Cierre de ciudades enteras una y otra vez para controlar el Covid. Un boom inmobiliario alimentado por la deuda que se está descontrolando y puede hacer colapsar el sistema bancario. Y el creciente coste del aventurerismo militar, unido a un inminente desastre demográfico al tener que hacer frente al legado de restringir las familias a un solo hijo. No hay duda de que China se enfrenta a muchos retos, como cualquier país. Sin embargo, el hecho de que la veamos cada vez más como un rival, y potencialmente peligrosa, debería hacernos evitar las ilusiones: en realidad, la economía china no se va a hundir sólo porque nosotros lo queramos.
Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, ha aterrizado este martes en Taiwán. Su llegada a Taipéi, la capital, se ha producido a las 22:45 horas en horario local (las 16:45 horas en Madrid), según FlightAware. Es la primera visita en 25 años de un representante estadounidense de su rango, lo que ha elevado la tensión en la región y (una vez más) entre EEUU y China, las dos mayores potencias del mundo. La política norteamericana demócrata ha hecho estos días una gira por distintos países asiáticos, tras lo cual, ha aterrizado en un aeropuerto cercano a la capital de Taiwán. Una situación que está teniendo su repercusión en los mercados.
El discurso inesperado del primer ministro de China, Li Keqiang, admitiendo los problemas económicos del país, ha dejado entrever tensiones políticas en la cúpula del Partido Comunista. Algunos analistas apuntan a detalles que revelan un enfrentamiento entre el presidente Xi Jinping y el número dos por la estrategia de covid cero, que está dañando la economía del país.
El temor a que un acercamiento de China a Rusia en plena guerra de Ucrania acabase en sanciones contra China, y la amenaza de expulsión de Wall Street de varias empresas chinas poco transparentes, hizo que las cotizadas del país asiático en la bolsa estadounidense se tambalearan en los últimos días. Más que un temblor fue un auténtico desplome seguido de un rebote espectacular. Pekín ha prometido tomar medidas para ofrecer estabilidad a los mercados, en medio de una discreta pero implacable disputa por el dominio tecnológico mundial.
Cerca de cumplir un mes desde que la guerra entre Rusia y Ucrania entrase en su etapa más cruda desde 2014, a raíz de la orden de invasión en territorio ucranio de Vladimir Putin, la contienda parece más que nunca que no dejará de ser un conflicto bélico fugaz y mantendrá tensiones durante años. Sin embargo, en los últimos días ha ido ganando terreno el papel de una China que hasta ahora se había mantenido a la espera de movimientos, pero que ya empieza a tejer sus hilos pudiendo acabar o declinar la batalla para uno u otro bando.
El Banco de Pekín sorprendió esta semana con una bajada de los tipos de interés de referencia de los créditos a un año, a contracorriente del resto de los bancos centrales del planeta, después de que hace unas semanas redujera en medio punto el coeficiente de reservas obligatorias a las entidades financieras para estimular su economía. El lunes, las bolsas de medio mundo se asustaron. Los parqués tanto de Shanghai como de Hong Kong cerraron con un desplome, que reverberó en el resto de las plazas asiáticas, con caídas próximas al dos por ciento. ¿Tan mal está la economía china?
La Administración de Joe Biden continúa ejerciendo presión sobre las empresas chinas que, según afirma, podrían socavar la seguridad nacional de Estados Unidos. El Departamento de Comercio de EEUU sumó la semana pasada una docena de empresas chinas a su lista negra de entidades, afirmando que algunas de estas compañías han apoyado la modernización del ejército del gigante asiático.
Los Verdes y el Partido Democrático Libre, claves en la formación del ya pactado Gobierno de coalición tripartito en Alemania, son partidarios de enfrentarse a China en relación con las violaciones a los derechos humanos en Xinjiang y la represión en Hong Kong. Pero no es probable que la asunción de Olaf Scholz, líder del Partido Socialdemócrata y futuro canciller, introduzca cambios en las políticas de Alemania favorables al régimen autoritario chino.
Hay un nuevo nombre en la historia de China. Xi Jinping (68) se sitúa al mismo nivel que los dos grandes líderes del pasado del país oriental, Mao Zedong y Deng Xiaoping, después de que este jueves se aprobara una resolución del Partido Comunista de China en el sexto pleno de su Comité Central.
