En la mente de todos los portugueses aún está la tanda de penaltis que les apeó de la final de la pasada Eurocopa, en la que mostraron el mayor nivel competitivo desde la edición disputada en su país (perdida ante la inolvidable Grecia de 2004). La Portugal que llega cuatro años después a la cita continental es menos fiable, y ha sobrevivido a un cambio de seleccionador tras una dolorosa derrota ante Albania en la fase de clasificación. Se fue Paulo Bento, llegó Fernando Santos, y las dudas no han desaparecido del todo a pesar de los siete triunfos seguidos que la dejaron líder del grupo I. La vieja guardia que lleva dando guerra desde la mitad de la pasada década se funde con las nuevas irrupciones del fútbol luso en un conjunto que, si ha de garantizarse por algo, es por el control que Santos intenta imponer a todos sus equipos. Con Cristiano por encima de todo, Portugal es la favorita del grupo y no se plantea otra cosa que no sea llegar a las rondas finales y optar a la lucha por el título. El último precedente es muy negativo (la eliminación en primera ronda en el Mundial de 2014), pero los lusos confían en volver a la versión de hace cuatro años.