Tal vez haya dejado el problema de los recursos energéticos para el final, o tal vez nos sorprenda a todos con un nuevo 'plan verde' que solucione de una vez por todas la terrible dependencia de las importaciones petroleras de EEUU respecto del resto del mundo, pero lo cierto es que antes o después el nuevo presidente electo, Barack Obama, tendrá que enfrentarse a este terrible problema de "seguridad nacional".
Remontémonos a las elecciones presidenciales de 2000. Por primera vez la dependencia petrolera estadounidense y la seguridad del abastecimiento energético de las importaciones (por aquel entonces rondando el 50% del total del consumo), estuvieron a la orden del día en la campaña. Mientras la escasez mundial disparaba los precios y cundía el pánico en California por los cortes de electricidad, George W. Bush nos avisaba de una inminente crisis energética y prometía medidas para solucionarla. Las alternativas pasaban por realizar perforaciones en el Artic National Wildlife Refuge y otros lugares protegidos (a lo que se oponían los demócratas), o acelerar el desarrollo de los automóviles híbridos y de hidrógeno. ¿Qué es lo que hizo finalmente? Invadir Irak y de paso, incrementar la dependencia de las importaciones estadounidenses. ¿Qué postura adoptará ahora Barack Obama?
Cuando el petróleo se convierte en "cuestión de seguridad nacional"
La dependencia de EEUU al petróleo (su fuente principal de energía y propulsor clave para entender su desarrollo económico), ha ido incrementándose de forma ininterrumpida desde 1920. Tanto es así que, de ser el primer país productor mundial que cubría sobradamente sus necesidades e incluso exportaba lo que le sobrababa, EEUU ha pasado a necesitar alrededor del 20% de las importaciones en 1963, a un 30% en 1973, superar la barrera psicológica del 50% a finales de los años 90, y acercarse al 60% en la actualidad. Y sigue creciendo.
No es de extrañar, por tanto, que la cuestión energética haya sido considerada de "seguridad nacional" entre los distintos presidentes republicanos y demócratas que se han ido sucediendo en la Casa Blanca.
El primero en darse cuenta de que el aprovisionamiento de este recurso se convertiría en una cuestión vital para abastecer la desproporcionada demanda de energía fue Franklin D. Roosevelt, en 1945, y consecuencia de ello fue el primer pacto de 'petróleo a cambio de protección' de la historia de EEUU, con Arabia Saudí como gran beneficiada. A partir de entonces los siguientes presidentes estadounidenses, desde Truman, Eisenhower, Nixon, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton y Bush hijo se han esforzado en mantener a salvo lo que es considerado por muchos como 'la joya de la corona' en cuanto a recursos petroleros. ¿Por qué? Sencillamente porque la cuenca del Pérsico (Arabia Saudí, Irán, Irak, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait) cuenta con nada más y nada menos que el 65% de la producción total mundial petrolífera.
Ya lo dejó bien claro Bush padre el 8 de agosto de 1990 y respecto de la guerra del Golfo, cuando anunció al país mediante una alocución televisada su decisión de emplear la fuerza militar en Kuwait y Arabia Saudí (por ese entonces las zonas en conflicto), ya que "nuestro país importa casi la mitad de petróleo que consume y podría verse enfrentado a un riesgo grave para su independencia económica", declaró. "La independencia soberana de Arabia Saudí es de interés vital para EEUU".
O años más tarde, el general J. H. Binford Peay III ante una subcomisión parlamentaria en 1997, cuando advirtió aquello de "los intereses vitales de EEUU en la región central del golfo Pérsico son permanentes. Puesto que en la región se encuentra más del 65% de las reservas mundiales, es necesario que la comunidad internacional tenga acceso libre y sin trabas a los recursos de la zona. Cualquier trastorno de dicho flujo intensificaría la inestabilidad del mercado perolero mundial y precipitaría terribles catástrofes económicas".
¿Barack Obama sucesor de Bill Clinton?
Pero no sólo ha centrado EEUU sus esperanzas energéticas en la cuenca del Pérsico. Desde el 'informe Cheney' la Administración Bush ha buscado otros productores alternativos porque, según asegura la NEP (National Energetic Policy) en su informe de 2001, "la concentración de la producción petrolera mundial en una sola región contribuye a la inestabilidad del mercado". De ahí el interés estadounidense en las zonas del Cáucaso, Asia central y Colombia.
El propio presidente Bill Clinton fue un decidido partidario de que empresas estadounidenses obtuviesen derechos de perforación en la cuenca del Caspio definiendo también los recursos energéticos de la zona como cuestión de 'seguridad nacional'.
¿Qué decisión adoptará su sucesor demócrata, Barack Obama, ahora que además sabemos que cuenta con numerosos miembros de su antiguo gabinete? Sólo tiene dos opciones: o recoger el testigo continuista dejado por su predecesor Bill Clinton y prolongar las colonias norteamericanas en las zonas petrolíferas en conflicto, o apostar por otros recursos energéticos más limpios y reducir el consumo y las importaciones de petróleo.
De una forma u otra, Obama tendrá que decidirse pronto porque Rusia y China ya están tomando posiciones en las regiones geopolíticamente más relevantes como Venezuela, Kazajistán y el resto de países de Eurasia, la cuenca del Caspio, Sudán, Argelia e Irán, y a medida que aumente la demanda de energía en estas zonas se incrementará también la tensión entre los grandes países de la comunidad internacional.