La traslación de la subida de los tipos de interés del mercado al negocio hipotecario va por fases. Primero: la simple expectativa de subidas del precio del dinero en la eurozona inyectó un empuje en el euríbor que le sacó del -0,502% de diciembre pasado a entrar en zona positiva en abril por vez primera desde 2016, para escalar al 0,852% en junio. Su rally pasó casi de inmediato al escaparate de las entidades, donde las hipotecas a tipo variable han desplazado en la oferta a un tipo fijo que se ha multiplicado, además, al ritmo de la carrera del euríbor.
A juzgar por los recientes movimientos del mercado, parece que la inflación ha pasado de ser Lobo feroz a Caperucita roja. Han sido unos días sorprendentes; el movimiento de 75 puntos básicos de la Fed y un comentario de su presidente, Jerome Powell ("... A medida que la orientación de la política monetaria se endurece aún más, es probable que resulte apropiado ralentizar el ritmo de las subidas mientras evaluamos cómo nuestros ajustes de política acumulados están afectando a la economía y a la inflación"), han sido suficientes para que las condiciones financieras se hayan relajado.
La banca española comercializa los créditos a través de las tarjetas revolving a un interés más de dos puntos por encima de la media de la eurozona. Las entidades nacionales aplicaron a cierre de junio un tipo medio del 18,15% a este tipo de préstamos, mientras que el interés medio de los bancos europeos está 2,29 puntos porcentuales por debajo, en el 15,86%.
En poco más de una década y tras encadenar varias crisis de calado, la banca española ha retrocedido a las dimensiones de redes de oficinas y plantillas censadas en los años 70 ajuste sobre ajuste. En el sector han desaparecido 112.201 puestos de trabajo vía prejubilaciones y despidos o el equivalente al 22% de las 495.442 salidas sufridas por el conjunto de la banca de la zona euro.
Por primera vez en tres años, los grandes bancos españoles dejan de cobrar a las empresas por sus depósitos. Sin duda, se trata de un cambio lógico dictado por el giro radical que se ha producido en las condiciones financieras de la eurozona. Ese tipo de comisiones tuvieron sentido cuando la prioridad del BCE era reanimar el crédito y la actividad y, para ello, Fráncfort recurrió a todo el arsenal a su disposición.
Incertidumbre, crisis y recesión. Esos son los términos económicos en los que se mueve la actual coyuntura y por los que el Banco Central Europeo (BCE) pregunta. Grandes empresas del entorno del euro muestra ya una preocupación creciente ante la posibilidad de que acontezca una recesión -dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo-. La inflación sigue siendo indeseablemente alta y se espera que se mantenga por encima del objetivo del consejo de gobierno durante algún tiempo. Los últimos datos indican una desaceleración del crecimiento, lo que empaña las perspectivas para la segunda mitad de 2022 y más allá, explican, observando un futuro algo más gris.
"No nos corresponde a nosotros bajar los diferenciales de la deuda", dijo Christine Lagarde en marzo de 2020. Esta afirmación ya es papel mojado, ya que, dos años después, es exactamente eso lo que está haciendo el Banco Central Europeo (BCE).
Llevamos seis meses increíblemente difíciles para los inversores en bonos, pues la mayoría de los activos en renta fija ha caído más o menos en tándem, sin un lugar donde refugiarse. Esta situación me recuerda a un episodio de una comedia estadounidense de los años 90, donde uno de los personajes, George Costanza, dice cada decisión que ha tomado ha sido mala y su vida lo contrario de lo que debería. Su amigo le convence de que "si cada decisión que tomas está mal, lo contrario tiene que ser cierto". Costanza se dedica entonces a hacer lo contrario de lo tradicional, con resultados sorprendentes. De la misma manera muchos inversores pueden pensar que deberían haber estado cortos, a la baja, en renta fija.
Que un gobierno italiano salte por los aires no es algo que sorprenda a los inversores. Los mercados ya parecen verlo como una constante de la realidad italiana, algo con lo que hay que lidiar cada cierto tiempo, teniendo en cuenta el historial político que mantiene el país.
El ministerio de Hacienda va a solicitar al Banco Central Europeo (BCE) un informe con su opinión sobre la proposición de ley presentada en el Congreso por el PSOE y Unidas Podemos, socios del Gobierno de coalición, para regular el futuro tributo a la banca a fin de conocer su opinión y verificar si colisiona con la regulación que rige en el sector financiero. Entre otros aspectos, prohíbe por ley repercutir el gravamen al cliente, algo que chocaría de manera frontal con la regulación de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) que obliga a las entidades a considerar todos los costes a la hora de fijar sus precios y, de no hacerlo, se exponen a sanciones por parte del organismo supervisor.
La dimisión del ex presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, como primer ministro de Italia ha vuelto a poner de relieve la disfuncionalidad política y la precaria situación de la deuda del país. Pero, ¿qué implicaciones tienen los problemas de Italia y la caída de Draghi para la eurozona?
Nuestra economía ha sido una de las más perjudicadas de la Zona Europa por esta ola de inflación y, en particular, las familias con menor renta disponible.
La era de los tipos cero llegó a su fin el jueves cuando el BCE cumplió con las especulaciones y subió, por primera vez en once años, los tipos de interés en 50 puntos básicos, la mayor subida desde hace más de dos décadas. Una decisión que no se hizo notar en el mercado europeo, pese a que al cierre semanal presentara notables rebotes.
