Europa

May sigue sin revelar sus bazas para el Brexit y enfada a eurófobos y a Bruselas

  • May encabeza un contingente gubernamental que desconoce el significado de Brexit
Una viñeta sobre Theresa May y el Brexit. Imagen: Napi

Los esfuerzos del Gobierno británico por ocultar su absoluta falta de estrategia para romper con la Unión Europea han comenzado a flaquear. La repetición del lema de la primera ministra, "Brexit significa Brexit", ha convertido la consigna en un eslogan hueco que evidencia, por encima de todo, que Theresa May encabeza un contingente gubernamental que desconoce no sólo el significado del término, sino cuándo Reino Unido estará preparado para siquiera comenzar a darle forma.

La imprecisión de la primera ministra, sin embargo, cobra sentido ante la división de un gabinete en el que las carteras directamente relacionadas con el divorcio están ocupadas por quienes lo habían defendido, los mismos que están dispuestos a sacrificar la permanencia en el mercado común para garantizar el control de fronteras. A pesar de que los partidarios de la continuidad constituyen mayoría numérica en el Ejecutivo surgido del terremoto del 23 de junio, May es consciente de que las expectativas generadas por las promesas de un frente, el pro-ruptura, que había prometido pleno poder en materia de inmigración serán analizadas con lupa por una ciudadanía que no parece haber dado acuse de recibo al veredicto de las urnas.

Las diferencias empiezan a ser manifiestas. En su estreno en el Parlamento, el popularmente denominado ministro del Brexit sufrió el escarnio público de escuchar cómo Downing Street reducía una de las claves de su comparecencia al plano de la "opinión personal". David Davies había considerado "muy improbable" la continuidad en el mercado común si el precio era la libertad de movimiento, un posicionamiento del que el Número 10 se distanció de forma fulminante.

La intervención del círculo más próximo a May deja patente la confusión en un Ejecutivo que había puesto fin al receso estival con un Consejo de Ministros que tan sólo sirvió para certificar lo irrebatible: el armazón para construir el Brexit tiene aún por erigir los cimientos más básicos. De ahí la inevitable demora en aspectos cruciales como cuándo comenzar formalmente la retirada mediante la activación del Artículo 50, cuál será el equilibrio entre el acceso al mercado único y la reducción de la inmigración o hasta qué punto conviene continuar en una unión de tarifas.

Frente a la exasperación que esta parálisis produce en un bloque que esta semana se reúne en Bratislava sin Reino Unido para hablar de su futuro ex socio, May no está dispuesta a acelerar la marcha y, mucho menos, a "revelar las bazas" negociadoras que defenderá para obtener un acuerdo que, según sigue insistiendo, beneficiará a todas las partes. Al contrario, si hay algo en lo que la premier ha mostrado resolución es en su determinación por acabar con la cultura de la filtración en el Número 10.

A diferencia de David Cameron, conocido como un político de anunciar primero y hallar la fórmula adecuada después, su sucesora aspira a revertir el orden de los factores y prevé guardarse hasta el final la estrategia que presentará en Bruselas. Aunque sus garantías de que la solución final funcionará para todos suenan más a desiderátum que a política real, su intención es cerrar una posición unitaria en casa que le permita ganar la autoridad suficiente para limar asperezas durante la fase de divorcio.

De ahí que la evasión se haya convertido en la táctica más recurrente por las mentes pensantes de Downing Street, que siguen la consigna marcada por su jefa con férrea disciplina. El problema vendrá cuando esta obediencia colisione con las agendas ideológicas del núcleo duro de los eurófobos, un conflicto ante el que el veterano David Davies ha dejado claro quién gana.

comentariosicon-menu0WhatsAppWhatsAppTwitterTwitterLinkedinlinkedinBeloudBeloud
FacebookTwitterlinkedin
arrow-comments