Definir el absentismo laboral no es sencillo. La RAE lo define como "Abstención deliberada de acudir al lugar donde se cumple una obligación"; pero, en términos de empleo, puede deberse a muchas causa, desde la incapacidad temporal por enfermedad hasta una ausencia no justificada.
El conflicto entre el Gobierno y el Instituto Nacional de Estadística (INE) está lejos de limitarse a los últimos cálculos del PIB y el IPC. Otra variable clave, la productividad, muestra sistemáticamente resultados muy negativos en los datos que el INE proporciona a Eurostat, aquéllos con los que esta última institución hace sus comparativas a escala comunitaria. De hecho, las cifras más recientes revelan cómo el rendimiento por trabajador y hora trabajada en nuestro país sufrió la mayor caída de toda la eurozona (10,6 puntos) desde el final de la crisis de 2008-2013 hasta 2021.
La oferta de empleo público en la Administración Central durante la etapa de Gobierno de Pedro Sánchez alcanza 155.000 plazas, un 141% más que la acumulada por su predecesor en el cargo, Mariano Rajoy.
Dentro del concepto de productividad existen una seria de términos que hay que tomar en cuenta como palancas fundamentales que afectan a estas ratios: la tecnología, la organización de una empresa, la gestión de los RRHH y la calidad del proceso.
Los últimos datos de inflación interanual han sido peor de lo esperado, se ha situado en un 9,8% según los datos provisionales publicados por el INE, la cifra más alta desde mayo de 1985, cuando bajo la presidencia de Felipe González, estaba en un 9,9%. En otras palabras, una familia que pagó 100 en marzo de 2021 por su cesta de la compra, ahora tendría que pagar 109,80 para conseguir exactamente la misma cesta.
La productividad de las pymes españolas se coloca un 62% por debajo de las ventas por ocupado en las grandes empresas y por debajo de la media europea. Así, en la economía española un trabajador de una empresa con mayor tamaño vente por valor de unos 315.000 euros, mientras en una pyme lo hace por valor de 122.000 euros. Es decir, la productividad de una pyme está casi tres veces por debajo de una sociedad de mayor tamaño.
Por sus comentarios en Twitter o incluso su aparición en algunas entrevistas, Elon Musk puede parecer que vive en un continuo caos. Sin embargo, el cofundador de Tesla y SpaceX cuenta en realidad con una serie de normas y líneas rojas que le permiten organizarse mejor diariamente.
La pregunta del título de esta tribuna se la debería plantear en serio la vicepresidenta Yolanda Díaz, más preocupada por sus intereses políticos futuros que por los problemas de los trabajadores. Miremos la situación de nuestro atrófico y disfuncional mercado laboral. Vamos con algunos datos que quizá clarifiquen la respuesta.
La variación anual de la productividad por trabajador en España acumula un descenso del 7,6% desde en el trienio de 2018 a 2020. Este es uno de los grandes factores negativos del mercado laboral español, al que hay que sumarle un aumento de los costes laborales unitarios de 9,3% en el mismo periodo. Recogiendo de esta forma los datos de Eurostat, España lidera la caída de la productividad entre las principales economías europeas, y bajo el mandato de Pedro Sánchez acumula ya 14 trimestres con datos negativos.
En 1979, W. Arthur Lewis recibió el premio Nobel en economía por su análisis de la dinámica de crecimiento en los países en desarrollo. Merecidamente: su marco conceptual ha demostrado ser invaluable para entender y guiar el cambio estructural en varias economías emergentes.
Ya es de mal fario que sólo unos días después sacar pecho por los relativamente positivos del paro registrado en diciembre -mes tradicionalmente bueno por el efecto de las rebajas y las Navidades-, la factoría 'Sánchez&Díaz Producciones' se tope con Eurostat, la oficina europea de estadísticas, para devolverles a la dura realidad y recordar que España es el líder absoluto del desempleo de la UE, que por sexto mes consecutivo es la economía europea con mayor tasa de paro, el 14,1% duplicando la media de la zona euro, y que el desempleo juvenil llega al 30% con medio millón de menores de 25 años sin trabajo.
La economía española comienza un trimestre que ya se da por perdido en términos de crecimiento. Las razones son claras: la combinación del impacto de la variante ómicron del coronavirus y de una inflación que, frente a lo pronosticado hace meses, ni es coyuntural ni se limita a los precios de la energía.
El alza del empleo durante el año 2021 esconde una caída de la productividad española a cifras nunca vistas en la historia económica reciente de España. Pese que que el empleo ha recuperado ya las cifras previas a la crisis del coronavirus, la actividad sigue por debajo, lo que rebela que con el mismo nivel de empleo, la productividad es un 6,6% menor que al inicio de la crisis.
La economía española registra una caída sin precedentes de la productividad, que sigue 6,6% por debajo de los niveles previos a la pandemia, pese al crecimiento del empleo en 2021.
España lleva décadas sufriendo una baja productividad y un crecimiento mediocre de los salarios reales (descontando la inflación). Políticos, medios o analistas intentan buscar soluciones rápidas (salario mínimo, Ley Rider...) a un problema complejo y cuya solución permanente puede requerir de años de costosa transformación e inversión. El problema de la productividad tiene que ver, sobre todo, con la composición sectorial de la economía española, muy centrada en sectores de bajo valor añadido, poco intensivos en capital y cuyo crecimiento de la productividad es relativamente mucho más bajo. Dado el elevado peso de estos sectores, la economía de España se encuentra en una situación muy comprometida para afrontar los retos del futuro.
