La historia se repite dieciséis años después, cuando Corea del Sur, anfitriona del Mundial 2002, apeó a España en la tanda de penaltis. Hoy, en Luzhniki, a la selección española se le aparecieron los fantasmas del pasado ante una selección con mucho menos fútbol pero más efectiva de cara a portería.
España, pese a que comenzó jugando bien (control absoluto del balón, llegadas al área e intensos sin el balón), terminó cometiendo los mismos errores en este Mundial: sin verticalidad, previsibles, lentitud y además encajando otro gol por un error. Nada salía y España siguió con la misma dinámica desde que echaron a Lopetegui.
Sergio Ramos, o mejor dicho Ignasevich, adelantó a España tras un centro cerrado de Asensio (lo único que hizo) desde la derecha. Lo curioso fue ver a Rusia defendiendo en su campo con un gol en contra. Pero claro, tenían un plan: cazar una contra con Dzyuba, de 196 centímetros, o un centro o jugada a balón parado. Y así fue. Un centro desde la derecha lo cabeceó Dzyuba y Piqué, de forma descarada, lo paró con la mano. No hizo falta ni el VAR. El propio Dzyuba marcó el empate del partido desde los 11 metros.
España necesitaba mejorar con el balón y ser más profundos. Ni los laterales llegaban ni había juego por el centro. El juego de España en la segunda mitad se limitó a mover el balón de banda a banda sin generar absolutamente nada (la Roja es el primer equipo en superar los 1.000 pases en un partido). Se necesitaba algo diferente, pero Hierro se decantó por Iniesta en el minuto 60 en lugar de un Silva de nuevo desaparecido.
El manchego no tuvo su día y no generó ni pases ni juego combinativo, al igual que el resto de sus compañeros a excepción de Isco, el único que lo intentó en ataque hasta la entrada de Aspas y Rodrigo. Rusia ya tenía el trabajo hecho y seguían con su plan: defender y defender hasta llegar a la tanda de penaltis, donde se lo jugarían al 50%.
A España se le acababa el tiempo para ir a la prórroga. Una jugada parecía acabar con todo el maleficio, pero el disparo raso de Iniesta tras una dejada descomunal de Aspas con el pecho lo paró Akinfeev. En el rechace el disparo del gallego también lo sacó el portero con otra gran mano. Parecía el momento, pero no llegó.
En la prórroga todo siguió por los mismos derroteros. España monopolizando el balón (más del 75% en la segunda parte) pero sin generar peligro. La entrada de Rodrigo hizo que el ataque tuviera más mordiente gracias a su movilidad, más la de Aspas. El delantero del Valencia se creó una jugada individual que paró el portero y luego la defensa le sacó el remate desde el punto de penalti a Carvajal, que entró en la segunda mitad por un Nacho dolorido.
Llegaba el turno de la lotería. España, que siguió con su juego aburrido y de poco gol, decidió jugársela en los penaltis esperando la reacción de De Gea, pero no fue así. El portero no paró ninguno de los cinco lanzamientos (si contamos el gol de Rusia en la primera mitad) y, en total, de los 12 disparos que ha recibido sólo ha parado uno. Es para hacérselo mirar.
España tendrá que esperar cuatro años para ver las posibilidades que tendrá en el Mundial de Qatar, lugar en donde no estarán casi seguro hombres como Iniesta, Reina, Silva, Piqué o Ramos. Hay que evolucionar el tiqui-taca.