El partido catalán Ciutadans está descomponiéndose, lo que augura su camino cierto hacia la irrelevancia. Dos de los tres diputados de esta formación política en el Parlament de Cataluña se han rebelado contra su jefe de filas, Albert Rivera, por la decisión de éste de aliarse a la formación internacional Libertas.
Partido patrocinado por el multimillonario irlandés Declan Ganley, euroescéptico, y vinculado a partidos ultranacionalistas y de extrema derecha. Los disconformes con Rivera están a punto de conseguir que éste sea expulsado incluso del grupo parlamentario catalán, por lo que perdería el control sobre los 51.000 euros anuales que percibe el grupo, así como el coche oficial.
La asociación con Libertas, decidida por Rivera sin contar con sus conmilitones, se debe al parecer a razones financieras; y en su virtud, el candidato de la coalición a las elecciones europeas sería Miguel Duran, antiguo presidente de la ONCE y personaje poco claro, envuelto en algunos escándalos económicos.
Se veía venir
El declive de Ciutadans era previsible desde que sus promotores auspiciaron su conversión en partido político. Como se recordará, el movimiento Ciutadans nació espontáneamente a raíz de la irritación de sectores intelectuales catalanes próximos al PSC después de la formación del tripartito tras las elecciones autonómicas de 2003.
Aquellas ilustres personalidades, entre las que estaban por ejemplo el escritor Félix de Azúa y el constitucionalista y ensayista Francesc de Carreras, crearon una plataforma para protestar por la deriva nacionalista del PSC, que, lejos de detener los excesos cometidos por el nacionalismo conservador durante los más de veinte años del reinado de Pujol, pactó con ERC y mantuvo las mismas pautas, incluso exacerbadas, en la gobernación diaria y en la orientación del Estatut.
Aquellos intelectuales no tenían intención de participar activamente en política pero impulsaron el nacimiento de un partido. Desde entonces, la idea primigenia se desnaturalizó y el nuevo partido, que consiguió tres escaños en las siguientes elecciones autonómicas y algunas concejalías en las municipales, ha ido dando tumbos hasta la crisis actual, que parece definitiva.
Muy difícil el surgimiento de terceras vías
El sistema electoral español ?que se caracteriza por la proporcionalidad corregida- hace muy difícil el surgimiento de terceras vías, que, por otra parte, suelen adquirir pronto los defectos del sistema partidista que teóricamente quieren evitar. En consecuencia, siempre es mejor expresar la disidencia en el interior de los partidos que intentar la aventura en el desierto helado del exterior.
Para ello, las grandes formaciones tienen la obligación de la democracia interna. Las corrientes y las tendencias en el seno de las organizaciones, tan mal vistas por los aparatos, enriquecerían la política y evitarían el espectáculo poco edificante de las bisagras y las opciones personalistas.