Salud

Día de la Salud Mental: una lucha para que 'el vecindario lo sepa'

  • Es tan importante la aceptación total de la sociedad como derribar el autoestigma
  • Sólo un 15,8% de las personas con enfermedad mental tienen trabajo en España
  • La mayoría, con pensiones no contributivas, precisan del respaldo económico familiar
Imagen: Pixabay

Tan sólo tres años atrás Rebeca (nombre ficticio para proteger al real) no podría haber tomado un café conmigo. Parece que el otoño se ha puesto serio en el despertar de esta mañana de octubre en Puente de Vallecas, Madrid. Sin embargo, para Rebeca hace calor. Siente esa sensación desde que rompió su invierno. Le diagnosticaron esquizofrenia en 1997, cuando contaba 27 años. Ahí experimentó su primer brote psicótico. Para entonces ya era madre de dos niñas y había sufrido malos tratos por parte del que fue su marido, "el machismo más puro y duro tuve. Te destruye la autoestima", admite.

En palabras de Carolina Ávila, psicóloga clínica, este trastorno mental, que precisa de una vulnerabilidad biológica y de un estímulo externo que sirva de disparador, consiste en "delirios, alucinaciones y síntomas depresivos. Escuchan voces, que creen verdaderas, o interpretan que otras personas hablan de ellos. Los síntomas deben permanecer continuadamente durante al menos seis meses para su diagnóstico". A su lucha contra la enfermedad se une una batalla casi mayor: el estigma social y el plano económico. La realidad es que hoy tan sólo el 15,8% de las personas con enfermedad mental tienen un trabajo en España, y de éstos menos del 5% corresponde a personas con trastornos mentales graves, según Feafes Empleo. "No vamos por la vida sacando cuchillos", refunfuñe Rebeca. No obstante, Ávila deja claro que "no hay que olvidarse de una primera piedra, el autoestigma, igualmente peligrosa".

"Es vital reconocerlo. Tardé en dar ese primer paso"

Rebeca ha llegado más que puntal. Ha salido con una hora de antelación de su casa cuando necesitaba 10 minutos. No obstante, mientras corrobora si le han puesto sacarina o sal, me afirma que "ya no me importa". Ahora disfruta del aire fresco en la cara paseo arriba, paseo abajo. "Me he tirado tres años recluida en casa de mi madre, sin salir en absoluto. Sólo ir a comprar el pan me era imposible o entrar en una cafetería. Así que montar en metro ni te cuento... Confundía a la gente. Les paraba y les preguntaba como si fuesen conocidos. Mis crisis de ansiedad eran grandísimas. Empezaba a angustiarme, a llorar. Ya no lo hago". Y ya no lo hace porque tomó consciencia de su enfermedad. "Es vital reconocerlo. Tardé en dar ese primer paso. Fue en 2015. No me medicaba porque no asimilaba lo que tenía". No en vano, la asunción, que le ha conllevado una posterior evolución, con las manos de personal cualificado mediante, no le ha hecho olvidar el punto de partida, "el primer brote es un proceso bestial de delirios,creía que me perseguían, pero no duele corporalmente. Es como una explosión interna. Estaba en Chamberí con mis hijas... Todavía no paso por esa zona por las vecinas... Sabía que algo no iba normal, pero tardé en admitir".

Esta tardanza, sabida por los profesionales, y la media de edad en que se desencadenan estos trastornos implica un ruptura vital a varios niveles. "Desde los primeros síntomas hasta que asisten a la primera consulta la media se cifra en 10 años, lo que supone una década de aislamiento social. El qué pensarán, sí... Pero es una barrera. Luego, las enfermedades mentales se inician en la primera etapa de la edad adulta, en torno a los 20 y tantos años. Ello supone romper con todo. No llegan a materializarse en las relaciones interpersonales, dificultades en el autocuidado o no se han podido incorporar al mercado laboral", manifiesta la psicóloga Carolina Ávila. Esa brecha también la ha tenido que superar Rebeca, quien para sus terapias cuenta la asociación Alusamen. Gracias a eso ha podido acceder, a través tan sólo de su cuota de socia, a las terapias de intervención psicológicas, que conjuga con una serie de neurolépticos, que tomará de por vida.

