El 2019 ha empezado para el Real Madrid de la misma forma que terminó el 2018, metido de lleno en un mar de dudas. El empate ante el Villarreal, tras una triste segunda parte, no hace otra cosa que evidenciar que al conjunto blanco le falta carácter y echa de menos el liderazgo de un jugador que tire del carro en los peores momentos. Unos síntomas que ya se evidenciaron con el despido de Julen Lopetegui, cuando el equipo estaba a siete puntos del Barcelona, misma distancia que hay dos meses después.
Como si de un laberinto se tratara, el Madrid no encuentra la salida a su eterna crisis en LaLiga. La competición doméstica sigue atragantándose a un equipo que no parece encontrar solución bien se llame Zidane, Lopetegui o Solari el que se siente en su banquillo. Al contrario de lo que sucede en Champions, cuando la plantilla blanca se mueve por España echa en falta varios síntomas que en otras ocasiones le valían para cerrar encuentros.
En esas el Villarreal, que no pasa por su mejor momento de forma, supo aprovecharse de un Santi Cazorla excepcional para rascar un punto con sabor a victoria y mantener las dudas merengues. LaLiga se complica para los de la capital española que, ya con las mismas jornadas que sus rivales, se encuentra a siete puntos del liderato, la misma distancia con la que se fue el técnico de Asteasu.
Aunque las sensaciones han sido mejores durante estos dos meses con Solari, con un título bajo el brazo, y ha habido cambios en el equipo o decisiones de carácter (completa titularidad de Courtois, Isco y Asensio al banco, los pasos adelante de Llorente, Odriozola o Reguilón...), el resultadismo del fútbol evidencia la realidad.
La derrota ante el Eibar y el empate contra el Villarreal dejan herido a un equipo, a dos jornadas de finalizar la primera vuelta, que tendrá que rozar la perfección de aquí a mayo si quiere aspirar a levantar el título de campeón liguero. La eterna espiral que consume al Madrid en la competición doméstica absorbe a Solari al igual que hizo con sus antecesores.
