
Nada más acabar el duelo en el Signal Iduna Arena, José Mourinho desfiló ante las cámaras de Canal + con evidente gesto de resignación. Le tocaba hablar de un palo duro. Durísimo. La derrota del Real Madrid contra el Borussia Dortmund está a punto de dejarle fuera de la Champions League, en semifinales, por tercer año consecutivo.
Aunque el luso dejó margen a la esperanza ("Es un resultado remontable"), sus palabras fueron, sobre todo, de crítica. Crítica a sus jugadores a los que acusó de no estar enchufados y de, sobre todo, no haber estado a la altura de un rival que ganó al Real Madrid "en los duelos individuales y colectivos". Sólo alabó a un hombre. "Diego López ha vuelto a estar magnífico", dijo. Poco más.
Un discurso muy parecido al que ya repitió frente al Manchester United en la vuelta de Old Trafford. Aquel día, como ayer, no hubo apenas un ápice de autocrítica. Mourinho no se preguntó qué parte de la responsabilidad tuvo él y sus decisiones en la derrota merengue, la segunda más abultada de los blancos en su caminar por Europa desde que la Orejuda se llama Champions League.
Un asunto de fútbol
El primer problema que tuvo el Real Madrid (y en el que participa directamente Mourinho) es que el equipo carece de capacidad para jugar al fútbol. Para construir y ser imaginativo en la medular. Para plantear alternativas cuando el rival le cierra las puertas del contragolpe.
En Dortmund, el Borussia repitió sencillamente el patrón de noviembre, cuando, en la fase de grupos, supo ahogar a los blancos en la medular con una presión incesante y sin crear espacios a la espalda de su zaga. Ante este planteamiento, el Real Madrid no sabe qué hacer. El ataque en estático de los blancos es simplemente deficiente. Y entonces llega: el pelotazo.
Pelotazo de todo tipo y de todos los estilos. Desde el centro de la zaga (Pepe es especialista), pasando por Ramos, Khedira, Xabi Alonso e incluso Özil o Modric. La consigna es clara. Si no se puede jugar la bola en corta, pelota arriba con un estilo directo que, en Alemania, fue coser y cantar para la zaga alemana.
Un planteamiento que ante equipos pequeños puede funcionar. También ante un Barça que deja muchos espacios. Sin embargo, ante equipos más armados y sólidos, la fórmula naufraga. Ahí toca la posesión para llegar en corto al área. Así fue como se generaron las escasas ocasiones que tuvieron los merengues en el Signal Iduna Arena.
La precipitación como método
Es un mal que entra en el apartado anterior. Porque el Real Madrid tiene como seña de identidad llegar rápido a la portería. Es la consigna con la que Mourinho alecciona a los suyos día sí, día también. Eso, en ocasiones, si la presión rival crece y el control propio baja, genera situaciones de ansiedad en la que la precipitación es la norma.
Parece, por momentos, que la pelota quema si no llega rápido a las inmediaciones de Cristiano Ronaldo o Higuaín. En la segunda mitad del duelo ante el Borussia, Xabi, Di María y Kaká fueron la mejor prueba de esta precipitación. Cuando ellos controlaban la bola y lo hacían más allá de la línea divisoria, lanzaban el esférico hacia adelante para, en la mayoría de las ocasiones, marrar en el pase. La reelaboración de la jugada no existió en Dortmund.
Özil a la banda
También se puede considerar responsabilidad directa de Mourinho la posición de un Mesut Özil que fue una sombra de la versión que ha dado en los últimos partidos. ¿El motivo? Su posición.
Con Di María fuera de combate (llegó a la concentración el día de partido por el parto prematuro de su mujer) y Callejón defenestrado para la causa (su rendimiento está muy por debajo de la media), el luso optó por Modric.
La mayoría de los analistas entendieron este paso como la opción de un trivote en la medular, con Özil de enganche y CR7 e Higuaín en punta. Pues no. Modric jugó de enganche y Özil pasó a un costado donde se esfumó sin pena ni gloria. Es ahí, en la banda, donde menos visión de campo tiene y donde más tiene que trabajar en tareas defensivas.
El teutón rinde más si parte desde el centro donde está más cerca de la portería y con más opciones de pase ante los desmarques de los delantero. Para colmo, Modric tampoco brilló lejos de la zona de creación. Un fiasco.
Los cambios
Tampoco consiguió acertar Mourinho con los cambios. En parte fue por actitud de los jugadores que entraron, pero también por los movimientos que se hizo. Modric e Higuaín se marcharon por Di María y Benzema respectivamente. Alonso le dejó su sitio a Kaká. Es tendencia ya en el Real Madrid que, cuando toca arrebato, se congestione la zona de ataque merengue.
En esta ocasión y tras todos los cambios, los blancos usaron un 4-1-4-1 en el que no había apenas bandas (Di María era el único ala tirado a un lado) y sí mucho 'mediapunta'.
Por momentos coincidían en la misma zona Özil, Cristiano y Kaká. Benzema, por su parte, lejos de su estado de forma habitual, tampoco supo tirarse a los costados para dejar espacio a los que llegaban desde segunda línea. Para colmo, el único mediocentro (Khedira) siguió tratando el esférico en desplazamientos largos que no ayudaron a los atacantes.
Aspectos y datos que dejan clara la incapacidad blanca para responder ante este tipo de situaciones críticas, situaciones que se pudieron ver en el doble enfrentamiento merengue con el Borussia ya en la fase previa, o en partidos de Liga como las derrotas contra el Betis, Sevilla o Granada, entre otros.