Nunca movilizar a un electorado decepcionado y renqueante requirió tantas dosis de equilibrio en el mensaje y tal despliegue de ingeniería política en el Partido Popular.
Con el eco del pistoletazo de salida del 'año de todas las elecciones' resonando ya como un débil murmullo en la lejanía, los populares -aún sin candidatos oficiales- caminan sobre el fino alambre electoral metidos de lleno en faena y tratando de fijar la vista en un punto para evitar resbalones. Quieren demostrar a sus simpatizantes no ya que siguen siendo la mejor opción, sino que ahora son también la menos mala.
Con la entrada de nuevos y ambiciosos actores, el teatro político español se ha convertido en una suerte de camarote de los Hermanos Marx en el que las encuestas comienzan a decir más por lo que callan que por lo que auguran. Auto a auto, el juez Ruz castiga el hígado del PP y el 'no-preso' más famoso de España ajusta sus esquís en Baqueira para desazón y cabreo del respetable. Los platós de televisión son hervideros de críticas en 'prime time' a un bipartidismo empantanado y los 'malos de la película' posponen un cuerpo a cuerpo con los flamantes líderes sin escaño, que de tanto retar van a acabar por llegar cansados al duelo.
Con este panorama, en la sala de máquinas del Partido Popular ya se respira un ambiente pre-bélico, teniendo en cuenta que, en política, el prefijo 'pre' más que anteceder lo que vendrá te mete de lleno en la pomada. Después de las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno en el Debate del Estado de la Nación de la semana pasada, calificadas de electoralistas por propios y extraños, parece haber llegado la hora de ocuparse del 'enemigo urgente'. O tal vez del 'enemigo necesario'. Quién sabe.
Ciudadanos, ese asesino silencioso que se aposta en la próxima esquina dispuesto a apuñalar el flanco liberal del electorado popular, aún empuña anónimos cuchillos de marca blanca de cara a las autonómicas y municipales, por lo que Podemos es hoy por hoy la preocupación de cabecera. Una "prioridad". Ese término que Mariano Rajoy repite incansablemente cuando a alguien le da por cuestionar sus decisiones en materia económica.
La 'Operación Coleta' experimenta un proceso de cierta erosión después del lógico boom de novedad y transita con inquieta lentitud en un tren de vía estrecha hacia las generales de noviembre. Y precisamente es en uno de los túneles que jalonan ese trayecto donde el Partido Popular pretende asestar el golpe de gracia. Eso sí, tratando siempre de mantener a su víctima con vida hasta los últimos quiebros de la vía.
Porque es probable que sin el 'miedo a Podemos' el PP no logre movilizar a su electorado menos ferviente, un mensaje se toma en Génova como verdad incontestable. Por ello, el manual de estilo ya comienza a vislumbrarse: es necesario enarbolar la bandera de "o nosotros o el caos", dividir el voto de la izquierda al máximo y 'reforzar' en lo posible a un inofensivo Pedro Sánchez como rival real a batir -y de paso evitar 'susanismos' de consecuencias impredecibles- alargando la sombra de la sospecha sobre los líderes del partido de los círculos.
Una especie de calle del medio en la que se pretende demostrar que, en efecto, Podemos también está infectado de corrupción (ese diminuto cáncer localizado y extirpable que existe en todos los ámbitos de la vida) pero que la salida a los problemas es planteada desde puntos de vista diametralmente opuestos. Por un lado, la ocurrencia y el populismo. Por otro, la sensatez y la garantía de Gobierno. Demostrar, al fin y al cabo, que "ellos son como nosotros, pero nosotros no somos como ellos". Llegan las recetas del 'Y tú más' 2.0.
¿Que yo me financio ilegalmente? Pues tú también
"Sepamos qué está haciendo Podemos". Ese es el mensaje que la dirección del PP, según fuentes del partido, ha ordenado grabar en piedra en las puertas de cada agrupación territorial. La semana pasada, los dirigentes de campaña autonómicos y provinciales se reunieron con la cúpula de Génova para recibir aleccionamiento sobre la nueva normativa económica de los partidos que estará vigente en mayo, durante la campaña electoral de las municipales y autonómicas. Dicha ley, ahora en trámite parlamentario, fijará por primera vez el techo de gasto, reducirá ampliamente los gastos de publicidad y, de paso, pondrá en la picota el modelo de financiación del partido de Pablo Iglesias. Una buena nueva que debe evangelizar cada rincón popular del ancho espacio político estatal.
En el caso que nos ocupa, la madre del cordero de la nueva ley habita en la regulación del micromecenazgo, conocido de manera más cool como crowdfunding. Un sistema de captación de dinero a través de internet para desarrollar proyectos concretos que conforma la piedra angular en la obtención de fondos de Podemos, que no dispondrá de subvenciones públicas para las citas electorales de mayo al no tener aún representación parlamentaria.
