Dos euros con cincuenta. Eso es lo que le van a subir la pensión a la mayoría de los jubilados el año que viene. Por ser preciso es el 0,25% de los 950 euros en que las estadísticas sitúan la pensión media en nuestro país .
A diferencia de otras partidas del presupuesto exprés que presentó el gobierno, a esta no se le puede atribuir ningún sesgo electoral. Por dos euros y medio al mes no se compra ni un voto. Si en cambio se puede atraer al electorado de jubilados ofertando reformas en el sistema que garanticen su sostenibilidad.
No hay que ser un virtuoso de las matemáticas ni un sesudo economista para saber las amenazas que se ciernen sobre el sistema público de pensiones y el agujero negro en el que podemos caer de no conjurarlas a tiempo. Hace unos días la ONU publicaba un extenso informe en el que bajo el título de "Perspectivas de la Población Mundial" situaba a España, en el 2030, como el cuarto país más envejecido del planeta. La décima posición que ahora ocupamos con una media de 43,2 años pasará a la cuarta en solo quince años en que, según esos cálculos, el español medio tendrá algo más de 50.
Para que se hagan una idea, Japón, que es en la actualidad el país más envejecido del mundo, registra una media de 46,5 años en su población y ya están aterrados con el problema.
Por fortuna para los españoles nuestra esperanza de vida es cada vez más elevada ocupando ahora con 82,3 años el séptimo puesto en el ranking mundial y con la perspectiva de ganar posiciones pasando de los 83 en el 2015.
Por desgracia estamos a la cola en fertilidad , con una media de 1,3 hijos por mujer cuando la media europea, que es la más baja de todos los continentes, está en 1,6. La única forma de cambiar esa trayectoria nefasta es estimular la natalidad y abrirse a una inmigración bien regulada y controlada.
A esta perspectiva hay que añadir el hecho lamentable de que la población española está muy lejos de gozar de la ocupación laboral plena. A día de hoy tenemos a 17 millones de trabajadores en activo sujetando a 6 millones de pensionistas y aunque la tendencia en el mercado de trabajo se ha invertido claramente en positivo, estamos muy lejos de poder lanzar un solo cohete. Baste recordar que, aunque se acaba de superar la cifra de afiliados a la Seguridad Social que dejó Zapatero en Diciembre del 2011, la recaudación está por debajo en 300 millones de euros. Es decir son trabajos que tributan menos por mayor temporalidad y menor retribución.
A la hucha de las pensiones le han metido un bocado enorme en esta legislatura y, de no corregir esa deriva, lleva camino de agotarse en dos o tres años.
El gobierno parece lejos de tomar la medida al problema. En las cuentas de 2015 presupuestó un incremento del 7% en la recaudación de la Seguridad Social que apenas va a alcanzar el 1. Pero en lugar de corregir el vicio de confundir sus deseos con la realidad acumula ese déficit de recaudación en los presupuestos del 2016 y le pega otra subida similar. El sistema no resiste un solo cuento más de la lechera.
Hay que arbitrar cuanto antes fórmulas realistas lo más consensuadas posibles y que permitan apuntalar las finanzas del Seguro Social hasta eliminar cualquier incertidumbre sobre su solvencia. Se habla ya abiertamente de que el Estado pague con impuestos las prestaciones de viudedad u orfandad, que ascienden a 22.000 millones, o de usar una parte del IVA para financiar pensiones. Sea lo que sea hay que hincarle pronto el diente.
Mariano Rajoy dijo en julio que era "el gran reto". Lo será también en términos políticos. El colectivo de clases pasivas constituye la fuerza electoral más potente y decisiva en las urnas. Saben echar cuentas, aportaron durante décadas y han tenido que sujetar a los hijos que cayeron por la crisis. No tragarían, por injusta e insolidaria, con una devaluación paulatina de sus pensiones. Y el voto es su arma.