Desde que el Partido Comunista Chino (PCH) anunció su plan de reformas y de apertura económica, su objetivo era diferenciar la situación de pobreza del socialismo. Para ello, primero rompió con el régimen centralizado y luego permitió el enriquecimiento paulatino de una parte de la sociedad y de algunas regiones mediante el fomento de la inversión productiva. Así se construyó una sociedad moderna e interconectada como la china, en la que se producen los grandes avances del mundo en materias tan diversificadas como la tecnología, la biomedicina o las energías renovables con la colaboración público-privada. El objetivo de su presidente, Xi Jinping, al igual que el de sus predecesores es convertir a este gigantesco país en una sociedad en la que el sentimiento de igualdad no esté reñido con la riqueza, lo que el Gobierno de Pekín denomina prosperidad común.
China lleva décadas creciendo muy por encima de la media global y, por supuesto, de los países avanzados. El modelo de este fuerte desarrollo estuvo basado primero en un sector exterior que llegó a generar superávits por cuenta corriente del 10% del PIB (el mayor superávit del mundo). Con la crisis financiera de 2008, este modelo se agotó. Pekín redirigió de forma brusca su política hacia la demanda interna (sobre todo la inversión), un modelo alimentado de un endeudamiento masivo del sector privado (empresas y familias), generando una burbuja de deuda que parece infinita, pero que como todas es insostenible en el largo plazo. El paradigma de este modelo 'agotado' es Evergrande. Ahora, las autoridades chinas quieren desinflar esa burbuja evitando una catástrofe (un juego de equilibrios muy complejo). Esta vez parece que Pekín va en serio.
El nunca desapercibido inversor y multimillonario filántropo George Soros está decidido a continuar su cruzada contra China. Si hace apenas una semana alertaba sobre el "duro despertar" que van a sufrir los inversores extranjeros en el gigante asiático dada la deriva totalitaria de Xi Jinping y su gobierno, ahora directamente da nombres y apellidos. El magnate ha señalado a BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo, advirtiendo de que sus crecientes inversiones en China son un "trágico error" que afectará a sus clientes y a la propia seguridad de EEUU.
Dentro de la inmensa riqueza que la sabiduría popular nos ofrece, al referimos a China como la nueva potencia emergente, se cumple a la perfección el dicho " no hay mayor ciego que el que no quiere ver".
En este mes de agosto se cumple el 50º aniversario del "fin de semana que cambió el mundo", cuando el presidente estadounidense Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar en oro a un precio fijo y bajó el telón del sistema monetario internacional de Bretton Woods. El medio siglo posterior trajo muchas sorpresas. Desde el punto de vista monetario, una de las más importantes fue el continuo dominio del dólar como vehículo para las transacciones transfronterizas.
En los últimos cien años, el Partido Comunista Chino ha unido y liderado al pueblo chino para escribir el capítulo más espléndido en la historia milenaria de la nación china", declaró el presidente Xi Jinping en la celebración del centenario del Partido Comunista Chino (PCC), en un discurso que hizo hincapié en el rol del Partido a la hora de impulsar el éxito de China, incluido su ascenso económico. Pero el historial económico del PCC, en realidad, es mixto y hasta quienes lo reconocen muchas veces pasan por alto que sus éxitos y fracasos surgen de los mismos fundamentos económicos.
El centenario del Partido Comunista de China (PCCh) brinda una ocasión extraordinaria para hacer una reflexión crítica del papel de China en el actual contexto geopolítico, y cuál será su posición futura. Si hay algo importante que destacar de estos 100 años de existencia es su capacidad de aprendizaje continua de los errores y aciertos cometidos por otros poderosos regímenes comunistas en el siglo XX. Si hay algo que China en ningún momento quiere repetir es, sin duda, el desmantelamiento del régimen soviético, el cual provocó la desintegración territorial, numerosos conflictos que aún hoy perduran y la conciencia de un Estado como Rusia cada vez más autocrático, pero con unas dinámicas que provocan desorden, desestabilización y mal comportamiento económico.
El líder chino Xi Jinping conmemoró el centenario del Partido Comunista (PCCh) exaltando el patriotismo y plantando cara a la coerción extranjera, en un velado mensaje a los esfuerzos liderados por Estados Unidos para presionar al gigante asiático.
