El Betis expuso las carencias del Barcelona en un partido que demostró que el equipo blaugrana, a pesar de ir líder tanto en Liga como en Champions, presenta problemas que podrían pasarle factura durante los próximos meses. Con luces y sombras, la escuadra de Ernesto Valverde necesita mejorar.
Por encima de todo, porque es lo que más está afectando al conjunto, la defensa. De media, los culés reciben 1,5 goles por partido, una cifra muy elevada para un equipo que aspira a ganar todo. Los tres últimos partidos dan un saldo de siete tantos encajados y señales de peligro.
El equipo sufre una descompensación defensa-ataque que le cuesta situaciones de inferioridad atrás. Partidos atrás, los del 'Txingurri' se ven sometidos a contragolpes en los que solo están los defensas para tapar el arco de Ter Stegen, con los medios llegando tarde para cerrar. El estilo futbolístico blaugrana tampoco 'ayuda', ya que las pérdidas al sacar la pelota jugada se suelen producir en zonas peligrosas, por lo general en campo propio.
Paradójicamente, la mayor inyección de goles en contra se ha producido en el mejor momento de forma de sus centrales en lo que va de temporada. Gerard Piqué y Clement Lenglet, con Samuel Umtiti saliendo de la enfermería tras dos meses, habían mejorado su rendimiento después de un inicio de curso muy discreto.
En ataque brilla la inconsistencia. Al margen de los chispazos de un genio como es Leo Messi, solo Luis Suárez está empezando a sumarse al carro. El uruguayo, que brilló con la ausencia del argentino, ha empezado a producir para los suyos, aportando en los movimientos, la pelea entre centrales y, por supuesto, en las asistencias y goles.
El resto del plantel ofensivo apenas da soluciones. Malcom, casi inédito, solo ha ofrecido una actuación clave, con su gol ante el Inter, y Ousmane Dembélé es un misterio que empieza a incomodar al club tras un fichaje de 115 millones de euros. Munir apenas participa y Coutinho sigue lejos de la versión del Liverpool. El brasileño no ha encontrado su hueco en la escuadra, aunque su talento salga a cuentagotas, y en Can Barça se echa en falta una mayor participación suya en el juego y una mayor aportación en ataque.
Si los recursos en la delantera están por debajo de lo esperado, la medular también ha dado motivos para la duda. La producción del centro del campo tras la marcha de Andrés Iniesta se ha visto ligeramente paliada por un Arthur al que todavía le que mucho por progresar. Sergio Busquets e Ivan Rakitic (al que se le nota el desgaste por el Mundial) no están a su mejor nivel y en el centro del campo falta fluidez en la velocidad de balón, así como en la generación de jugadas y de situaciones favorables para los delanteros.
Un Barça de dos caras
La del Barcelona es una situación extraña. En los tres meses que han transcurrido de temporada, ha sido capaz de solucionar partidos con mucha solvencia, de conquistar Wembley con autoridad, de resolver varias semanas de baja de Leo Messi con partidos a un gran nivel colectivo, de golear al Real Madrid sin su estrella...y, a la vez, de tropezar estrepitosamente en Leganés, de estar a punto de hacerlo en Vallecas y de pinchar con Athletic, Girona y llevarse cuatro goles del Betis en su propio campo, así como ganar sin convencimiento partidos ante PSV, Valladolid, Real Sociedad o Cultural Leonesa.
Irregularidad. Es la palabra clave para entender un curso 18/19 de un Barcelona que, líder en las dos grandes competiciones, no presenta argumentos suficientes que estén a la altura de lo que debe mostrar para ganar títulos a final de temporada. Claroscuros de una escuadra obligada a superar sus propios defectos.