
A Cristiano Ronaldo le persigue una maldición ganada a pulso o, mejor dicho, desperdiciada a conciencia: la de desaparecer en los momentos clave. Verdadera o no, lo único cierto es que esta leyenda de su mal rendimiento ante retos gigantes se ha agrandado en las últimas semanas. CR7 ha desaparecido de escena con el Real Madrid. De ciclón imparable a brisa inofensiva. Mala racha contagiosa en extremo. Con él, todo el equipo se ha perdido hasta quedar descolgados de una Liga que ya parece sólo cosa del Barcelona.
Los defensores del luso no entienden este tipo de críticas. Afirman, con razón, que el portugués ha sido vital en los títulos que alcanzó (Champions incluida) en el United.
Cierto y falso a la vez: si bien sus prodigios goleadores sirvieron a los Diablos Rojos para vivir en lo más alto de la gloria de la Premier, sus ausencias fueron de lo más destacado en algunos de esos instantes brillantes.
Ejemplo: la final de la Champions de Moscú ante el Chelsea (marcó, pero luego marró un penalti en la tanda final) en la de Roma contra el Barça (fue más que discreto) o en las semifinales de 2008 también contra los culé (pasó inadvertido en la ida y en la vuelta).
Números de record en plazas menores
En el Real Madrid Cristiano está batiendo records y logrando gestas increíbles a golpe de actuaciones gloriosas. Sus 22 goles en liga (33 en toda la temporada) son números al alcance sólo de los más grandes.
Sin embargo, semejante hito en la historia del madridismo contrasta con los bajones de rendimiento que el luso da cuando llegan los momentos clave. Barcelona y el Camp Nou (sus dos mayores maldiciones) son buena prueba de ello. En el 5-0 el crack desapareció. Tampoco hizo mucho en la temporada anterior. Entonces falló un claro mano a mano con Valdés.
Su última mala racha
En los últimos partidos de su equipo, Cristiano parece perdido y desesperado, desconectado justo cuando más le necesitan. Ante el Atlético de Madrid en Copa marcó su último gol con los blancos. Ni en Almería, ni ante el Mallorca, ni contra el Sevilla, ni en Pamplona. Cuatro partido, cero goles: impropio para alguien que promedia casi un tanto por duelo jugado.
Su falta de rotación en el equipo o la falta de frescura de los que le rodean podrían ser las causas de la mala racha. También su ya habitual ansiedad por hacerlo todo bien y hacerlo todo él solo. Cuando CR7 entra en ese estado de efervescencia se aturulla buscando terminar la jugada casi cuando no ha comenzado. Prisas que le atascan. De jugador imprescindible a mal ajeno.
Así se le vio por el Reyno de Navarra. Sobreexcitado y falto de serenidad, demasiado metido en todos los balones, demasiado tirado al centro o demasiado atrás para subir el sólo el esférico. Ese no es Cristiano o al menos el Cristiano que necesita el Real Madrid.
Con el antecedente de la pasada campaña, el luso todavía tiene, como su equipo, los retos de la Champions y la Copa para demostrarle a sus críticos que también sabe rendir cuando más lo necesitan los suyos, en las grandes citas.