
El Real Madrid goleó el pasado sábado al Rayo Vallecano (5-0) en un partido raro. No fue sólo cosa de la lluvia. No. Fue por mucho más. El irregular juego merengue, los pitos contra Cristiano Ronaldo, Ancelotti o Diego López, los sustos contra la portería blanca, el silencio de la segunda parte, el run-run después los últimos resultados y, sobre todo, la lucha de egos. Una batalla que tuvo que frenar el capitán del equipo. Sergio Ramos fue el encargado de frenar una tendencia peligrosa.
Porque, si algo llamó la atención del partido, fue eso, la lucha velada que protagonizaron sus mejores jugadores.
Los pesos pesados del vestuario blanco decidieron que el césped del Bernabéu era un buen lugar para demostrar que todos eran mejor que todos. Y eso provocó escenas extrañas. Tratemos de explicarlo.
Corría el minuto 68 de partido cuando el Real Madrid firmó el 3-0. Bale fue el encargado de marcar una preciosa jugada de contragolpe blanca. Cristiano Ronaldo la empezó. El luso la metió al hueco donde un eléctrico Di María encaró el área de Rubén. Pudo haber probado fortuna él sólo, pero en el segundo palo apareció Bale.
Ahí la pasó el 'Fideo' y ahí marcó sin problemas el galés. Fue un bonito gesto de generosidad que, sin embargo, no se repitió minutos después cuando el 'expreso de Cardiff' marcó el 4-0.
La galopada de la discordia
Corría el minuto 70 cuando llegó el gol de su galopada. Bale se recorrió todo el campo después de un corner del Rayo para marcar sólo ante Rubén. La jugada estuvo a punto de quedar en nada después de que Rat, defensa franjirrojo, casi le quitase el esférico al 11 blanco por pasarse de 'chupón'.
Bale no quiso dársela a la derecha a un Cristiano Ronaldo que también se recorrió todo el campo para llegar a la par que Bale al área rival. No. Él se la jugó y le salió bien, pero su exceso de individualismo no gustó a un Cristiano Ronaldo que celebró el tanto sin euforia y que, después, en las dos siguientes jugadas de ataque, decidió ejercer también de individualista consentido.
Primero, en una bolea que se marchó alta. Tenía la opción de meter el balón al área, pero se la jugó él solo. Luego llegó una acción todavía más clara.
Con Morata desmarcado al segundo palo, Cristiano quiso jugársela él solo. Y cuando ya no le quedó opción de remate, tuvo que recular. La oportunidad se perdió y ahí fue cuando nacieron los pitos del Bernabéu. Su exceso de egoísmo fue lo que enfadó a la grada.
Por eso quizá Morata tampoco le cedió la bola cuando, en el minuto 78, recogió el esférico y se sacó un zapatazo que se coló por la escuadra. El canterano tenía sólo en la otra punta del área a CR7, pero decidió arriesgar.
Cristiano tampoco lo celebró demasiado. Sólo arengó al chaval cuando éste regresaba a su propio césped. "Bien Morata", le dijo.
La reprimenda de Ramos
Fue entonces cuando Sergio Ramos tiró de galones y decidió dar un puñetazo en la mesa. Se acercó a Cristiano Ronaldo y, tal y como desvelaron las cámaras de Cuatro, le pidió que se dejase de luchas indiviudales o de jugadas 'chuponas'.
Cristiano Ronaldo cambió el gesto, miró al suelo y aceptó la crítica de su amigo y compañero.
A partir de ahí, el Real Madrid lo siguió intentando, pero sobre el césped del Bernabéu no se vio ni una sola jugada individualista. Fue el efecto de la bronca de un Ramos que, de nuevo, demostró que el brazalete de capitán no le pesa para, incluso, reprender a la estrella del conjunto merengue.