"Aquí no se dimite por imagen, no se dimite por estigma". Parafresando a Mario Conde en su libro 'El Sistema', el sociólogo José Luis Sanchís señala que "los políticos españoles, los representantes del Estado, no dimiten por el funcionamiento de la ley. Hemos creado un sistema que se ha montado una estructura que no tiene en cuenta los principios", advierte Sanchís.
Corren malos tiempos para los políticos. La última encuesta del CIS consagra el desprestigio de la casta: el 28,3% cree que la situación política es muy mala, el 36,5%, mala, y el 24,9%, regular.
El cese del diputado popular José María Beneyto, como coordinador de la subcomisión del FROB, ha puesto de relieve estos días una práctica habitual en las formaciones políticas españolas. Beneyto deja el cargo después de mentar un posible rescate a España, aunque tanto él como su partido han negado la relación de los hechos, al señalar que la decisión era previa. Parece que los partidos son los que dimiten.
Manuel Pimentel, Joaquín Almunia, Antoni Asunción, Luis Pizarro son casos insólitos. El político español no es propenso a dimitir aunque pierda estrepitosamente en las urnas o esté imputado "porque es un estigma para él". Y, si lo hace, "es porque el partido tiene un problema de imagen y hay que reaccionar", como son los casos de Francisco Camps o de Rodrigo Rato, razona Sanchís a EcoDiario.es.
El caso Dívar
¿Y qué es el 'sistema'? ¿Cómo funciona nuestra estructura?, se pregunta el veterano sociólogo. El caso de Carlos Dívar lo puede explicar. "Dívar es un señor que fue propuesto por el PSOE a petición del PP, y ahora, y está es la paradoja, quien reclama su salida es quien le nombró... Los partidos, las instituciones españolas, sólo reaccionan cuando tienen un problema de imagen, y más que de imagen, de percepción. Es posible que todo lo que haya contado el señor Dívar sea cierto, pero la percepción, la pinta es mala. Por eso le piden la dimisión", argumenta.
El fundamento de nuestra democracia podría esclarecer el comportamiento de nuestros responsables públicos. "Hay que partir de la base de que existen dos tipos de democracia: la directa, que se ejerce un día cuando se vota, y la representativa, donde se eligen a los representantes y donde aparece la profesionalización de los políticos", observa.
"El perdón con la confesión te absuelve"
"Nuestro sistema democrático, aunque da a los políticos derechos y obligaciones -se extiende Sanchís sobre este aspecto-, en realidad no da un mandato, solo hay una representación. A todo esto hay que añadir el código de valores -insiste-. En sociedades católicas y mediterráneas como la nuestra, el perdón con la confesión te absuelve. En las calvinistas el problema en sí es mentir. En definitiva, es una escala de valores. Los políticos homosexuales en España están perdonados. Eso es la práctica, el valor, nuestro valor. En Estados Unidos, sin embargo, el problema de Bill Clinton no fue que estuviera con una becaria, sino que mintiera".
Y como muestra de las diferencias de carácter cultural, la respuesta de países como Reino Unido. En los últimos meses ha dimitido el asesor del ministro de Cultura por reconocer sus vínculos con Rupert Murdoch, el ministro de Energía por ocultar una infracción de tráfico, el de Defensa por trató de favor dispensado a un amigo. Y Alemania un ministro ha abandonado el cargo tras plagiar su tesis doctoral. "En Estados Unidos" -añade el profesor Sanchís-, un político ha dimitido por tener en su casa trabajando a un inmigrante sin papeles".
El control
A España, ajena a estas prácticas, a este modus vivendi, "solo le queda el control que han de ejercer los ciudadanos y los medios de comunicación y esperar que la independencia judicial sea eficaz", remarca el sociólogo.
Sin embargo, las perspectivas no son positivas. Ni la Ley de Transparecencia ni la declaración de Bienes y Propiedades a que están obligados nuestros represetantes convencen al experto politólogo consultado por EcoDiario.es.
"El 'sistema' seguirá perviviendo... No va ir a mejor. Pero hay que ver el lado positivo. Lo que ocurre con el 15-M y la participación ciudadana que puede ejercer de autocontrol de los políticos", sentencia.