El PP tiene un serio problema que puede resumirse así: de un lado, se ha conocido que Luis Bárcenas, su tesorero hasta 2009 y vinculado al partido durante más de veinte años -fue heredero intelectual de Ángel Sanchís, ligado a las tramas de corrupción de Gürtel, ha sido sorprendido por la Audiencia Nacional con una fortuna de al menos 22 millones de euros, difícilmente justificable por razones de herencia o de su actividad profesional; de otro lado, un periódico ha publicado con gran alarde que la cúpula del partido, durante un largo período de tiempo en el que Bárcenas era el custodio de los dineros, habría percibido jugosos sobresueldos en negro.
Sea o no cierto esto último -habrá que aclararlo porque Jorge Trías Sagnier lo ha corroborado, de momento-, parece evidente que el partido del Gobierno está en un grave atolladero, del que pretende salir por un procedimiento poco audaz: por una parte, Rajoy ha encargado una auditoría interna a la actual tesorera, Carmen Navarro, antigua funcionaria del cuerpo de interventores de la Seguridad Social, que después será sometida a una auditoría externa.
Por otra parte, Montoro comparecerá en el Congreso para explicar si Bárcenas -o una sociedad suya- se sometió o no a la amnistía fiscal, dado que sus abogados afirma que lo hizo. Incluso el presidente, Mariano Rajoy, ha adelantado su cita con las Cortes.
Claramente, la terapia es insuficiente. En primer lugar, es evidente que si Bárcenas se enriqueció personalmente a costa del partido y repartió sobres entre sus conmilitones más encumbrados, lo hizo con dinero procedente de las donaciones anónimas, que han estado permitidas hasta el 2007 (aunque teóricamente limitadas al 5% del presupuesto del partido, no se ve cómo se hubiera podido controlar este limite si lo anónimo es por su propia naturaleza opaco a cualquier control).
Y es fácil de imaginar que si las cosas fueron así, ya se cuidó Bárcenas de no dejar rastro de aquellas maquinaciones, con la excepción de sus propios documentos, puestos a buen recaudo, que habrían de protegerle el día de mañana.
En este sentido, se ha escrito, no sé con qué fundamento, que Bárcenas guarda recibís de los políticos populares beneficiados con aquellas prebendas. Material explosivo.
Así las cosas, es claro que ni la auditoría interna ni mucho menos la externa descubrirá irregularidad, ni servirá tampoco de garantía para salvar al partido de las sospechas que lo envuelven.
A estas alturas del desarrollo democrático, la única opción de Rajoy es fiarse de los tribunales, personarse mediante una nueva querella en el sumario abierto contra Bárcenas en la Audiencia Nacional por presunta participación en el 'caso Gürtel' y someterse por tanto al chantaje que supuestamente estaría realizando el extesorero, que consistiría en publicar los mencionados recibís. Y si quedara probado que ha habido políticos que han recibido sobresueldos que no tributaron, cada cual habrá de afrontar su personal responsabilidad política, ya que las demás, penales y fiscales, han prescrito sin duda.
La indignación de la sociedad civil ante este espectáculo es de tal magnitud que ya no valen señuelos. El PP recuperará el crédito si afronta con verosimilitud su infortunio y opta por iluminarlo todo, caiga quien caiga, como dice retóricamente Cospedal. Si, en cambio, Rajoy responde con evasivas, el PP puede salir muy damnificado del suceso.
No debería olvidarse que en Italia, el viejo sistema de partidos creado al término de la Segunda Guerra Mundial desapareció a causa de la corrupción. La Tangentópolis ?el proceso Manos Limpias organizado por el fiscal Antonio di Pietro en 1992- obligó a los italianos a reconstruir íntegramente el sistema de representación. Aquí estamos cerca de ello.