Porque si el PP -y cualquier partido con poder de Gobierno en algún momento- tiene un eterno problema con las donaciones sospechosas, hay que conseguir que Pablo Iglesias y los suyos también lo tengan, entre cucharada y cucharada de complejo vitamínico a la tesis de la vía de financiación bolivariana. Porque ellos deben ser como nosotros. Pero nosotros no somos como ellos.
De este modo, los recursos recaudados por el método de crowdfunding serán asimilables a una donación a un partido político y tendrán las mismas limitaciones. El dinero no podrá dedicarse a proyectos concretos, porque la ley prohíbe "donaciones anónimas, finalistas o revocables", y deberá integrarse en una única cuenta destinada exclusivamente a todos los donativos de particulares.
Un "vacío legal", el del micromecenazgo, que ya señaló el Tribunal de Cuentas en su informe sobre los gastos de las elecciones europeas del año pasado. Con este sistema, Podemos recaudó 114.000 euros para su campaña al Europarlamento. El Tribunal remarcó entonces las dificultades para identificar la procedencia del dinero y conocer quién hace la aportación. Y ahí estará el PP para recordarlo al más mínimo despiste.
Ponerle rostro al problema: Tenemos a Bárcenas, ellos a Monedero
En esto del tiro al blanco político, conviene que la diana tenga nombres y apellidos. En el caso del PP, se ha recortado las patillas canosas y van a firmar tres veces por semana a la Audiencia Nacional. En Podemos, se esconde tras gafas redondas y es administrador de una empresa que factura cantidades ingentes de dinero de manera no precisamente libre de toda duda fiscal.
El 'caso Monedero' ha abierto una vía de agua en la línea de flotación de la formación morada y, como es lógico, en el Partido Popular han hecho de su capa política un esperado sayo acusador. Para muchos, las palmas resonaban utilizando los pabellones auditivos del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, algo a lo que se agarran los podemitas como tabla de salvación mediática. Por aquello de las persecuciones a ciudadanos anónimos solo por el hecho de tener aspiraciones políticas y una inoportuna mochila en la trastienda de la ideología. Una sombra de duda que Monedero no ha logrado iluminar, en opinión de algunos, sobre todo entre las filas populares, con su comparecencia ante los medios de hace dos semanas.
Canalizando el debate y el rechazo ciudadano a través de la personificación, el Partido Popular se asegura uno de sus objetivos fundamentales: "Ya os dijimos que eran exactamente iguales, aunque sean completamente diferentes".
No te voy ni a mencionar: Ningunee a su rival
Cuando el año 2015 se estudie como caso práctico en las facultades de ciencias políticas, algún profesor con tesis en la materia relatará a sus alumnos cuántas ruedas de prensa y comparecencias públicas tardaron los políticos del Partido Popular -y también del PSOE- en pronunciar el nombre de Podemos, aunque no hayan sido plato único en la galería de ?innombrables? del Partido Popular.
Se empezó por 'frikis' y se siguió por bolivarianos, chavistas, castristas, comunistas, antisistema e incluso se acabó aceptando el nominativo de "esos que comparten las tesis de Syriza", cuando no se recurría al sencillo recurso del pronombre: "esos", "aquellos" "algunos".
Sin embargo, últimamente la rigidez está dejando paso a la normalización, puede que por efecto de las encuestas y como reconocimiento de una realidad política inevitable que podría beneficiar más que lesionar las aspiraciones electorales de los populares. Ya se habla de Podemos, con todas las letras, pero una vez que el terreno está preparado. Ahora son como el coco. Si vienen te comerán.
Syriza, esa extraña compañera de cama
Sevilla. Domingo 1 de marzo. Campaña de las elecciones autonómicas andaluzas. Rajoy cierra acto de presentación de los 109 candidatos del PP al Parlamento de Andalucía. Una pequeña pausa precede a la frase calculada, una de esas que cabe perfectamente en un titular: "No es lo mismo predicar que dar trigo".
¿Habla de Susana Díaz? ¿De Pedro Sánchez? ¿De Podemos? ¿De Ciudadanos? No. Habla de Syriza y de Alexis Tsipras. Tan lejos y tan cerca. Una tragedia griega que Rajoy celebra como si fuera ese dios que castiga al héroe por su error, aunque trate por todos los medios que no se note excesivamente el regocijo en sus palabras.
Por ello, el presidente del Gobierno se ocupó de recalcar que "quiere que le vaya bien al pueblo griego" y, por tanto, "no es responsable de la frustración que ha generado la izquierda radical", que "prometió aquello que sabía que no podía cumplir", tal y como "ha quedado demostrado". Prometer aquello que sabía que no podía cumplir. Esa temeridad que ningún partido político en España ha cometido jamás.
La crónica del fracaso anunciado de las negociaciones griegas con la UE ayuda y mucho al Partido Popular. Un avance, una mejora, una alternativa a la austeridad habrían generado muchos problemas y el ?efecto contagio? en los países del sur de Europa es un riesgo que ningún gobierno firmante de memorándum está dispuesto a correr. Porque Syriza es Podemos y ya se sabe, Podemos bajo ningún concepto es el Partido Popular, aunque también sean algo muy parecido. O algo así.