Fútbol

La obra maestra de Claudio Ranieri: así se fraguó la hazaña del Leicester City campeón de la Premier

Claudio Ranieri. Imagen: Archivo

La conquista de la Premier League por parte del sorprendente Leicester City tiene asociado un nombre propio. Claudio Ranieri. El veterano técnico italiano que sacó de su chistera su mayor obra de arte futbolística cuando ya casi nadie lo esperaba.

Comenzó el verano con dudas en el King Power Stadium. El club se había salvado 'in extremis' del descenso al Championship en las últimas jornadas del campeonato, y el proyecto del propietario Vichai Srivaddhanaprabha se tambaleaba sin saber muy bien el rumbo. El anterior entrenador, Nigel Pearson, fue despedido un mes después de terminar el curso. Y su relevo tardó en saberse hasta después de comenzar la pretemporada. Cuando todos los demás equipos tenían ya asegurado su banquillo, los 'foxes' seguían buscando a alguien que cogiese el timón.

En estas, llegó Ranieri. Un trotamundos de los banquillos que aceptaba su enésima aventura con un inesperado regreso a la Premier más de una década después. Atrás quedaba ya su paso por el Chelsea, en el inicio de la era Abramovich. O su experiencia en la Liga española, con altibajos en Valencia y Atlético.

La vuelta tras el tropiezo

Sus últimas experiencias no invitaban al optimismo. Dimitió en la Roma por los malos resultados y fue despedido en el Inter por idéntico motivo, se rehizo posteriormente en un Mónaco en reconstrucción (ascenso a la Ligue 1 en su primera campaña y subcampeonato tras el todopoderoso PSG en la segunda), y se estrelló con la selección de Grecia en lo que ya parecía el epílogo a su carrera.

El balance con los helenos no pudo ser peor. Cuatro partidos dirigidos, tres derrotas en casa sin lograr ni un gol ante Rumanía, Irlanda del Norte e Islas Feroe, y entre medias un inservible empate en Finlandia. Las críticas hacia él fueron feroces. Claudio fue despedido y se tomó unos meses de parón. Muchos pensaron que no volvería a los banquillos.

Pero el reto del Leicester era demasiado atractivo como para perdérselo. Y aún así, nada más llegar a las East Midlands, se encontró con otra nefasta noticia. La estrella del equipo el curso anterior, el exmadridista Esteban Cambiasso, rechazaba la oferta de renovación que llevaba semanas barajando. Todo se tornaba en contra de un equipo que partía en todas las apuestas como claro candidato al descenso.

Ahí comenzó el trabajo del 'Emperador'. Sin prisas ni presiones. Sin obligaciones de grandes fichajes. Tocaba organizar un grupo con buenos mimbres, cuyo potencial no muchos habían apreciado. Era el momento de ponerse el mono de trabajo y empezar a actuar.

No se movió mucho el Leicester en el mercado. Ranieri vio que no hacía falta. Desde su llegada, apenas incorporó a tres futbolistas en el mercado veraniego. Dos de ellos, Inler y Benalouane, acabarían siendo absolutamente prescindibles. El tercero, N'Golo Kanté, se terminaría convirtiendo en una de las claves de la proeza. Costó algo más de siete millones de euros. Menos de un año después, su precio de mercado puede ser seis o siete veces esa cantidad.

Temporada sin grandes sobresaltos

El curso comenzó con resultados sorprendentes. La primera derrota no llegó hasta la séptima jornada (2-5 ante el Arsenal) y los grandes confiaban en el clasico 'ya caerá'. Pero el Leicester se había asomado a los puestos de cabeza para quedarse. Inglaterra se maravillaba ante los goles de Vardy, las genialidades de Mahrez, la solvencia de Kanté o la irrupción de Drinkwater. ¿De dónde habían salido estos muchachos? ¿Por qué de repente eran capaces de jugar al nivel de los mejores?

Mientras tanto, Ranieri no perdía la sonrisa. Sus ruedas de prensa albergaban grandes dosis de naturalidad y realismo. Se veía a un técnico que disfrutaba con su trabajo. Que valoraba lo conseguido, pero afrontaba los objetivos de uno en uno. "Primero, la salvación; luego, ya veremos", decía entre chiste y chiste a la prensa. Para entonces, ya se había disparado hasta más allá de la realidad el mito de sus invitaciones a pizza tras los triunfos, y habían empezado a correr ríos de tinta sobre la proeza de los 'foxes'. ¿Eran de verdad candidatos a lo más grande?

Muchos jugadores han reconocido la importancia de la sencillez del técnico italiano en el éxito. Se valora su capacidad de haber mantenido los pies en la tierra. De primar el trabajo duro por encima de todo. Pero hubo un punto de inflexión en la mentalidad de esos futbolistas. El día de la victoria por 1-3 en el Etihad Stadium algo cambió. Por fin se empezó a creer que el éxito era posible. Ranieri había jugado sus cartas marcando los tiempos de la mejor manera. Era el mes de febrero y por fin se permitía empezar a soñar.

Desde entonces, todo ha venido casi rodado. Con sustos como la remontada sufrida ante el Arsenal o el controvertido empate contra el West Ham, con la polémica de los penaltis y la expulsión de Vardy. Pero ni eso ha descentrado a un equipo que siempre ha estado por encima de las circunstancias. Las lágrimas de Ranieri tras el sufrido triunfo en Sunderland delataban que la hazaña era posible. Sólo faltaba rematar.

Pudo ser en Old Trafford. En el mítico Teatro de los Sueños. En el mejor lugar posible para certificar el más bello cuento de hadas en la historia del fútbol moderno. Pero Ranieri y los suyos darían a la incertidumbre un día más. Ahora sí, con el pinchazo del Tottenham queda alcanzada la proeza. El Leicester levanta el título de campeón. Y Ranieri se reivindica como el creador de la gesta. Los libros de historia balompédica hablarán ya de lo conseguido. De una obra de arte generada por un Emperador y llevada a cabo por una veintena de gladiadores que vestidos de azul dotaron de un nuevo significado a este deporte.

comentariosicon-menu0WhatsAppWhatsAppTwitterTwitterLinkedinlinkedin
arrow-comments