Espectáculo y fuerza a partes iguales se dieron cita ayer en el único concierto de Muse en España dentro de su nueva gira "Augmented Reallity". Los británicos repasaron lo mejor de sus dos últimos discos y volvieron a demostrar en el Vicente Calderón que su directo es uno de los mejores del momento. Platillos volantes, trapecistas, escenarios en movimiento, globos y confeti pusieron la guinda a un concierto repleto de sorpresas.
Y es que uno de los puntos fuertes de Muse es su cuidada escenografía. Bebiendo de otros grandes líderes como Bono, Matthew Bellamy actuó bajo un prominente escenario "galáctico" que parecía adentrarse entre el público, plagado de pantallas simétricas que recogieron una coordinación impecable entre visuales y el montaje del propio concierto.
Al frente, como en cada actuación, un líder carismático y entregado con una de las voces más potentes del panorama musical: la mejor receta para el éxito que ya funciona con bandas como los Rolling Stones o U2.
Apuesta por lo más nuevo
'The resistence' y 'Black Holes and Relevations' fueron los discos protagonistas de un espectáculo con una lista de canciones previsible pero eficaz. La banda arrancó sin sorpresas dejando a un lado la puntialidad británica -veinte minutos más tarde de la hora prevista- con un clásico en sus aperturas: "Uprising". Un comienzo que trajo banderas y pitidos en relación al título "1984".
Le siguió un "New Born" que consiguió arrancar al público las ganas de bailar. Fue uno de los pocos guiños de la banda a su exitoso Origin of Symmetry, junto con "Plug-in baby". Tras ello, los de Muse siguieron sin arriesgarse: temas como "Take a bow", "Undisclosed desires" o "Startlight" estuvieron entre un repertorio en el que se echaron de menos los clásicos.
Sin embargo, la muestra de ellos no pudo ser mejor: el público vibró con las infalibles "Time is running out", "Hysteria" y "Stockholm syndrome", todas ellas de su más exitoso disco, Absolution. Para la despedida, pocas sorpresas: "Knights of cydonia" puso el broche a casi dos horas de concierto.
Platillos volantes y confeti
No faltaron sorpresas como el confeti y las serpentinas durante una de las pocas baladas de la noche: "Guiding Light". Entre canción y canción, el cambio de vestuario de Bellamy -que pasó del traje blanco a un atuendo con luces rojas-, guitarra española y estractos de The Doors o Led Zeppelin.
Pero el punto álgido lo puso el globo-platillo volante que sobrevoló al público dejando salir nada menos que a una trapecista al más puro estilo "circo del sol", justo después de tocar -mecheros y móviles en mano- la preciosa balada "Unintended", dando paso a uno de los mejores momentos del concierto: "Stockholm syndrome".
Una impecable actuación en la que, sin embargo, faltó movimiento por parte del público. Una noche fría y la falta de público tanto en pista -a pesar de que las entradas llevaban meses agotadas- como en grada deslucieron un nuevo directo de una banda que nunca decepciona.