debe ser un bloque unido lo más fuerte posible", indican las mismas fuentes. El objetivo es arrancar al nuevo ejecutivo español un referéndum como el que se celebró en Escocia y la pregunta que se haría podría ser: ¿Quiere usted que Cataluña sea un Estado soberano dentro de la Unión Europea?
Una vez acordado el objetivo entre Mas y Junqueras, ambos han jugado sus cartas. Sin duda, ha sido el president el más hábil, pero también es cierto que "tenía la sartén por el mango, ya que sólo él puede convocar o no las elecciones autonómicas", recuerdan desde ERC. Con las encuestas electorales en contra y aparentemente acorralado, Mas se jugó un órdago casi a la desesperada. Propuso una lista unitaria con las organizaciones civiles al frente (ANC, Òmnium y la AMI). Junqueras, con el apoyo de la CUP, le respondió afirmativamente, pero siempre que en la lista no figurasen políticos en activo. Jaque a un Mas que, como un animal herido, amenazó con no convocar los comicios si él no formaba parte de la lista y sitúo a Junqueras en la disyuntiva de decidir entre apoyarle o dejar enfriar todavía más un independentismo cada vez menos movilizado.
"No dudamos un momento, antes la independencia que el partido", aseguran fuentes republicanas. Junqueras sacrificó el que podría haber sido el mejor resultado electoral de ERC tras la transición y, además, entregó la presidencia de la Generalitat a Mas. Es como si un jugador de ajedrez sacrificara una torre y la reina para conseguir ganar la partida.
Eso sí, Junqueras ha diseñado una envolvente para jubilar a Artur Mas en un plazo de nueve meses. Tal y como publicó elEconomista, el líder republicano ha ofrecido al convergente la oportunidad de pasar a los libros de historia como el president de la independencia de Cataluña. Si la lista unitaria gana el 27-S, Artur Mas será investido president con el compromiso de declarar la independencia en el plazo de entre seis y nueve meses. Tras ese periodo, en el que Cataluña se habrá dotado de un marco legal propio, Mas convocará unas nuevas elecciones constituyentes que servirán para ratificar la nueva constitución catalana. A esos nuevos comicios, Mas ya no se presentaría, ya que habría conseguido su objetivo y colmado su ambición personal.
Sin embargo, mientras Junqueras juega a ser una especie de cardenal Richelieu que mueve los hilos de la corte de Luis XIII, Mas es mucho más intuitivo y ya ha dicho que la hoja de ruta hacia la independencia no durará menos de 18 meses, lo que supone alargar su mandato hasta principios de 2017.
Batalla contra Podemos
Una vez logrado el consentimiento de Junqueras, Artur Mas se ha centrado en desactivar el otro gran peligro que se cierne sobre su futuro: la victoria electoral de una coalición unitaria entre Podemos e ICV. El president subestimó las posibilidades de las fuerzas de izquierdas en las municipales y la victoria de Barcelona en Comú (Guanyem Barcelona) en la capital catalana cayó en Convergència como un jarro de agua fría.
Para evitar una repetición de lo ocurrido en las elecciones locales, Mas ha ejecutado el más audaz de su movimientos camaleónicos: situar al frente de la lista independentista a un exmilitante de ICV, el ex eurodiputado Raül Romeva; a una exmilitante de ERC, Carme Forcadell, y a una exmilitante del PSUC, Muriel Casals. ¿A quién votará el votante de izquierdas? ¿A la lista de ICV-Podemos o a la suya?
El líder de Convergència ha logrado optar a su reelección renunciando a unas siglas manchadas por la corrupción del clan Pujol y la financiación irregular del Palau de la Música por la que la formación tiene embargadas sus sedes; ha conseguido el aval de la izquierda a un gobierno autonómico que ha protagonizado los mayores recortes del gasto público que se recuerdan en Cataluña, y, finalmente, ha incorporado a su lista al líder de la oposición (Junqueras). Ahora sólo queda comprobar si el votante tradicional de CiU le sigue apoyando en su deriva soberanista o le da la espalda. La burguesía y los grandes empresarios catalanes ya le han retirado su apoyo, pero la reacción que tendrá el pequeño y mediano empresario catalán es una incógnita. Por el momento, la Generalitat ha retirado a Fepime (filial de la patronal Fomento del Trabajo, controlada por las grandes empresas) la condicicón de asociación empresarial más representativa de las pymes, una de las demandas históricas de Pimec, la otra patronal catalana de pymes que agrupa a sectores más pro independencia. Mientras tanto en Madrid, Mariano Rajoy parece desconcertado con el giro de los acontecimientos. Su respuesta es la de siempre: la ley, la ley y la ley. Repite una y otra vez que "Cataluña nunca será independiente". Él conduce su tren seguro de que no va a descarrilar, pero lo está dirigiendo hacia un puente lleno de explosivos.