El proyecto de EEUU de instalar misiles interceptores en Polonia, conectados a un radar en la República Checa, está crispando las relaciones entre Washington y el Kremlin desde hace meses hasta tal punto que, el propio presidente ruso, Dimitri Medvedev, ha asegurado esta semana que si se crea realmente la zona de posicionamiento del escudo antimisiles norteamericano, Rusia desplegará los sistemas de misiles Iskander en la región de Kaliningrado (enclave soviético rodeado por países de la Unión Europea).
El escudo de la discordia
A pesar de las declaraciones del Gobierno de EEUU, que ha reiterado esta semana que el objetivo de la extensión del controvertido escudo en Europa, no es otro sino el de disponer de los medios y tecnología necesarios para interceptar misiles de medio y largo alcance de supuesta procedencia iraní, e incluso, de Corea del Norte (una hipótesis que ha generado una amplia división en el seno de la UE, en la que muchos de sus miembros han cuestionado la capacidad real de estos países para producir armamento nuclear en estos momentos), Rusia se ha mostrado reacia y ha llegado a negar con rotundidad, como era de esperar, que el verdadero motivo sea el esgrimido por las autoridades estadounidenses, identificándolo con una estrategia norteamericana de presión sobre su propio territorio.
Las relaciones entre ambos países empeoran, es evidente, pero, ¿hasta qué punto están dispuestos a llegar rusos y norteamericanos?
¿Una nueva Guerra Fría?
Mientras la opinión pública se muestra pendiente de las aventuras bélicas de EEUU en Afganistán e Irán, donde además tiene comprometida buena parte de su potencial bélico, las señales de un cambio en la política exterior y de seguridad por parte del Gobierno de Moscú se han ido haciendo más que visibles en los últimos 14 meses.
De ser un país acorralado por la OTAN y sin capacidad de respuesta, lo cierto es que Rusia se ha ido recuperando con el tiempo y hasta ha presentado sus credenciales como recuperada potencia militar protagonizado el primer incidente bélico contra un país que representa intereses norteamericanos desde el fin de la Unión Soviética, y trazando además, una línea roja desde la que no parece estar dispuesto a seguir retrocediendo en sus zonas de influencia en el mundo: Osetia del Sur.
La intervención militar de Georgia en esta región (donde más del 90% de la población es de origen ruso y posee el pasaporte de esta nacionalidad) ha supuesto el reencuentro entre estos dos países que no se enfrentaban desde los tristes días de la Guerra Fría. Y es que a pesar de las advertencias de Washington, Moscú ha intervenido en el conflicto del Cáucaso alegando que tan sólo defiende los intereses de los ciudadanos rusos en la región, mientras el gobierno de Georgia asegura que lo que pretenden es anexionarse las regiones, por el momento independientes, de Abjasia y Osetia del sur.
El patio trasero de EEUU
Pero la respuesta de Moscú a la "provocación de EEUU" no parece quedarse en la recuperación de la poca influencia que le quedaba en el Cáucaso. Rusia se ha convertido en el principal aliado de Venezuela (país con el que EEUU está enfrentado), facilitándole material militar por valor de 4.000 millones de dólares.
Además, el Gobierno de Dimitri Medvedev pretende realizar "ejercicios militares conjuntos" con el ejército venezolano, el cual además, ha tardado en ofrecer sus bases para que los rusos se instalen de forma permanente. Estas maniobras están previstas para este mes de noviembre y se prevé que participen varios buques de la armada soviética, entre otros, el crucero nuclear 'Pedro el Grande', otros barcos de superficie y varios submarinos.
¿Intereses económicos?
En el trasfondo de este conflicto, el cual, dicho sea de paso, lo único que demuestra es una supremacía militar claramente decantada del lado norteamericano, está en juego el control de la producción y de las rutas de distribución de la mayor parte de los recursos energéticos del planeta.
Rusia es el mayor proveedor mundial de gas natural del mundo (Irán es el segundo), y, curiosamente, el oleoducto que atraviesa Georgia es la única vía que no atraviesa territorio ruso.
Lo cierto es que hay mucho petróleo y gas natural en la región del Mar Caspio. EEUU lo sabe y ya se ha asegurado bases permanentes en Afganistán, e incluso va camino de conseguirlo también en otros países de Asia central, en lo que podría parecer un intento para obtener el control de estas rutas de oleoductos. Rusia por su parte, ha reforzado la cooperación en el campo de la energía con China la cual importa la mayoría de su petróleo y necesita transportarlo por los oleoductos de Asia central.
¿Quién de los dos conseguirá el control de esta parte del mundo? Lo único que parece más claro es que quien lo haga, dará un gran salto hacia el control de las claves de la maquinaria económica mundial.