Cuando el FC Barcelona fichó a Leo Messi, apenas un crío de 13 años, sus compañeros se reían de él. Era pequeño. Raquítico. Daba casi lástima verlo tan enclenque y esmirriado. A esas edades, sin embargo, la lástima es residual. A los adolescentes les encanta la crueldad. Y los que rodeaban entonces al argentino no dudaron en ejercerla.
El entrenador del equipo cadete en el que se puso a prueba 'La Pulga' ya se lo olía. Por eso advirtió a sus chicos. Nada de insultos. Nada de pasarse con el nuevo. Nada de meterse con esa pinta que tenía. Porque Messi parecía de todo, menos un futbolista. En aquella plantilla había chavales que luego llegaron a ser mitos mundiales. Como Cesc. O Piqué. Los dos (como el resto del plantel) le hicieron caso.
Bueno, se lo hicieron a medias. No se cebaron con él, pero algo sí que se rieron cuando, por ejemplo, le vendaron los tobillos pare empezar a entrenar. Vaya espectáculo, debieron de pensar con una media sonrisa que se borró de sus caras cuando ese enano se puso a entrenar con ellos.
Lo cuenta Guillen Balagué en la biografía del '10'. 'Messi' se titula el libro en el que se explica aquel episodio. Lionel salió al césped con Piqué, ya por entonces bien talludito. Messi era un pequeño de metro y medio (literal) cuya endeblez se agigantó en comparación con Gerard.
Hubo risas. Qué espectáculo. Qué imagen. Messi las escuchó seguro y decidió sustituir ambos, espectáculo e imagen, por otros. El espectáculo de sus virguerías. La imagen de la humillación de otro de esos muchachos. Quién le iba a decir que se convertiría en uno de sus mejores amigos.
Cesc Fábregas, hoy rival de los blaugrana con el Chelsea, flipó con el nuevo. Primero, con la cadena interminables de toques que dio al balón. A su alrededor se hizo la admiración. Luego, con un ejercicio en el que ensayaron el uno contra uno. "Me hizo un traje de la hostia, y otro, y otro", relata Cesc en el libro en el que se desvela como 'La Pulga' sólo necesitó un entrenamiento (y ni eso) para ganarse el respeto de un vestuario que, desde entonces, lo adoró como lo que es hoy.
Un dios (del fútbol) sobre el que se sustenta la esperanza blaugrana de acceder a los cuartos de final de la Champions frente a ese enemigo que le hizo llorar en el vestuario hace seis años, cuando cayó en semifinales. Ahora es él quien espera hacer llorar a su enemigo. Entre ellos, Cesc, el chico al que Messi humilló su primer día de blaugrana.