Maestras, enfermeras, secretarias y esposas alemanas de día, despiadadas asesinas de Adolf Hitler de noche. Al menos 13 millones de mujeres germanas militaron activamente en el partido nazi. El libro Las arpías de Hitler, de Wendy Lower, analiza precisamente si estas féminas tomaron parte activa en el holocausto judío y llegaron a ponerse al nivel de los peores monstruos del nazismo.
Pocas mujeres se vieron implicadas en los juicios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, por lo que su responsabilidad criminal se ve difuminada en la Historia.
Sin embargo, muchos de los supervivientes al genocidio señalaron a mujeres como las responsables de acosos, violaciones y torturas. La conclusión es clara: el plan de Hitler no habría sido posible sin la colaboración femenina.
Las guardianas de los campos de concentración y exterminio no fueron las únicas responsables. De hecho, cuando los alemanes avanzaron Polonia y Europa oriental, medio millón de mujeres les siguieron en primera línea. Muchas, de hecho, colaboraron con las SS de forma directa.
Además de su deber en la extensión de la raza aria, estas mujeres pronto dejaron su sello de sangre. De hecho, las primeras matanzas nazis las protagonizaron las enfermeras de los hospitales, que exterminaron a miles de niños por desnutrición con inyecciones letales.

Las enfermeras, sin embargo, no fueron las más sádicas: las secretarias y las esposas de los miembros del partido nazi fueron mucho peores. Johanna Altvater, una de ellas, llegó a matar a un niño judío de dos años golpeando su cabeza contra un muro, para luego arrojarlo sin vida a los pies de su padre. La piedad no distinguía de sexo en la Alemania nazi.