La primera ministra británica, Theresa May, activará el proceso formal para la separación de la Unión Europea a finales de marzo de 2017, antes de las elecciones francesas de abril y de las alemanas de septiembre. Nombrada premier poco después de que el país votase en un referéndum a favor del Brexit, May ha estado bajo presión de los responsables de la UE, inversores y miembros de su propio Partido Conservador para ofrecer más detalles sobre su plan más allá de su manida frase "Brexit significa Brexit".
En una entrevista con la BBC, May confirmó lo que muchos esperaban, que invocaría antes del próximo marzo el Artículo 50 del Tratado de la UE, que da al país hasta dos años para negociar su salida del bloque.
May se enfrenta esta semana a su bautizo de fuego en el congreso conservador entre dudas acerca de su estilo como primera ministra y suspicacias consolidadas en torno a la falta de una hoja de ruta para el Brexit. La imagen cabal transmitida en los lances iniciales tras su traslado a Downing Street, sobre todo en comparación a la estampida del frente pro-ruptura, ha sido sustituida por un aura de incertidumbre ante la aparente parálisis generada por el resultado del referéndum y la evidente ausencia de un plan para el divorcio: aunque de esta última no se pueda culpar a May, partidaria discreta de la continuidad en la UE, su obsesión por controlar el flujo de información comienza a generar reparos.
De ahí que este miércoles, cuando protagonice su primer gran baño de masas en la cita anual de los tories, esté obligada a facilitar respuestas no sólo a un partido dividido ante el modelo de ruptura, sino a una ciudadanía que, ante el desconocimiento de cómo será el futuro fuera de la UE, sigue sin dar acuse de recibo al veredicto de las urnas. Pese a tener a su favor que la economía no ha experimentado la hecatombe anticipada antes del 23 de junio en caso de victoria de la salida, la premier, de momento, tan sólo ha logrado comprar tiempo. Diez semanas después de su toma de posesión, Bruselas, los líderes comunitarios y el músculo empresarial piden concreción.
Del estilo de Gordon Brown
El nivel de las expectativas complica la jugada de May, una política pragmática y eficiente, pero que carece del dominio de la retórica de su antecesor. La discreción que en un principio había sido considerada una ventaja, sobre todo en comparación al exceso de protagonismo que caracterizaba el estilo de David Cameron, ha dado paso a las sospechas acerca de unas maneras en las que cada vez más analistas políticos ven a Gordon Brown, el último mandatario británico que, como la actual inquilina, se había mudado a la residencia oficial sin contar con el refrendo de las urnas.
La incapacidad de delegar, la desconfianza de fábrica, la obstinación por los detalles o la obsesión por el control y las lealtades políticas son algunos de los paralelismos que unen a ambos dirigentes, quienes también comparten el haber heredado gabinetes profundamente divididos. Como Brown en sus primeros meses, May disfruta de una notable popularidad en las encuestas y, al igual que él, deberá decidir si aprovecha el tirón para consolidar su mandato con unas elecciones anticipadas. Uno de los errores cometidos por el expremier laborista fue haber ignorado el consejo de convocar generales a tiempo, si bien el tamaño del reto impuesto por el Brexit le resta presión.
No en vano, Reino Unido acudió a las urnas hace apenas año y medio, cuando Cameron obtuvo una mayoría absoluta con la que ni él contaba, si bien el desmarque iniciado por May en relación a políticas cruciales de su antecesor podría revertir la asunción, todavía generalizada, de que no es necesario legitimar su ocupación del Número 10. El sector empresarial se queja de la dilación en la mayoría de pre-acuerdos con el Gobierno previos al 13 de julio, es decir, la víspera de la toma de posesión de May.
Además, junto a la purga impuesta por ésta en un gabinete del que fulminó a los leales a Cameron, decisiones estratégicas de éste como la apuesta por estrechar lazos con China han sido revisadas por el nuevo Ejecutivo. Asimismo, la recuperación de las denominadas grammar schools, la fórmula que impone exámenes de acceso a la educación secundaria, archivada por su antecesor, confirma la ruptura con la era Cameron, una decisión que llevó a éste a abandonar el Parlamento para evitar oponerse a su sucesora.