Tras cumplirse un año del inicio de la guerra entre Ucrania y Rusia, sigue sin existir tregua. En medio de la misma, y con la desaprobación de Putin, por la ayuda armamentista que recibe el país gobernado por Volodímir Zelenski, por parte de la Unión Europea y de Estados Unidos, algunas empresas rusas han decidido pagar una gran recompensa a los soldados por la eliminación o destrucción de tanques occidentales.
Como en todo, la guerra también se ha adaptado a los cambios tecnológicos, esto quiere decir que tanto el equipamiento, la estrategia o el propio combate en sí ha cambiado, uno de los ejemplos que demuestran esto son las nuevas gafas con visión nocturna y cámaras que van a comenzar a usar los soldados del Ejército de Tierra español.
Son los llamados NLAW, Javelin o Stinger, misiles que se han convertido en la principal arma de los ucranianos para detener el avance de los carros de combate que ha enviado Vladímir Putin. La industria militar trabaja a pleno rendimiento y la cotización en bolsa de los mayores fabricantes de armas sube con fuerza en las últimas dos semanas.
Con independencia del mercado en el que se fije uno, la tensión geopolítica en Ucrania ha dejado su huella sin necesidad de que el conflicto haya escalado a un intercambio de disparos entre los aliados de la OTAN (del lado de Ucrania) y Rusia. No hay guerra, por el momento, aunque sí que prevalece la misma sensación que existió en los tiempos de la Guerra Fría.
Mientras los militares disparaban gases lacrimógenos para controlar la multitud de afganos que intentaban acceder al aeropuerto de Kabul y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, actualizó a la nación sobre los esfuerzos de evacuación, los talibán respondían a las protestas en varias ciudades con disparos y palizas.