La paralización de la ejecución del acuerdo de inversiones UE-China firmado en las últimas horas de 2020 por parte del Parlamento Europeo, coloca a la Unión en una posición internacional de mayor debilidad en la reconfiguración de la geopolítica global frente a los bloques americano y chino. Denota ante los socios internacionales falta de criterio a la hora de establecer una postura clara y contundente sobre cómo llegar a acuerdos con China, la cual saldrá de la crisis del coronavirus con un peso 1,5 puntos porcentuales mayor sobre el PIB mundial, llegando a alcanzar el 20% para 2026 según las últimas estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). En el tiempo de descuento para alcanzar un acuerdo para la nueva Agenda Estratégica, la Unión Europea y China alcanzaron un importante acuerdo de inversiones especialmente favorable para la UE, ya que se conseguían dos avances de enorme importancia: por un lado, más facilidades para localizar empresas europeas en China con más margen de maniobra en su gestión y operaciones en el territorio con otros socios locales o extranjeros y, por otro lado, una mayor reciprocidad y mejor juego (menor dopaje) por parte de las empresas estatales chinas a la hora de acometer operaciones corporativas o el acceso a contratos públicos en territorio europeo.
Al poco tiempo de que la pandemia comenzara a arrasar nuestro país un amigo médico me dijo que lo más probable era que el virus hubiera salido de una farmacéutica china de Wuhan, que tendría infectados a unos animales para su estudio y que alguno de ellos probablemente había sido robado por algún trabajador de la empresa para su venta en el gran mercado de la ciudad.
La economía estadounidense podría perder más de un billón de dólares de producción y competitividad mundial a largo plazo si la Casa Blanca se enzarzase en una separación tajante con China, según un informe publicado por la Cámara de Comercio de Estados Unidos y Rhodium Group.
La diferencia entre el tamaño económico de Estados Unidos y China se redujo en cerca de un billón de dólares en 2020, después de que el PIB americano registrara el año pasado su peor cifra de crecimiento desde finales de la II Guerra Mundial al contraerse un 3,5% hasta los 20,9 billones de dólares.
Mientras los españoles seguimos sumidos en una pandemia que no deja de hacer estragos ante la inacción del Gobierno, el mundo abre una nueva etapa llena de interrogantes. Por un lado, la elección de Joseph Biden como nuevo presidente de Estados Unidos. Por otro, la respuesta, siempre a su estilo, del presidente de China, Xi Jinping, en el encuentro de Davos esta la semana pasada. Dos sucesos que son la clave de lo que acaecerá en los próximos años y, por qué no decirlo, de lo que establecerá el devenir geopolítico y geoeconómico de este siglo. Europa, desgraciadamente, en su falta de unión política y sus internas disensiones también económicas, poco tiene que decir en ese contexto. Los europeos hace muchos años que dejamos de ser el centro del mundo. Hoy todo se juega en el Océano Pacífico, donde China y Estados Unidos se miran cara a cara. Y desde allí irradian sus influencias globales, que se expanden por el resto del globo, en un juego de alianzas donde China, de la mano de Xi Jinping hoy, va tejiendo una red, en la que Rusia no es, desde luego, un jugador menor.
En poco más de una semana como el inquilino oficial de la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, rubricaba una hornada de decretos y directivas (47 al cierre de esta edición) destinadas a atajar el impacto de la pandemia así como cimentar su agenda, que incluye cuestiones prioritarias como el medioambiente, la política migratoria y la justicia racial. Al mismo tiempo, desde el pasado 20 de enero, el S&P 500 ha borrado más de un 3,5% de su valor y cerraba el primer mes del año con caídas del 1,1%.
25/01 | El Economista
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(EFE).- El presidente chino, Xi Jinping, inauguró hoy una versión virtual del Foro de Davos con un discurso en el que vaticinó un mundo diferente tras la pandemia de COVID-19 y aconsejó ir más allá de las diferencias ideológicas para superar esta crisis y afrontar mejor los futuros desafíos del siglo XXI.
El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, tomará hoy posesión de su cargo con una economía que se contrajo el año pasado al menos un 2,4% según las proyecciones que calcula la Reserva Federal. Un revés que contrasta con el crecimiento del 2,3% registrado por China, la única gran potencia que despidió 2020 en positivo.
Brett Bruen, con amplia experiencia como diplomático estadounidense, militó la Administración del demócrata Barack Obama, como director de Gestión Global de la Casa Blanca. Ahora, como presidente de la consultora Global Situation Room, conversa con este periódico sobre los retos de política exterior que enfrenta el nuevo gobierno de Joe Biden. Bruen reconoce que este año "será peligroso y difícil para la diplomacia americana" especialmente en lo que a China se refiere.
Como es bien sabido, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, publicó un tuit en 2018 cuando comenzó a imponer aranceles de 360,000 millones de dólares a las importaciones de China donde decía que las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar. Resulta que estaba equivocado en ambos aspectos.