Las estatuas de una familia de ciervos aún marcan la entrada a la casa de Mare Reasons en Paradise, California. El resto de su hogar ya no está, fue devorado por el fuego más letal del estado, que ha dejado al menos 48 muertos. Solo una cama de hierro y una estufa antigua permanecen intactas sobre los escombros. Como ella, miles de vecinos se han quedado sin techo y, como ella, tienen la intención de volver a 'levantar' este paraíso.
Al igual que muchos residentes de esta ciudad de unos 27.000 habitantes en las estribaciones de Sierra Nevada, en el norte de California, Reasons llegó a Paradise por sus espectaculares vistas naturales y su asequibilidad. "Me encantó oler los pinos por la mañana", dice Reasons a Reuters, de 62 años, que se mudó a este paraíso hace 18 años desde la costosa ciudad costera de San Luis Obispo.
Hoy, apenas queda nada de Paradise. 'Camp Fire' ha reducido gran parte del vecindario a cenizas. Coches quemados salpican las calles y las llamas aún brotan de las ruinas. La cifra de muertos ha ascendido a 48, un récord para un incendio forestal en California, y hay más de 200 desaparecidos. 7,600 edificios han quedado destruidos, otro récord.
"Habrá un nuevo paraíso"
A pesar de la devastación, los vecinos se han comprometido a reconstruirlo. "Nos consideramos sobrevivientes, y volveremos de las cenizas", ha dicho el coordinador de Operaciones de Emergencia de Paradise, Jim Broshears, residente desde 1974. "Estamos totalmente comprometidos con la construcción de un nuevo paraíso". La reconstrucción será dura, pero los que aman la ciudad dicen que valdrá la pena.
Según la página web, la ciudad de Paradise está situada en el hogar de las tribus maidu de los nativos americanos. La fiebre del oro de 1848 atrajo prospectores a la zona. Un día, el propietario de un aserradero que descansaba bajo una sombra dijo que el lugar era el 'paraíso', lo que da explicación a su nombre. Numerosas familias y jubilados acudieron a Paradise en la década de los 60. El ingreso medio por hogar en 2016 era de 48.000 dólares, mucho menos que el promedio estatal de 68.000.
Carol Barnes, cuya casa también ha quedado reducida a escombros, se mudó a Paradise junto a su marido hace solo tres años. Barnes y su esposo vivían en una cabaña en el bosque, donde tenían un taller en la parte trasera para reparar viejos aparatos de radio. Ella vendía antigüedades de la casa. "La ciudad está muerta ahora", dice Barnes, sentada en un catre en un refugio de la Cruz Roja junto a dos perros. Su gato sigue desaparecido.

Ciervos en la zona de Paradise, quemada por el incendio. Foto: Reuters
Bruce Hopkins, de 77 años, exsargento de la marina durante la guerra de Vietnam que se mudó a Paradise desde San Francisco, huyó a pie cuando comenzó la amenaza del fuego. Un hombre que iba en camioneta lo recogió a él y a un vecino y los llevó al refugio. Hopkins relata que no pudo persuadir a otro vecino para que se fuera, un jubilado que estaba confinado a una silla de ruedas.
Donna Broughton se enteró el martes de que la casa donde vivía con sus dos nietos había sobrevivido, pero pasará un tiempo hasta que pueda volver a ocuparla. "Me quedaré aquí y continuaré, con o sin una casa", explica. "Incluso en una tienda de campaña en medio del bosque, es mi hogar", sentencia.
Paradise era un lugar tan asequible económicamente que Reasons compró una casa de 250 metros cuadrados al final de un camino sin pavimentar y la convirtió en un refugio para la fauna herida: ardillas, mapaches, zarigüeyas, halcones e incluso colibríes.
Reasons se sorprendió el pasado jueves cuando llegó la orden de evacuar. "Los tanques de propano de la gente estaban explotando. Pensé que era lluvia, pero estaba lloviendo fuego".