Hace ya algún tiempo que todo lo que sucede en Ferraz se mide en proporciones bíblicas. Cualquier frase tiene un significado oculto, todo movimiento esconde una enseñanza, la parábola es el pan de cada día y la militancia socialista continúa cautiva obligada a leer entre líneas en los mensajes de sus dirigentes.
Quizás porque la socialdemocracia española escribe recto con renglones torcidos, el Antiguo Testamento de la Gestora, con sus cataclismos, sus venganzas y sus castigos divinos dejará paso en unos meses al congreso de un Nuevo Testamento en el que el advenimiento de un profeta salvará al PSOE del Apocalipsis. O al menos tendrá que intentarlo.
Dicen que Juan, el santo cristiano, dejó escrito que cuatro jinetes anunciarían la llegada del fin de los tiempos. Eran los depositarios de la guerra, el hambre, la muerte y la victoria. Y vencer es lo que quieren los (de momento) tres jinetes que aspiran a subirse a lomos del caballo salvaje de un PSOE a la deriva, para domesticarlo y evitar una más que probable caída a los abismos electorales.
Uno de ellos, llegado del Norte, ya ha presentado sus credenciales. Los otros dos, más timoratos, juegan con los tiempos y sopesan sus posibilidades. Una por el miedo a caerse de un corcel que creía domado. Otro por no tener claro si el suyo tiene las cuatro patas intactas.
Susana Díaz y el hambre
Parecía destinada a entrar en Ferraz sobre una alfombra roja, en olor de multitudes, pero las cosas se han torcido últimamente. El hambre de poder se nota en la mirada y, con el paso de las semanas, Susana Díaz se ha convertido en la mayor enemiga de Susana Díaz. Desde la batalla del Comité Federal de octubre, en la que se enterró cualquier posibilidad de Gobierno por la izquierda y el 'no es no' se convirtió en un 'ay de ti como digas que no', la andaluza juega el papel de bruja de Blancanieves para buena parte de militancia.
A pesar de contar con el respaldo del aparato del partido y con el apoyo -ridículamente velado aún- de las vacas sagradas socialistas, todo indica que Díaz no lo tendría nada fácil en un hipotético cuerpo a cuerpo con el candidato de un ala crítica unida en torno a una única opción, sobre todo si finalmente no se logra desactivar al PSC y sus 18.000 socialistas con derecho a voto. O si las encuestas, como la publicada esta misma semana, siguen poniendo números al desplome electoral del PSOE en Andalucía, con una caída de siete puntos y con Podemos y PP en crecimiento.
Por eso, y quizás bien aconsejada, Díaz se ha armado de paciencia y ha adoptado, al menos por el momento, la estrategia que tan buenos resultados ha proporcionado en la acera de enfrente. Aplicar receta mariana, no menear el avispero, obviar que la pelota está en su tejado y esperar a que los rivales acaben por diluirse en dos candidaturas.
Además, la presidenta de la Junta de Andalucía sigue sin tener claro si el paso hacia la secretaría general del partido no será una manera de cortar la proyección que tiene como mandataria autonómica de cara a su ansiada candidatura a Moncloa, teniendo en cuenta que esta legislatura no tiene escaño en el Congreso. Por si acaso, Alfredo Pérez Rubalcaba ya se ha apresurado este jueves a aclarar que ambos cargos serían perfectamente compatibles.
Patxi López y la guerra
Ha sido el más rápido en desenfundar el revólver y puede que tenga sus razones. El exlehendakari Patxi López es el jinete de la guerra, por la sencilla razón de que quiere que se desencadene cuanto antes. El vasco, abanderando la socorrida tercera vía que tan bien encaja en cuitas como la socialista ha cogido su sitio en la parrilla de salida aprovechando la indecisión de Sánchez.
Y de momento no le va mal. A pesar de haberse puesto de perfil para votar la abstención que llevó a Rajoy de vuelta a Moncloa, ha conseguido apoyo de buena parte de los barones críticos y ha solmenado un revés liftado al campo de Susana Díaz, que aún sigue pensando en cómo y cuándo ejecutar el golpe de vuelta.
López tiene a su favor el tiempo mediático que le está proporcionando ser el único candidato confeso hasta la fecha, pero la precipitación en política puede jugar malas pasadas.
Pedro Sánchez y la muerte
Prometió carretera, pero parece que a Pedro Sánchez no le entra la primera. Un par de actos esporádicos y cero apariciones en medios son el saldo después de tres meses fuera del sillón de mando. Podría pensarse que todo responde a una estrategia meditada, pero con Sánchez nunca se sabe. Tal vez el miedo a su definitiva muerte política le esté atenazando, o quizás haya aprendido que los golpes en la arena de la partitocracia se tienen que dar de uno en uno y con mucha fuerza.
El caso es que el ex secretario general deshoja la margarita mientras algunos de los críticos ilustres ya comienzan a pedirle que empuje con López o se baje del carro. Sin embargo, todo indica que Sánchez no se dará por vencido tan fácilmente. El madrileño ha elegido la tierra de Susana Díaz, Andalucía, para iniciar su ruta por España con el objetivo de "escuchar" a la militancia. Su primera parada será Sevilla el próximo 28 de enero, según anunció este miércoles a través de Twitter.
La batalla por el liderazgo del PSOE promete. El Juicio Final, a finales de mayo.