Política

Amoríos y política: cuando las alianzas se negocian en la intimidad del hogar

Kichi y Teresa Rodríguez. Imagen: Efe

La página oficial de Cristina Fernández en Facebook pareció durante años un mausoleo. Abundaban las cuidadas fotografías de la presidenta argentina de riguroso luto, salpicadas con imágenes de su difunto marido y homenajes diversos a su figura, como aquella banderola gigante que se llegó a colgar en el interior del Parlamento. Eran momentos delicados para la mandataria, cuyo equipo hizo de la apelación al recuerdo del expresidente una potente arma política. Él, el único líder que aguantó el pulso de aquella Argentina del corralito y ella, la heredera, a veces firme, a veces doliente, del símbolo del kirchnerismo

No en vano, en sus primeros años de mandato Cristina Fernández era Cristina Fernández de Kirchner. Ahora que ya ha tomado entidad propia suele ser Cristina Fernández a secas. De vez en cuando, y cuando las cosas van mal dadas, la 'K' vuelve a asomar en sus siglas, especialmente en la prensa afín. Y ahora que la economía no acompaña, la 'K' se ha vuelto más frecuente.

La presidenta no ha sido, sin embargo, un perfil a la sombra de su difunto marido, ni una consecuencia de él. Ambos iniciaron su carrera política casi a la vez, ella en 1989 -como diputada provincial- y él dos años antes -como intendente-. De ahí a ser el matrimonio que ha manejado a la nación casi desde que empezó este siglo, a elevarle a él a mito y a investirla a ella de un halo comparable -según sus menguantes seguidores- con la mismísima Eva Perón.

La de Argentina es una situación peculiar, pero no anómala. Los matrimonios políticos que alcanzan las más altas cotas de poder son mucho más habituales de lo que parece, sin necesidad de remitirse a dictaduras como la filipina o a regímenes absolutistas de siglos atrás.

Hay muchas similitudes por ejemplo con el caso de EEUU. La que fuera la primera dama más ultrajada de la historia, Hillary Clinton, ha sabido reconstruir su relato y convertirse en candidata demócrata para las próximas elecciones presidenciales. Si los sondeos no mienten (y ella y su fobia por las comparecencias y la prensa no lo estropean) cuenta con no pocas posibilidades de suceder a Barack Obama en la Casa Blanca, en el que sería otro caso de 'mujer de expresidente que llega a presidenta'.

Su marido, Bill Clinton, sigue siendo uno de los mandatarios más carismáticos que jamás han pisado el despacho oval. Y eso, sumado a la imagen de firmeza, familia y superación -que tanto gustan en EEUU-, puede ser el impulso definitivo a su candidatura. Enfrente puede tener como rival a otro miembro de una saga familiar, la de los Bush, aunque en este caso no sea -marido de-, sino -hermano e hijo de- expresidentes. De conseguir Hillary Clinton su propósito, la suya sería la tercera gran dinastía política norteamericana, tras los malogrados Kennedy y los ya citados Bush

Otro caso que podría darse es el peruano, donde la primera dama Nadine Heredia ha gozado durante años de una popularidad incluso mayor que la de su marido, el presidente Ollanta Humala. Ella es cofundadora del Partido Nacionalista, el del Gobierno, que actualmente preside como sucesora de su cónyuge. El próximo año hay elecciones y durante años se ha especulado con la posibilidad de que sea candidata, algo que ella misma no descarta, a pesar de varios escándalos que han sido publicados en los medios en los últimos meses.

Menos heroico y más culebronero es el caso francés. François Hollande y Ségolène Royal fueron matrimonio durante décadas -cuatro hijos lo atestiguan-, para luego pasar a ser rivales. Ella fue candidata a la presidencia en 2007, pero perdió las elecciones contra pronóstico (al menos, el pronóstico fuera del país) y pasó a una segunda línea política. Sin embargo él, también contra pronóstico, ganó en 2012, convirtiéndose en jefe de Estado-... y nombrándola el año pasado ministra de Ecología (ya había sido ministra en tiempos de Mitterand)

Así, lo que fue un matrimonio de prometedores cargos socialistas acabó siendo una expareja en la que ella estaba llamada a triunfar... y triunfó él. Sin embargo, pesar de la distancia, de la ruptura y de las no pocas diferencias políticas, han acabado compartiendo gabinete. Casi parece una comedia romántica francesa.

Los casos españoles

En España tenemos muchos casos similares, aunque no tan boyantes. Carmen Romero era una reputada política socialista, pero no tanto como para hacer sombra al expresidente Felipe González. Ana Botella hizo sus pinitos como alcaldesa no electa de Madrid, pero no llegó a ser ni de lejos lo que el expresidente José María Aznar.

Los nuevos partidos, sin embargo, han traído un poco de esa vieja práctica, concretamente en Podemos. Conocido es el noviazgo de Teresa Rodríguez, lideresa de la formación en Andalucía, con José María González Santos 'Kichi', alcalde de Cádiz por la misma formación. O la sonada relación y ruptura de Pablo Iglesias con la exlíder madrileña de IU, Tania Sánchez, que ha acabado por integrarse en Podemos una vez rota su relación.

No son los únicos amoríos llamativos en la formación: Alberto Garzón, de IU, e Íñigo Errejón, de Podemos, no convergen en lo político -de momento- pero sí convergieron en sentimental con una periodista.

Pero si hay una pareja de 'poderosos' en la sombra en nuestro país, esa es la de Pedro Arriola, el hombre que susurra al oído de Rajoy, y la exministra y actual vicepresidenta del Congreso, Celia Villalobos.

Quién dice que política y amor son incompatibles.

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Comentarios 2

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Margarita
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Magnífica noticia económica

Puntuación 5
#1
Rikelme
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Borja!! Ponte a trabajar de verdad!!

Periodistucho. Espero que me leas!

Puntuación 2
#2