Vladimir Putin ha vuelto a superar su propio récord de popularidad. Si el inicio del conflicto en Ucrania volvió a disparar el índice de apoyo de los ciudadanos rusos alrededor de su presidente, pese a la actitud beligerante adoptada por el mismo, en la actualidad, la tendencia no solo se ha consolidado, sino que ha alcanzado cotas históricas del 88% de aprobación a Putin.
Se trata del nivel más alto desde que llegó a la Presidencia por primera vez hace 15 años, según el sondeo elaborado por el Centro de Investigación de Opinión Pública. Con un apoyo cerrado en torno a Putin, casi el nueve de cada diez rusos aprueban su labor como líder de Rusia.
¿Cómo es posible que el presidente ruso consiga tal popularidad entre sus ciudadanos, de los que un 60% vive en situación de pobreza? La paradoja no puede explicarse relacionando conceptos más europeos que vinculan el bienestar de un pueblo con la situación económica del país, y por tanto, de la gestión que realiza el Gobierno de este escenario.
Así lo asevera el analista Vardan Bagdasarián en Rusia Hoy, quien explica que, cotejando índices económicos como el PIB o la renta per cápita con los índices de popularidad del presidente, nunca existirá una correspondencia lógica. Es decir, en los años de mayor bonanza económica en Rusia, el apoyo al presidente Putin no experimentaba un incremento. Y en época de crisis, como la actual, la confianza en el líder llega a cifras históricas.
El imaginario zarista
El analista se remonta al imaginario tradicional político-social ruso para dar respuesta a esta peculiar situación, y que se basa en la antigua división estamental de pueblo llano, nobleza y el zar.
El zar actuaba como un elemento equilibrante entre una y otra clase, condenadas a odiarse y a ostentar una posición de lucha. Así, el triunfo del zar consistía en mantener suficientemente satisfecho al pueblo sin molestar a la nobleza en exceso.
Esta separación entre zar y nobleza ha ido prevalenciendo a lo largo de los siglos en la sociedad rusa hasta la actualidad, aunque ahora bajo distintos nombres: el presidente y los cargos gobernantes. Es decir, los ciudadanos rusos libran de responsabilidad a Putin -el 'zar', o jefe del Estado- en la grave situación en la que está sumido el país, para 'colgársela' en su totalidad a los ministros y otros gobernantes.
Crítico escenario económico-social
El escenario ruso gana en complejidad desde hace meses. El 60% de los ciudadanos vive en situación de pobreza; la inflación ha escalado hasta el 17%, provocando que la mitad de los ingresos de los rusos se destinen a hacer la compra; y los salarios para varios grupos de funcionarios han descendido entre el 5 y el 20%. También el del presidente y altos cargos del Kremlin, una decisión tomada a principios de año por el propio Putin, que no dudó en reducir su paga en un 10%.
El presupuesto de algunos ministerios también se verá recortado, como posiblemente suceda en el de Defensa, sobre el que planea un 'tijeretazo' del 10% aún no hecho oficial.
La caída de los precios del petróleo y las continuas y recientes sanciones impuestas a Rusia por la UE a raíz del conflicto con Ucrania son algunos de los factores que complican el panorama en el país. Esto último, además, ha provocado un incremento en el nivel de antipatía de los ciudadanos hacia Occidente, específicamente, hacia la Unión Europea: un 71% de los rusos muestra desafección hacia este conglomerado de naciones vecinas. La cota de tirantez hacia los países occidentales nunca había sido tan elevada en Rusia.