La derrota del Real Madrid ante el Barcelona dejó un detalle muy significativo: el silencio con que vivió la afición madridista la mayor parte del encuentro.
Mourinho dijo tras finalizar el partido ante Osasuna que "si no llega a ser por los de detrás de la portería, creería que el estadio estaba vacío". Ante el Barça, con matices diferentes, sucedió lo mismo.
La afición del Real Madrid tiene una peculiaridad, en cierto modo contraproducente. Está habituada a las goleadas, a victorias sin historia. Vive acomodada, de tal forma que raro es el día que se deja la voz para animar a su equipo.
Sin embargo, los partidos ante el Barcelona son distintos. Cuando llega el 'día D', el madridismo se vuelca para vivir con todas sus fuerzas el encuentro frente al eterno rival. Le tienen evidentes ganas. Más aún en esta etapa de dictadura culé.
Se desató la locura de salida. El gol de Benzema provocó un éxtasis absoluto en las gradas. De golpe y plumazo, en veinte segundos, todos los males del madridismo habían desaparecido. Los más optimistas veían una 'manita' de camino.
Fueron minutos de locura colectiva. El Madrid salía con un poderío brutal a la contra. La dinámica del partido hacía presagiar un 2-0 en cualquier momento. La afición disfrutaba como pocas veces. Todos en pie, gritando hasta desgañitarse.
Punto de inflexión doloroso
Y marcó Alexis. Pocas veces un gol ha provocado un efecto tan devastador en una afición. Con empate a uno, el Real Madrid, y todo el partido por delante, el madridismo cayó en el mayor de los silencios. Nunca llegó a recuperarse
De repente, se vinieron a la mente los continuos nefastos recuerdos a los que el Barça ha sometido al Madrid en los últimos años. Anestesia total.
Un aficionado neutral no daría crédito a lo que estaba sucediendo. Las señales de la grada, y más en escenarios de semejante calibre, no se producen nunca al azar. Ese silencio era significativo.
La afición se contagia de lo que ve en el campo. Los jugadores también actúan en función de la respuesta de la hinchada. Comenzó así una espiral de la que es difícil salir.
Sólo en fogonazos puntuales en el segundo tiempo reaccionó la afición. Es cierto que el Madrid pudo marcar, y se hubiera provocado el clásico estallido del Bernabéu: cuando se está a un gol de la meta. Pero no fue el caso.
Las conclusiones de estas reacciones suelen ser dolorosas. En este caso, por la rivalidad existente, más aún. Fue el silencio de la resignación. El reconocimiento de que hoy en día un equipo sigue estando por encima.