Europa deja de tener los tipos de interés oficiales en negativo. Esto ya es una realidad después del aumento de 50 puntos básicos que anunció el pasado jueves la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde. Con ello, vuelven a mezclarse los temores de una recesión, si es que no se ha iniciado ya, con el impacto que ello puede tener en la deuda de los Estados miembro y, en particular, de los países periféricos. Más sensibles que sus hermanos del norte en términos históricos.
La aprobación esta semana de la herramienta que permitirá al BCE comprar deuda sin límite de cualquier país para evitar que se dispare su prima de riesgo demuestra hasta qué punto el eurobanco teme una fragmentación en la eurozona.
Tras anunciar hace menos de un mes un incremento de 25 puntos básicos en los tipos, el BCE sorprende al mercado con un aumento de 50 puntos de una sola tacada, algo que no se veía desde hace 22 años.
Finalmente los rumores se cumplieron y el Banco Central Europeo subió los tipos en 50 puntos básicos. Una decisión que, tras conocerse, afectó positivamente a las principales plazas a este lado del Atlántico. Sin embargo, Christine Lagarde volvió a sacudir los parqués al anunciar las duras condiciones de la herramienta antifragmentación. La rueda de prensa no acabó de convencer a los mercados, que frenaron sus ascensos para finalmente acabar con ligeras pérdidas que no alcanzaban el 1%.
El mercado de renta fija estuvo en ascuas durante una sesión protagonizada por la reunión del Banco Central Europeo (BCE), que además de anunciar una subida de 50 puntos básicos en los tipos de interés, desarrolló la herramienta de antifragmentación para todos los países de la zona euro que tanto intrigaba a inversores y a los Estados que dependen en buena medida de las condiciones de Christine Lagarde para captar financiación.
Si algo está marcando este ejercicio es la extrema volatilidad y la gran cantidad de factores macroeconómicos que vapulean constantemente al mercado, en el que ya se descuenta una posible recesión. La semana pasada fue una más dentro de esta tónica. Esta, sin embargo, parece que los tambores que resuenan anunciando la llegada de la subida de tipos del BCE, igual que Los largos lamentos de los violines del otoño pregonaron el desembarco de Normandia, han devuelto el color a los principales parqués (ver página 20).
José Luis Escrivá fue el autor intelectual del impuestazo a la banca que Sánchez anunció en el Debate sobre el Estado de la Nación para contentar a Podemos.
Ha llegado el día de la reunión más importante del Banco Central Europeo (BCE) en los últimos años, ya que se prepara para subir los tipos de interés por primera vez desde 2011. La duda que está en el aire es si el organismo que preside Christine Lagarde va a incrementar los tipos 25 puntos básicos, o si la subida será de 50.
Está asumido que el Banco Central Europeo (BCE) va a subir los tipos de interés este jueves, y la propia institución ha dado una guía a los inversores, destacando como lo más probable que lleve a cabo una subida de tipos de interés de 25 puntos básicos. Eso sí, Christine Lagarde, presidenta del organismo, puso un condicionante a esta subida: que el incremento de las tasas de inflación no empeore, algo que, a su pesar, finalmente sí ha ocurrido.
Ha llegado la hora de actuar para el Banco Central Europeo (BCE). Después de 11 años en los que la política monetaria de la eurozona ha estado caracterizada por los tipos bajos y los estímulos monetarios, al final la inflación ha llegado, y aunque la reacción de los políticos monetarios de la región se ha hecho esperar, finalmente también ha ocurrido.
El BCE dará a conocer el jueves los detalles de su escudo antifragmentación en un momento de tensión en las primas de riesgo del sur de Europa por la crisis política en Italia.
Aunque rara vez el Banco Central Europeo (BCE) deja ver sus intenciones con tanta claridad, en junio telegrafió la que será la primera subida de tipos de interés en Europa en once años. Se producirá este jueves, 21 de julio y, salvo que haya una sorpresa, que algunos analistas no descartan, la previsión es que sea de 25 puntos básicos en los tres tipos de interés clave (el principal de refinanciación, el marginal de crédito y la tasa de depósito), a pesar de que algunos halcones dentro de la institución han llegado a defender públicamente que debería ser mayor a un cuarto de punto.
A principios de este año el euro se intercambiaba a 1.14 contra el dólar estadounidense, la inflación general en EE. UU. estaba en el 7,5% y en Europa al 5,1%. En tan solo siete meses la inflación que padecemos, tanto los estadounidenses como los europeos, ronda el 8,6%. Curiosamente, ante el mismo nivel de inflación vemos cómo se articulan respuestas que difieren notablemente en términos de intensidad. La Reserva Federal comenzó con su normalización monetaria en marzo de este año, y si bien el inicio fue lento, ahora lleva a cabo subidas de tasas de interés del 0,75% en cada reunión, planteando como meta alcanzar el nivel del 3,4% para finales de este mismo año. Además, ha comenzado a reducir el balance de deuda adquirido durante la última década a un ritmo de cincuenta mil millones mensuales, pero eso solo para abrir boca, ya que a partir de septiembre de este año pretende subirlo hasta los 95.000 millones al mes. Por su parte, el BCE ha anunciado su intención de subir las tasas de interés por primera vez en más de una década en 0,25%, lo que dejará el tipo de interés en el -0,25%. Todo apunta a que habrá que esperar al último trimestre de este año para tener tasas de interés positivas pese a tener una inflación descontrolada. Respecto a la deuda adquirida por el Banco Central Europeo, no pretenden seguir los pasos de la FED, es decir, reducir el balance, sino tan solo mantenerlo estable en el entorno de los nueve billones de dólares actuales.