Elisabeth y Fernando son un matrimonio catalán. Allá por el año 1971 decidieron irse con su coche hasta Finlandia y, una vez allí, su curiosidad les llevó a alargar su aventura turística hasta la remota Laponia. En un área de servicio de esta región, ya cerca del Mar Ártico, les ocurrió el episodio más surrealista de sus vidas. Un par de habitantes samis, al reparar en la matrícula con 'B' de Barcelona de su Renault R8, exclamaron: "¡Benidorm! ¡Benidorm!". La pareja no podía creérselo.
Este impensable suceso tiene una razón con nombre y apellidos: la imaginación de Pedro Zaragoza Orts, alcalde de la localidad alicantina entre 1950 y 1967. Con el objetivo de dar a conocer Benidorm y atraer al máximo número de turistas, Zaragoza fue capaz de todo. Incluso de invitar a una familia sami a pasar unos días a la orilla del Mediterráneo. El hombre que embotelló el sol, documental dirigido por Óscar Bernàcer y producido por Jordi Llorca, esboza, entre anécdota y anécdota, un retrato del político que trajo el turismo de masas a la península ibérica.
La leyenda de Don Pedro, como le solían llamar, comenzó con su rebelión contra la prohibición del bikini, varios años antes de que se le ocurriese la genialidad de invitar a una familia lapona a su pueblo. Bernàcer llevó al cine esta historia con un cortometraje en el que se relata cómo el alcalde se fue en Vespa hasta Madrid para convencer a Franco de que se permitiese a las bañistas de Benidorm vestir el "traje de baño de dos piezas". La osadía, además de un enfrentamiento con la Guardia Civil, le había valido a Zaragoza una amenaza de excomunión por parte del obispo de Orihuela. Finalmente, Don Pedro consiguió que las turistas pudiesen portar sus bikinis, al igual que fue capaz convertir un pueblecito marinero en la capital turística del Mediterráneo español.
Benidorm fue obra de un innovador que diseñó una ciudad donde solo había campos de olivo. En sus inicios, incluso tuvo que pedir dinero a algunos empresarios para poder traer agua potable de un pueblo vecino. También convenció a los vecinos para hacer una reordenación urbanística que acabó enriqueciendo a toda la región. Pero la parte más importante del éxito de Benidorm fue el marketing. Que un producto español fuese anunciado y conocido al norte de los Pirineos era algo casi imposible durante la dictadura. Ese hito, el de embotellar el sol, le valió un reconocimiento enorme.
A mediados del siglo XX, Benidorm era un pueblo de 3.000 habitantes. Poca gente en España conocía su nombre. Ahora es una ciudad con 70.000 personas censadas, aunque su población real supera las 150.000 y alcanza las 400.000 en verano, y uno de los principales motores económicos de la Comunidad Valenciana. Muchas localidades costeras han experimentado un proceso parecido, pero Benidorm fue la precursora. La importancia de Zaragoza radica en que fue el primer político español que supo ver y aprovechar el potencial económico del dúo "sol y playa" enfocado a las clases medias. Es decir, inventó el turismo de masas en España, un sector clave para nuestra economía, ya que aporta el 10 por ciento de todo el PIB nacional.