Con una tipografía que obliga a pensar en la NASA, el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) descansa sobre una explanada de Torrejón de Ardoz, Madrid. Dentro de sus instalaciones se encuentra el CAB, el primer centro de investigación no estadounidense asociado a la NASA. La relación entre la agencia y España es especial, tanto que Madrid tuvo un papel fundamental en la misión Apolo 11, en la que el hombre pisó por primera vez la Luna. "Nosotros oímos antes que Houston 'Aquí base Tranquilidad, el Águila ha alunizado", relata Carlos González Pintado, uno de los ingenieros que participó.
Este jueves, el director de cine Damien Chazelle estrena First Man, una película basada en la vida de Neil Armstrong. Ryan Gosling es el encargado de dar vida a este astronauta, quien hace casi 50 años, un 20 de julio de 1969, puso a EEUU a la cabeza en la carrera espacial con la Unión Soviética, junto a Edwin Aldrin y Michael Collins, también participantes de la misión. Esta hazaña fue posible en gran parte gracias al trabajo que se realizó desde la estación de Fresnedillas, en Madrid.
Fresnedillas comenzó su actividad a petición de la NASA el 4 de julio de 1967 junto a otras dos estaciones más, la de Goldstone (en el desierto de Mojave, California) y la de Honeysuckle Creek (en Camberra, Australia), para ayudar en las comunicaciones aeroespaciales en el programa Apolo. La ubicación de estas estaciones estaba separada aproximadamente 120 grados longitudinalmente sobre el globo terráqueo para poder obtener la cobertura de comunicación con la Luna las 24 horas del día.
Durante la misión Apolo 11, Fresnedillas tuvo un papel fundamental. Todas las comunicaciones del descenso y del despegue se recibieron a través de la estación situada en Madrid. Era la única que tenía visibilidad del módulo lunar, ya que Goldstone y Honeysuckle estaban en la cara oculta de la Tierra. "Sin Madrid-Apolo no habría habido alunizaje", dijo Armstrong cuando vino a España tiempo después. José Manuel Grandela y Carlos González Pintado, ambos ingenieros, fueron testigos y partícipes directos de aquel hito.

La estación de Fresnedillas. Foto: Larry Haug
"Nosotros oímos antes que Houston 'Aquí base Tranquilidad, el Águila ha alunizado", recuerda Pintado. Del mismo modo, Madrid escuchó primero la famosa frase "Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad", protagonizada por Armstrong.
También recibían en primicia las constantes vitales de los astronautas, un indicativo certero de que todo iba bien o de que algo empezaba a torcerse. Igualmente, las comunicaciones de Houston hacia la Luna pasaban primero por Fresnedillas. "El desfase de las comunicaciones entre la Luna y Madrid era de 1,3 segundos. La latencia entre Madrid y Houston rondaba los 0,4 segundos", explica Pintado. El desfase puede parecer insignificante a simple vista, pero era lo suficientemente grande como para que ese poco más de segundo y medio resultara mortal.
Contratados por la NASA, Grandela y Pintado eran de los pocos técnicos españoles que trabajaban en la estación. "El inglés y lo avanzados que estaban los americanos en tecnología dificultaba la contratación", recuerda Grandela. Una vez dentro, las horas de estudio del Programa Apolo colmaban los días y los meses de estos ingenieros. "Tenías que pegarte a los técnicos americanos y estar chupando información porque eran equipos inéditos", cuenta Grandela. Además, se completaba la formación con cursos en EEUU. "El director español de la estación te decía que si no eras el primero del curso mejor no volvieras", añade.
El programa no era perfecto, tenía sus fallos. El motivo, las prisas por pisar la Luna para que la Unión Soviética no se volviera a adelantar: "Eran las puñeteras prisas. Se podía haber llegado unos años después. Si no hubiesen estado inmersos en la carrera se hubiesen ahorrado vidas, como las del Apolo 1, pero era todo sobre la marcha y había errores que en una misión real hubiesen provocado una hecatombe", relata Grandela.
No obstante, se estuvieron haciendo simulaciones hasta el último momento para asegurar lo máximo posible que la misión fuera un éxito. De hecho, sobre Madrid pasó un caza de la Segunda Guerra Mundial con una persona que hacía las veces de astronauta y que simulaba ser el Apolo. "La prensa se llenó de testimonios de gente que aseguraba haber visto un ovni sobrevolando la sierra de Madrid, pero era parte de nuestro entrenamiento", dice Grandela.
La NASA y España
La relación entre la NASA y España siempre ha sido particular. La agencia estadounidense tiene en Robledo de Chavela el Complejo de Comunicaciones con el Espacio Profundo de Madrid. Aquí hay una de las pocas rocas lunares que se encuentra fuera de EEUU y la antena que se utilizó durante Apolo 11 (antes situada en Fresnedillas pero trasladada posteriormente).
Además, en España está el primer centro de investigación no estadounidense asociado con la agencia: el CAB, formado en 1999 en colaboración con el INTA y el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). "La asociación nos permite tener acceso a los programas de instrumentación y de exploración espacial de NASA", explica J. Miguel Hesse, director del centro. "Gracias a esa colaboración tenemos un instrumento en Marte que lleva seis años funcionando. Lanzaremos otro en mayo que llega el 26 de noviembre y en 2020 enviaremos otro instrumento mucho más importante a bordo de la misión Mars 2020 de NASA", añade.
El CAB, junto al INTA y el CSIC, fabrica los instrumentos y los presenta a la NASA para que se pongan en sus misiones. "Nosotros proponemos y ellos se fían de nosotros porque somos sus socios", sentencia Hesse.