El escudo de Madrid está formado por una corona real, siete estrellas, un madroño y una osa. Es este animal (junto al árbol) el que más se asocia a la ciudad, pero sin embargo los madrileños no son osos, sino gatos. Es con este felino apodo por el que se conoce a aquellos que son naturales de la capital de España. Pero, ¿de dónde viene el mote? "Pongamos que hablo de Madrid", que diría Joaquín Sabina.
La historia de los gatos y Madrid se remonta al siglo XI, concretamente a 1085, cuando el ejército cristiano del rey Alfonso VI conquistó la ciudad. Una región que por aquel entonces no tenía el poder que representa hoy en día y que desde el año 852 estaba bajo dominio musulmán y era conocida con el nombre de Mayrit.
En el siglo XI Toledo era una de las ciudades más importantes de la Península Ibérica, por ello el interés de ocupar la localidad castellana tanto por musulmanes como por cristianos. Pero, para la defensa de Toledo existía una fortaleza militar de vital importancia por su situación geográfica, esta era Madrid.
Alfonso VI, el Bravo, fue rey de León, Galicia y Castilla y la gran hazaña por la que se le recordaría sería por la conquista de Toledo. Para ello, unos meses antes envió a sus tropas a ocupar Madrid, pero ante la gran defensa musulmana de la muralla que rodeaba la ciudad, el rey se preguntó cómo podía flanquear la fortaleza. Sería en estas cuando apareció la persona que pondría nombre a la historia.
El ataque se produjo en mayo y mientras el ejército cristiano avanzaba con mucho sigilo, un muchacho se lanzó a escalar la muralla de la ciudad con la única ayuda de una cuerda y una daga. El joven tiró de agilidad y en un tiempo que sorprendió a sus compañeros trepó el muro gracias a los orificios que ocasionaba en las piedras y a su felina habilidad.
Cuando consiguió coronar la cima, fijó la cuerda para que subieran los cristianos, retiró la bandera musulmana y colocó la de Alfonso VI. El ejército sorprendió a los moros y, gracias a la agilidad del muchacho, se hizo con el poder de Madrid.

La familia se hizo importante en la ciudad de Madrid, como la de los Escarabajos o la de los Muertos, y con el tiempo la historia se convirtió en leyenda y en la región se pasó a llamar gato a todo aquel que demostraba valentía. Una vez asentado el apodo en la ciudad, se pasó a denominar gato a todo aquel que hubiese nacido en Madrid y fuese descendiente de dos generaciones más de madrileños, es decir, los cuatro abuelos y los dos padres originarios de la villa.
Hoy en día existe en Madrid el Callejón del Gato, en la calle Álvarez Gato, en honor a este poeta de la Corte del siglo XV y descendiente del valeroso muchacho.