Cine

Los Universos paralelos en el cine

  • El celuloide ha sabido explotar el filón cuántico

Hay una realidad en la que las esvásticas ondean sobre el Kremlin, otra en la que los dinosaurios siguen dominando la tierra y otra en la que los chinos colonizaron América. Y así hasta el infinito. La multplicidad de realidades, es decir, el Multiverso, es la premisa de corrientes de la física como la teoría de cuerdas: todos los eventos posibles ocurren al mismo tiempo en dimensiones paralelas, que coexisten pero que jamás se relacionan. Una hipótesis tan inquietante como jugosa para los guionistas cinematográficos, que muy esporádicamente han construido sus historias sobre el misterio del gato de Schrödinger, vivo y muerto a la par.

Dos vidas en un instante (Sliding doors, 1998, Peter Howitt). La Gwyneth Paltrow más noventera pone su angelical sonrisa al servicio de esta comedia romántica. El filme explora la certeza de que una mínima alteración en el curso del tiempo –perder o no el metro- es capaz de cambiar el cauce de una vida. Una cualquiera, entre millones. El espectador, desde su atalaya, contempla ambos caminos: en uno, la hija adoptiva de Talavera de la Reina llega a casa a tiempo para cazar a su novio con otra; en el otro, se retrasa y sigue viviendo en feliz ignorancia. Ligera y sin pretensiones, está hecha para que el público femenino se identifique con las dos versiones –con y sin cuernos- de la protagonista.

Donnie Darko (Donnie Darko, 2001, Richard Kelly). Junto a su coetánea Mulholland Drive (David Lynch, 2001) esta sci-fi inauguró siglo nuevo y, de paso, la era de los rompecabezas narrativos. Con un cubo de Rubik por guión, nos presenta a un mozalbete Jake Gyllenhaal atrapado en un bucle de realidades tangenciales, destinadas a colapsar a menos que él lo evite. El heraldo del Apocalipsis, encarnado en un conejo gigante, pone sobre sus hombros esta tarea. Sin más concesión al espectador que el carisma de su personaje principal –y ojo al secundario de Patrick Swayze- ganó su estatus de culto casi desde el momento de su estreno.

Patria (Fatherland, 1994, Christopher Menau). Corre un 1964 alternativo y un III Reich victorioso está envuelto en el boato del 75 cumpleaños de Adolf Hitler. Cuando varios jerarcas del régimen aparecen asesinados, el investigador de las SS interpretado por Rutger Hauer empieza a sospechar que quizá, sólo quizá, el régimen está ocultando algo al inquebrantable y ario pueblo alemán. Que no se nos enfaden sus muchos admiradores, pero al inolvidable androide de Blade Runner el uniforme de nazi le queda como un guante, y este meritorio telefilme da una idea de lo que podría haber sido su carrera. Basado en la homónima ucronía literaria de Robert Harris.

Watchmen (Watchmen, 2006, Zack Snyder). Nixon reina en los 80 en lugar de Reagan, pero el mundo es igual de asqueroso. Ah, y los superhéroes existen. Éstos se dividen entre los que no tienen poderes y trabajan para el Gobierno; los que tampoco tienen poderes y van por libre; y el que tiene todos los poderes. Este último es tan súper que le ha dado la victoria a Washington en Vietnam, adelantando varios minutos el reloj del fin del mundo. Esta deconstrucción de los justicieros enmascarados es religiosamente fiel a las viñetas de Alan Moore, pero se estrelló en taquilla al intentar abarcar la totalidad de una obra maestra hija de su tiempo. La HBO lo habría hecho mejor, pero merece la pena echarle un vistazo. Inconmensurable Jackie Earle Haley como el fascista, pero íntegro, Rorschach.

Qué bello es vivir (It's a wonderful life, Frank Capra, 1946). Jimmy Stewart es un Quijote sin Sancho, un idealista incorruptible que un día pierde todo asidero y decide suicidarse. Afortunadamente, un ángel se gana las alas mostrándole cómo habría sido la vida de sus semejantes y de su ciudad de no existir él. Incunable fábula que apuesta sin ambages por el lado bueno de las personas y la capacidad del individuo para hacer un mundo mejor. Puede que haya una realidad alternativa en la que quede alguna persona que no la haya visto, pero habría que buscar mucho.

El efecto mariposa (The butterfly effect, Eric Bress y J. Mackye Gruber, 2004). La teoría del caos dice que el aleteo de un coleóptero puede provocar un huracán en el otro extremo del mundo. Aquí también puede causar paradojas temporales que pasean a Ashton Kutcher por diferentes versiones de su propia existencia, pero sin restar un ápice de tragedia a su destino. El amargo giro final contrasta con el tono adolescente y comercial de la cinta.

Regreso al futuro II (Back to the future: part II, Robert Zemeckis, 1989). Marty y 'Doc' se dan un garbeo por un futuro ya fagocitado por el calendario (el año 2015) y se dejan olvidado un almanaque de resultados deportivos que permite al zoquete Biff crear una línea temporal a su medida. La odisea de nuestros héroes para impedir el ascenso del archienemigo de los McFly confirmó a Robert Zemeckis como alumno aventajado de Spielberg, un lustro antes de Forrest Gump. Todo es prodigioso: el montaje, las interpretaciones y el guión fluyen a un ritmo tan endiablado como una carrera en aeropatín. El núcleo de la trilogía más brillante del cine de entretenimiento, mal que les pese a hobbits y jedis.

Atrapado en el tiempo (Groundhog day, Harold Ramis, 1993). Bill Murray se puso a las órdenes de su compañero cazafantasmas, Harold Ramis (R.I.P.) para demostrar que en los 90 se podían hacer comedias ingeniosas, originales y gamberras, en lugar de fiarlo todo a la cara de goma de Jim Carrey. Un hombre del tiempo bastante imbécil hace literal su profesión viéndose obligado a repetir ad infinitum el mismo día (el de la marmota) hasta encontrar la mejor versión de la jornada y de sí mismo. Un sibaritismo adornado por la belleza de Andie McDowell.

Coherence (Coherence, James Ward Byrkit, 2013). ¿Se puede explorar el Multiverso si el presupuesto sólo da para un puñado de barritas luminosas? Por supuesto que sí. Ocho actores y una salita de estar son todo lo que necesita Byrkit para tejer con aliento cuántico una trama por la que discurren agujeros de gusano y el espacio-tiempo se comba como una esponja. Ya podría aprender Michael Bay, que yendo a comprar el pan se gasta más dinero que el invertido en esta cinta.

Horizonte final (Event horizon, Paul W. S. Anderson, 1997). "Una dimension de caos puro, de mal puro". Eso se esconde más allá de los límites de nuestro universo, en palabras del antagonista que borda Sam Neill. La puerta al infierno es un motor gravitatorio que impulsa a la nave que da nombre a la cinta hasta un ¿lugar? que los ojos humanos de la tripulación no están preparados para ver. Lawrence Fishburne opositó para ser Morfeo liderando al equipo de rescate. Truculenta, acongojante y tremendamente entretenida.

Menciones honoríficas:

Las posibles vidas de Mr. Nobody (Mr. Nobody, Jaco Van Dormael, 2009).

El Único (The one, James Wong, 2001).

Código Fuente (Source Code, Duncan Jones, 2011)

Tomorrowland: el mundo del mañana (Tomorrowland, Brad Bird, 2015)

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