En una tarde de calor aplastante en este ferragosto madrileño, con una fecha de calendario que invita más a la piscina y a la playa que a seguir al pie de la letra la actualidad política, y en medio de la zozobra que provoca el independentismo catalán con sus elecciones a la carta, el PSOE vuelve a hacerse un insólito harakiri que no tiene precedentes y cuyos efectos son indudablemente peores que los del problema que pretende resolver. La destitución manu militari de Antonio Miguel Carmona ha roto esa placidez que antaño tenían las vacaciones agosteñas. El afable profesor podría haber seguido como portavoz municipal socialista en Madrid el tiempo que durara el gobierno de la alcaldesa Carmena sin que eso hubiera supuesto un grave problema para el secretario general Pedro Sánchez, pese a la lejanía en las posiciones de ambos? ¿o tal vez sí?
Nunca desde los tiempos de la moción de censura entre Rodríguez Sahagún y Álvarez del Manzano, ahora guillotinado al frente de IFEMA por el sobrino de la regidora, había suscitado tanta expectación todo lo que ocurre en la vida local de esta Villa. Nadie se acordaba en la política nacional de los Barranco, Herrera, Lizavetski, Sabanés? Si yo estoy equivocado y el peón de Carmona era trascendental para Sánchez, sólo es posible una explicación: que en Ferraz temieran una legislatura plagada de problemas provocados por quien apoyó, obedeciendo consignas superiores, a los radicales extremistas que gobiernan la capital del Estado. Si es así, el PSOE habría preferido extirpar ahora esa posible fuente de constantes desencuentros en un momento en el que Sánchez y Luena no quieren líos con aquellos a los que han regalado alcaldías y poder municipal a cambio de evitar que se visualice su sonoro batacazo en las urnas.
Forzar esta salida tan sonada, sin lograr además el objetivo de desterrar al cesado en el Senado relegándole a levantar la mano cuando haya que votar, provoca una complicada situación que se antoja poco previsible. Conociendo al protagonista habría que dudar de que, manteniendo como va a hacer su escaño a la manera de Alonso Puerta, súbitamente vaya a dejar de votar con su grupo y mucho menos que perpetre una alianza con Esperanza Aguirre para dar un golpe de mano. Le han ofrecido ser senador, pero no parece que le hayan obligado a dejar su acta de concejal. Más plausible es que Carmona torpedee a partir de septiembre cada disposición del equipo de gobierno que se debata en el Pleno, y que pueda bloquear algunas de ellas alineándose con la que fuera su gran antagonista en la campaña.
La elección de la nueva secretaria general de la antes conocida como FSM ha sido espinosa. El porcentaje de votos que obtuvo Sara Hernández, alcaldesa de Getafe por jubilación de Pedro Castro, no le daba carta blanca para laminar al sector derrotado en las elecciones internas, que obtuvo casi el 45% de las papeletas. Pero lo hizo. Excluyó a Juan Segovia de su ejecutiva y trató a su equipo con una displicencia que sería inaceptable en un hombre o mujer de Estado que llevara décadas en la actividad política, máxime lo es cuando hablamos de una recién llegada sin apenas trayectoria en la vida pública. Pero en la operación de desembarco faltaba un cabo suelto que ahora se ata en corto: la figura de un Carmona que sobrevivió al tsunami provocado para expulsar a Tomás Gómez y que mantuvo la candidatura municipal con alfileres, los que sostenían su apenas inexistente relación con cualquier miembro de la ejecutiva federal.
Con su destitución, Sánchez ha promovido una burla, más o menos abierta, a lo que los ciudadanos eligieron con su voto el día 24 de mayo. Un nombre encabezaba la candidatura, ese nombre asumió la labor de representar al grupo político formado en la institución cuando se constituyó el nuevo Ayuntamiento Pleno, y unas semanas después ese nombre es relegado como ya ocurriera, aunque sin ruido mediático alguno, con Elena Valenciano en el europarlamento. ¿Votaron los electores del PSOE que Purificación Causapié fuera su voz en el Palacio de Cibeles cuando el gobierno local cometa las tropelías que poco a poco va desplegando en su gestión? Lo dudo.
Esa posición que me permito a calificar de burla se extiende además a otra noble institución. Ofreciendo a Carmona un escaño en el Senado como recompensa a su ejecución sumarísima al amanecer, Sánchez está demostrando el verdadero valor de su propuesta de reforma de la Cámara Alta, para la que siempre ha dicho tener planes importantísimos que resolverán su laguna competencial. Regalar puestos en el Senado para aquellos a los que quieres quitarte de encima no es la mejor forma de explicar su importancia en nuestro entramado institucional.