Ibarretxe ha anunciado su decisión de presentarse por cuarta vez como candidato a lehendakari por el PNV, un partido que gobierna ininterrumpidamente el País Vasco desde las primeras elecciones celebradas en 1980. ETA y el 'Plan Ibarretxe' son dos de los puntos que han definido estos 28 años al frente del gobierno vasco. Sin embargo, la insistencia en ciertos aspectos del nacionalismo revela falta de ideas, de programa y de proyecto.
El PNV gobierna ininterrumpidamente la comunidad autónoma vasca desde las primeras elecciones celebradas en 1980, poco después de ratificado en 1979 el Estatuto de Autonomía. El 31 de marzo de 1980, el Parlamento de Euskadi celebró su primera sesión del nuevo régimen a la sombra del histórico árbol de Guernica.
Carlos Garaikoetxea fue elegido primer presidente, después de haber ocupado breve tiempo la presidencia del Consejo General Vasco en la etapa preautonómica (el PSOE cedió entonces al PNV el cargo, en un error que ha sido calificado de histórico tiempo después).
Garaikoetxea, radical, ganó las elecciones de 1984 (obtuvo 32 escaños en un Parlamento de 75) y protagonizó la escisión que dio lugar al nacimiento de Eusko Alkartasuna, por lo que la 'lehendakaritza' pasó a manos de José Antonio Ardanza en 1985.
En 1986 se celebraron elecciones anticipadas, que ganó el PSOE en escaños (19 frente a 17 del PNV) y el PNV en votos. EA, la fracción escindida del PNV, logró 12 escaños. Ardanza continuó al frente del Gobierno, y el PNV ganó las elecciones de 1990 y 1994.
El Pacto de Ajuria Enea
En 1988, todas las fuerzas políticas democráticas de Euskadi firmaron el Pacto de Ajuria Enea contra la violencia terrorista, que preconizaba un "final dialogado" del terrorismo y rindió sus frutos. En marzo de 1998, diez años después y cuando aquel Pacto había decaído, Ardanza, un hombre moderado, presentó en el Plan que llevaba su nombre y que pretendía auspiciar un proceso de paz; dicho plan no fue sin embargo aceptado por las fuerzas estatales aunque tenía aspectos positivos y plausibles.
En 1998, ya gobernando en España el Partido Popular, Ibarretxe tomó el testigo de Ardanza, tras decidir éste retirarse. En aquellas elecciones, que ganó el PNV con 21 escaños, Euskal Herritarrok (17 escaños) consiguió convertirse en la segunda fuerza de Euskadi. En esta legislatura el PNV firmó con las fuerzas nacionalistas el Pacto de Lizarra y ETA declaró una tregua, que Aznar aceptó como base de un proceso de negociación, que fracasó como es bien conocido.
La provocación de una alternancia conjunta
En 2001, PP y PSOE, con Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros respectivamente al frente, intentaron provocar la alternancia conjuntamente. Estuvieron a punto de lograrlo después de una campaña altamente politizada: el PP obtuvo 19 escaños y el PSOE, 13, pero la coalición PNV-EA consiguió 33.
Ibarretxe continuó gobernando, y presentó su Plan secesionista, rechazado por el Parlamento español. En 2005, Ibarretxe se presentó de nuevo; el PNV logró 22 escaños y 7 EA. Exceptuando los nueve escaños de los proetarras de EHAK, nacionalistas y no nacionalistas quedaron empatados a 33 escaños. Ibarretxe continuó siendo lehendakari y presentó su disolvente y absurda propuesta de Consulta, que el Tribunal Constitucional ha desactivado.
Tras el fracaso del 'Plan Ibarretxe' y tras el naufragio de la referida Consulta de autodeterminación, el PNV insiste, probablemente porque no tiene candidato de repuesto que le asegure un tirón popular semejante al de quien lleva ya 18 años -desde 1999- al frente del Ejecutivo de Euskadi.
Falta de ideas, de programa y de proyecto
Esta insistencia revela falta de ideas, de programa y de proyecto en el nacionalismo vasco, incapaz de separarse completamente del mundo radical y de la violencia etarra, y siempre ensimismado en una posición ambigua, verbalmente enfrentada con ETA pero condescendiente en el fondo con los amigos de los 'gudaris' que viven del asesinato y la extorsión.
La razón de tan dilatada pervivencia del PNV en el Gobierno vasco es compleja. De un lado, es incuestionable que un sector de aproximadamente la mitad del electorado vasco es proclive al nacionalismo, pero semejante aritmética no bastará para justificar la falta de alternancia.
La consolidación del PNV al frente de las principales no se entendería sin tener en cuenta la tupida red clientelista que los nacionalistas han establecido no sólo en la política y en el sector público vasco sino también en la propia sociedad. Un gobierno paternalista, tentacular, se ha introducido en todos los intersticios con su control omnipresente, de forma que de su continuidad dependen las prebendas de gran número de estómagos agradecidos. Es lo que sucede siempre cuando, incluso en democracia, se alargan en exceso las etapas de poder. Como decía lord Acton, si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente.
La obstinación de Ibarretxe
En el terreno político, la obstinación y la procacidad irracional de Ibarretxe ha traspasado todos los límites. Aunque las encuestas dan cuenta del carácter minoritario del independentismo y una conformidad mayoritaria delos vascos con su actual -y privilegiado por el Concierto Económico- statu quo en la España constitucional, el lehendakari ha emprendido un viaje peligroso y absurdo hacia el independentismo que, manifiestamente, da alas a ETA.
En definitiva, nunca ha dejado de ser cierto que, como dijo Arzallus siendo presidente del PNV, "mientras ETA agita el árbol, el PNV recoge las nueces".