Rebeca no trabaja. Vive con una pensión no contributiva que no supera los 400 euros y acaba de solicitar el bono social térmico. El resto procede de la ayuda de su padre. "Para la mayoría es así, por lo que el peso económico recae en su familia. Esto no ocurre en otras enfermedades. Hace unos años hicimos un estudio interno acerca de los derechos de las personas con trastorno mental. Y salía que tenían menos que la población en general. No pueden trabajar, no pueden tener hijos, no se pueden casar, las relaciones sexuales incluso con prescripción médica... Son trabas que también tenemos que trabajar". ¿Pero qué le impide desarrollarse en el mundo laboral a Rebeca? "Lo primero es que si digo lo que tengo, en muchos sitios, no superaré el corte. Por otro lado, y aunque estoy superándome mucho, yo pensaría que no estoy a la altura de mis compañeros. Que ellos lo hacen mejor. No sé si me adaptaría. Me esforzaría tanto el primer día que al segundo estaría reventada físicamente. Cuando me separé pensaba que no hacía nada bien".

El autoestigma, primero

Hoy, 10 de octubre, se realizan distintas actividades y eventos en pos de la visibilidad de la Salud Mental. Uno de los leitmotiv que sigue vigente es la aceptación por parte de la sociedad en detrimento de esa suerte de señalamiento. No en vano, Ávila reparte responsabilidades y alude a mirarse primero en uno mismo. "El autoestigma es, ciertamente, la primera barrera cuando hay un diagnóstico. Hablamos mucho del estigma de la población en general y luego resulta que está en la propia persona o familia. De hecho, los universitarios están ahora trabajando mucho en este tema", y sigue rompiendo mitos, esta vez a nivel laboral, "claro que pueden llegar a desempeñar un oficio. Y de una manera totalmente normalizada, aunque actualmente ahí está el dato de las personas empleadas con enfermedad mental. Rebeca aún sigue rompiendo sus cadenas".

Toda vez esclarecido ese primer paso, espera, pues, el recibimiento social. Sonia tiene 52 años y una depresión severa de la que va consiguiendo salir. Aunque "siempre era el alma de la fiesta". A esta preparadora física deportiva se le juntaron varias situaciones. "Me diagnosticaron esclerosis múltiple, perdí la visión del ojo derecho y como Rebeca mi marido tenía la mano suelta". No en vano, el palo más duro fue cuando le quitaron a sus hijas. "Le creyó el juez cuando alegó que yo por mi depresión no podía hacerme cargo de ellas". Hoy tienen 18 y 25 años y adoran estar con su madre. Y Sonia ha conseguido un empleo cuidando a un bebé. El contraste es notable. "La depresión te anula por completo, te abandonas, dejas incluso de asearte. Pero solemos escuchar aquello de que estamos 'de bajón'. Eso es reducir a algo menor a una enfermad como otra cualquiera", aseveraba Sonia, quien tras la realización de talleres y con el apoyo de su asociación ha dejado de "sentirse un bicho raro y a hablar con gente". Por su parte, Rebeca espera que "algún 10 de octubre no tengamos que pedir que nos quiten las 'etiquetas'. En mi vecindario nadie sabe que tengo esquizofrenia. Ahora, si tuviese un cáncer...".

Mientras eso llega, Rebeca da por bueno que ya no baja "llorando a los talleres" y que gracias a la asociación "he hecho amigos, con los que quedo a tomar algo de vez en cuando. Es para mí muy significativo. Como un abrazo". Por último, la psicóloga Ávila concluye que "está demostrado que las personas con enfermedad mental cometen menos delitos que quienes no están diagnosticados" y agrega que "en el caso de la esquizofrenia hay que desterrar su imagen de agresivos. Yo sólo tuve un episodio con un paciente y fue por un mal entendido. La clave está en la visibilidad y los estigmas, propios y sociales". Por ahí, quizás, sea un 10 de octubre menos para que 'el vecindario pueda saberlo'. Para ello continuarán sembrando el futuro con semillas de esperanza y conquistar así el abrazo de la sociedad.

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Comentarios 2

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!Viva el Cachondeo!.
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En Contra

Los únicos que tienen trabajo de este colectivo están en el parlamento, senado, partidos y demás instituciones.

¡ASI NOS VA!.

Puntuación 6
#1
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En Contra

!viva el cachondeo!, me ha hecho mucha gracia tu comentario, de verdad.

pero te aseguro que cualquier enfermo mental no haría en ningún caso lo que hacen estos locos de atar.

jajjajajaajajjajajajja

Puntuación 0
#2