Hace poco que el neurocientífico del King's College London Stefano Sandrone, de 25 años, halló unos antiguos manuscritos que daban cuenta de una innovación tecnológica sin precedente alguno en la ciencia. Angelo Mosso, un médico del siglo XIX interesado en diversas disciplinas, creó una máquina capaz de "pesar" los pensamientos del hombre. La denominó "la balanza de la circulación humana" y se trataba de una máquina que podía dar cuenta de la variación que existía en el peso de la cabeza cuando una persona realizaba una tarea cognitiva.
Medía los nuevos flujos de sangre que ingresaban en su cerebro, una técnica similar a los análisis cerebrales como imágenes de resonancia magnética y funcional que se realizan hoy en día. Según apunta Vozpopuli, la máquina, en opinión de Mosso, era capaz de detectar la diferencia que había entre distintas actividades mentales.
Mosso fue uno de los primeros que apostaron a que el flujo de la sangre dentro del cerebro cambiaba según el trabajo cognitivo de la persona en un momento exacto. Su teoría defendía que fluía más sangre hacia el cerebro con el objetivo de satisfacer a las neuronas.
La balanza de la circulación humana fue el dispositivo que más se acercaba a demostrar lo que argumentó en su teoría. Consistía en una mesa equilibrada sobre un soporte en el centro, que podía inclinarse en la zona de los pies o en la de la cabeza, al aumentar el peso recibido en cualquiera de los dos extremos. La pesa era capaz de medir la distribución natural de la sangre en el interior del cerebro.
Mosso tuvo en cuenta diferentes variables que podían inducir a un posible error. Contó con el movimiento de los pulmones o la influencia del ritmo cardíaco durante la prueba. También permitía a los participantes reposar durante una hora sobre la balanza antes de realizar las mediciones o cerrarles los ojos y ponerles auriculares para impedir la influencia de ruidos externos.