
El Barcelona se llevó el peor regalo posible por San Valentín: una goleada del PSG (4-0) en la ida de octavos de Champions que le deja, salvo milagro, prácticamente eliminado de la competición. En una exhibición de autoridad del equipo galo, los blaugrana cayeron con estrépito en una de los peores noches europeas en la historia del club.
Desde el primer momento, el PSG, con una presión asfixiante, puso en aprietos la salida de balón del Barcelona y se hartó de recuperar balones. No hubo plan en los visitantes, que salieron con la luz apagada y el ánimo helado. Ninguna de estas dos variables sufrieron cambios a lo largo del duelo. Tanto Luis Enrique como los jugadores salen claramente perjudicados de esta goleada: ni el entrenador ni la plantilla estuvieron a la altura. Faltó actitud, faltó guión...faltó todo.
Las ocasiones fueron llegando fruto del dominio absoluto en la medular (Verratti, Rabiot y Matuidi estuvieron imperiales). Cavani pudo hacer el 1-0, pero tardó en controlar, y Ter Stegen, salvador culé a pesar de todo, le hizo un paradón a Matuidi.
Pero no pudo evitar el golazo de Di María. El argentino, brutal todo el partido, transformó un libre directo de manera magistral, imposible para el meta. El primer intento del Barcelona fue de André Gomes, totalmente fuera del partido, y llegó en el minuto 27. Poco más tardó el PSG en ampliar su ventaja, por medio de Draxler, de disparo cruzado en una nueva contra.
Tras la reanudación, no hubo reacción blaugrana. El PSG, algo más replegado, esperó a encontrar contras. Y por supuesto que las tuvo. Di María se encargó de demostrarlo: conduciendo, abriendo a banda, recibiendo de nuevo y colocando el balón en la escuadra para el 3-0.
Con el Barcelona totalmente descosido, el PSG pudo campar (todavía más) a sus anchas en el campo, esperando ocasiones en superioridad que, tal y como imaginaban, se dieron. Así llegó el 4-0, obra de Cavani, después de otra contra más y un pase a la espalda de la defensa y bajo la pasividad total de los blaugrana, que vieron cómo el uruguayo fusilaba a Ter Stegen para el estocazo final.
Ni un instante de suerte tuvo el Barcelona, que se quedó sin el 4-1 por culpa del palo, que sacó un testarazo de Umtiti en boca de gol tras una jugada a balón parado. No se lo merecieron los culés, ya que en ningún momento buscaron esa suerte.
Superados en todas las líneas y todos los instantes del partido, habrá ríos y ríos de tinta sobre un auténtico desastre en Champions. La remontada, tras el juego mostrado y las sensaciones exhibidas, parece una quimera. Si sobrevive a la tormenta que, con toda probabilidad, se desatará tras el partido, a los de Luis Enrique les espera un reto casi suicida.