El 13 de mayo de 2012 el Manchester City conseguía, 44 años después de la última vez, ser campeón de la Premier League. Un agónico gol del 'Kun' Agüero ponía un aparente broche a un proyecto, el del jeque Sheikh Mansour bin Zayed Al-Nahyan, que había comenzado en 2008 con las más altas expectativas. Sin embargo, la tarea más difícil comenzó ese mismo verano, con el título de liga todavía caliente, cuando el club inglés se metía en un complicado camino, el de dominar el fútbol a nivel mundial, y no solo en el césped, sino también implantando un modelo de negocio diferencial y con beneficios.
The Guardian relata en un amplio artículo la ambiciosa estrategia de los mancunianos, tradicionalmente a la sombra del todopoderoso United. Varios meses después de tocar la gloria con el tanto de Agüero, el City contrataba a Ferrán Soriano como director ejecutivo. Su visión no había cuajado en el Barcelona, que no quiso expandirse a nivel global a pesar de contar con una máquina de hacer dinero y futbolistas de gran nivel: La Masia.
El contexto de su entrada no fue el mejor para el City. La UEFA estableció unos severos parámetros de control financiero para evitar clubes con pérdidas y las ventajas de las escuadras con un gran respaldo económico, como es el caso de los 'citizen', con el colchón del conglomerado CFG (City Football Group) y sus relaciones con los Emiratos Árabes que tanto ha criticado el presidente de LaLiga, Javier Tebas. Por esa razón, a la misión de convertir al Manchester City en la vanguardia de las franquicias futbolísticas mundiales se le sumó la dificultad de hacerlo siempre sin deudas. La sanción impuesta en 2014 por incumplir este Fair Play fue el aviso, a posteriori, de que el modelo tenía que conducirse por los cauces adecuados.
La maquinaria empezó a moverse rápidamente. El primer movimiento de Ferrán Soriano fue hacerse con un equipo en la pujante MLS estadounidense. De ahí nació el New York City: una adquisición que costó casi 84 millones de euros y que hoy está cerca de triplicar su valor en cinco años. Fue la primera semilla de una vía de actuación, ser local para ser global, un fenómeno llamado 'glocalización': adaptarse a mercados más pequeños, pero bajo la 'marca Manchester City' en un proceso de conquista a nivel mundial. Convertirse, en resumidas cuentas, en la 'Coca-Cola' del fútbol.
A la operación en Nueva York siguieron otras. El Melbourne Heart (que ha ganado la liga en Australia dos temporadas después de la compra), el japonés Yokohama Marinos y el Atlético Torque uruguayo (ya en Primera siete meses tras la adquisición). Este penúltimo caso constituye un giro inteligente, ya que se considera al país uruguayo como al mayor exportador del continente sudamericano. Penúltimo, porque este verano el City compró el 44% del Girona, equipo que en su primera temporada en LaLiga se ha destapado como la revolución del torneo con jugadores cedidos por la matriz inglesa y con promesas de inversiones en la entidad catalana.
Ahí está la idea, formar jugadores sin la necesidad imperante de venderlos, a la vez que se aprovecha la posibilidad de que los futbolistas que destaquen en las diferentes sedes repartidas por medio mundo puedan enfrentarse a competiciones exigentes, lo que no sucede en Inglaterra por la obligatoriedad de que los equipos filiales compitan en ligas limitadas para este tipo de conjuntos. Regatear la llamada "brecha de crecimiento" cuando llega la mayoría de edad. Todo bajo las señas distintivas del City, con sus colores corporativos, imagen de marca y, por supuesto, estilo futbolístico.
Para ello, se requiere una fuerte inversión. Centros de formación, academias, recursos humanos y materiales... pero en todo caso, inyecciones de dinero consideradas como proyectos a medio o largo plazo que, sobre el papel, deberían ser más rentables que los fichajes de relumbrón. Y no solo para quedarse a los jugadores, también para obtener un rédito de ellos (mediante transacciones una vez haya aumentado su valor merced al trabajo dentro del 'universo City').
Pero habrá más aún. China parece el escenario predestinado a ser el próximo lugar de expansión. Le podrían seguir zonas en las que CFG ya ha tanteado el terreno: Venezuela, Ghana, Sudáfrica, India, Malasia o Vietnam. Todos ellos, territorios en los que hay lazos previos, como la implantación de academias o centros de entrenamiento. La única limitación, por el momento, es la numérica: no más de tres equipos por continente.
El fútbol actual está convirtiendo en un imposible la contratación de grandes jugadores. Este verano (con las multimillonarias compras de Neymar y Mbappé), el PSG fue el máximo exponente de un mercado al que, sorprendentemente, el City no quiere dar más importancia de la necesaria. Soriano califica el reto como 'comprar o hacer'. Y, aunque el equipo inglés tiene recursos para lo primero, está centrado también en lo segundo. Ya es conocida su extensa cartera de promesas cedidas y de talentos formados en sus centros de rendimiento. Es el caso de Phil Foden, Jaden Sancho (birlado por el Borussia Dortmund), Brahim Díaz, Pablo Maffeo...
La guinda del pastel fue la contratación de Pep Guardiola, hito que sucedió en verano de 2016. El primer curso no cumplió con lo esperado pero el objetivo marcado, además del de los resultados, es más profundo: que el de Santpedor sea la punta de lanza de un estilo que se implante a todos los clubes en la órbita de CFG. Un modo de jugar que se relaciona íntimamente... con el Barcelona del que Ferrán Soriano tuvo que salir en 2007. Ahora, a las riendas de un monstruoso City que acumula récords, se postula para conseguir la ansiada Champions y camina imparable hacia su cuarta Premier League, progresa en su plan de conquistar el planeta fútbol.