El 23 de junio quedará grabado en la historia de la UE como el día en el que se detonaron los dos motores del proyecto comunitario de claros matices utópicos: su irreversibilidad y su progresividad. La estrecha victoria de los británicos partidarios de abandonar la UE además reescribirá en las próximas semanas, meses y años, la relación de los 27 socios restantes con el Reino Unido, entre ellos mismos, y con el resto del mundo.
¿Qué relación habrá con Reino Unido?
Los líderes europeos dejaron claro en la cumbre de la pasada semana tres puntos para la negociación que se encara con Londres. El primero es que no habrá negociación hasta que Reino Unido no active la cláusula de salida (el artículo 50 del Tratado). Segundo, los socios presionaron para que el sucesor del primer ministro británico, David Cameron, que se conocerá antes de mediados de septiembre, notifique este artículo 50 cuanto antes. Por último, y apuntando al contenido de la futura relación, Reino Unido no tendrá acceso al mercado común (la libertad de circulación de bienes, servicios y capitales) si no acepta la libertad de movimiento de personas.
Los europeos son conscientes de que es precisamente la llegada de trabajadores comunitarios el tema que envenenó la campaña del Brexit, pero al mismo tiempo quieren dejar claro que no van a obviar los principios europeos para tener un divorcio amable (e incluso menos dañino) con Londres.
¿Qué relación habrá entre los 27 socios?
La desconexión del Reino Unido ha puesto en marcha al mismo tiempo una reflexión sobre el futuro de Europa. Este proceso ya se venía incubando los últimos años al calor de la crisis económica y la masiva llegada de los refugiados. De fondo late, desde perspectivas diferentes (la económica y la migratoria), la misma pregunta: cómo añadir las dosis de solidaridad entre miembros que necesita el proyecto comunitario para sobrevivir sin dañar los intereses nacionales de algunos socios.
Si en materia económica es Alemania la que se opone a cualquier mutualización de riesgos y "colchones" comunes, en el segundo caso son sobre todo los países del Este los que no quieren compartir la carga del flujo de personas llegado a Grecia, Italia o Alemania. Desde todas las capitales y las instituciones comunitarias coinciden en que el status quo no es una opción. Las soluciones van desde volver a 'renacionalizar' algunas competencias y dar más poderes a los parlamentos nacionales en políticas comunitarias, tal y como quieren los socios del centro y Este de Europa; hasta el extremo contrario de completar la unión económica y monetaria e incluso la integración política, tal y como quieren Italia, España y, en un grado diferente Francia y Alemania.
Durante el verano se espera una intensa labor diplomática del eje francoalemán y Bruselas para cuajar una propuesta. El primer bosquejo de soluciones probablemente empapará el discurso sobre el estado de la Unión que dará el presiente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, el 15 de septiembre, y dará forma a la discusión de los líderes del día siguiente en Bratislava (Eslovaquia).
¿Qué relación con el resto del mundo?
La casualidad quiso que la cumbre del Brexit coincidiera con la presentación de la estrategia global de la UE para sus relaciones con el mundo. La nueva visión europea se tendrá que poner en marcha sin un país que alberga el principal centro financiero del planeta (City de Londres), es la segunda economía de la UE, y cuyas fuerzas armadas y servicio diplomático están a la cabeza de la UE, junto con las de Francia.
Su salida dejará algo más afónica la voz europea en el planeta, restando a uno de los actores más activos en el tablero internacional. Más aún porque la credibilidad necesaria para actuar en el mundo "depende de nuestra unidad, de nuestros muchos logros, de nuestro imperecedero poder de atracción, de la efectividad y consistencia de nuestras políticas y de la adhesión a nuestros valores". El Brexit ha hecho trizas esta utópica unidad.