Los sectores mejor valorados en cuanto a productividad y resilencia son los servicios de información y comunicación -en particular, programación, consultoría y otras actividades informáticas-, los servicios de investigación y desarrollo, las ramas financieras y de seguros, así como las actividades profesionales, científicas y técnicas entre las que se encuentran el diseño especializado y la fotografía-, según el análisis sectorial de los retos futuros de la economía española del Banco de España.
Durante estos 15 años de vida de elEconomista, España ha completado un ciclo económico y comenzado otro con una recesión y recuperación completamente inéditas. Es una perspectiva más que razonable para evaluar qué ha sucedido durante este tiempo y, lo que es más importante, cuál es el estado de salud de los motores principales de España y qué perspectiva dejan para los próximos años.
Cuando se piensa en alguien como Jeff Bezos, es fácil suponer que el fundador de la mayor tienda online y ya mayor minorista del mundo, además de la persona más rica del mundo, tiene muchas cosas que hacer. Al menos, hasta que estaba al frente de Amazon hasta hace solo unos meses.
El mayor impacto que las crisis tienen en el bolsillo de los ciudadanos españoles respecto a sus homólogos europeos no se ha reducido con la recesión producida por la pandemia.
En los últimos meses se ha hablado hasta la saciedad de la semana laboral de 4 días. Ahora, el modelo de una jornada laboral de 7 días, aparece también como alternativa. Tranquilidad, que no propone trabajar de lunes a domingo todos los días.
Acudamos al conjunto de indicadores que acudamos, podemos estar de acuerdo en que la economía española no marcha lo bien que debería marchar, por capacidades, recursos e historia. No merece la pena insistir sobre ello, las cifras son frías y tozudas. A nivel macroeconómico nuestras debilidades son claras, suficientemente señaladas y persistentes. A nivel microeconómico, en el "día a día", el ciudadano de pie lo nota de forma directa en sus bolsillos, cada día más impuestos -solo anunciarlos ya genera en sí mismo "deseconomía"-, una inflación desbocada -con efectos en la cesta de la compra demoledores para los hogares-, el precio de la luz descontrolado, combustible (gas-oil y gasolina) en máximos históricos, las cotizaciones para los autónomos y emprendedores muy difíciles de asumir por los mismos, el desempleo juvenil liderando la UE y la brecha intergeneracional creciendo.
Para Adam Smith la riqueza de las naciones está en el trabajo de sus habitantes. El acierto de esta tesis del economista escocés, seguida luego por David Ricardo, Karl Marx y tantos otros, se pudo comprobar, a las malas, cuando la Pandemia y sus restricciones, restringieron el trabajo y con ello, la economía y la riqueza de las naciones. Sin embargo, cuando, por fin, recuperamos el empleo perdido en tiempos de Pandemia, parece que la medida de nuestra riqueza, el Producto Interior Bruto (PIB) que estima el Instituto Nacional de Estadística (INE) no lo refleja: seguimos estando 7 puntos por debajo del PIB de antes de la Pandemia, lo que no ocurre en ningún país de nuestro entorno.
El apoyo prestado a las empresas para proteger la actividad económica y el empleo durante la pandemia no ha tenido precedentes en la mayoría de los países de la Unión Europea. Esto ha contribuido a mantener el empleo en los niveles anteriores a la pandemia.
En 1927 Werner Heisenberg formuló el principio de incertidumbre que establece, que no es posible determinar con precisión, al mismo tiempo, la posición y la velocidad de un electrón. Este principio no sólo es un axioma fundamental de la mecánica cuántica, sino también un límite absoluto del conocimiento humano: lo que sabemos nunca es a ciencia cierta, siempre es probabilístico.
El teletrabajo se ha convertido en la modalidad de empleo preferida de cada vez más gente. Tras el experimento forzoso que supuso la pandemia y la adaptación tanto de empresas como de la propia Administración con su nueva regulación, parece que cada vez son más los empleados que han visto en la flexibilidad que ofrece un buen motivo para marcarlo como preferido.
El escrutinio sobre el teletrabajo ha estado al orden del día desde que se inició la pandemia, con multitud de adeptos y otros tantos detractores. Ahora, cuando se empieza a imponer el regreso a la oficina, la revista Nature Human Behaviour ha publicado el que es hasta ahora el mayor informe sobre teletrabajo.
Este verano, Islandia se situó al frente de muchos titulares debido al éxito del que hasta ahora ha sido el mayor experimento con una jornada laboral de 4 días, un nuevo tipo de propuesta laboral que en España se lleva debatiendo meses desde la propuesta inicial Más País y que ya han adoptado de forma todavía muy primigenia algunas empresas -entre las que está Telefónica- en varios países.
La pandemia ha impactado de forma exponencial en la transformación del trabajo. Una transformación que se ha acelerado especialmente por la implementación de nuevas tecnologías y la necesidad de mantener la actividad de las empresas, asegurar la continuidad y al mismo tiempo responder a las expectativas de las personas.