El panorama de ver a la economía del euro enterrada en la nieve por la falta de energía es un capítulo que ha terminado en la papelera. La eurozona ha aguantado de manera sorprendente el invierno y los cortes de suministro de gas ruso. La recesión se desvanece en el horizonte, con un buen comienzo de año, pero aparece un nuevo problema: la trampa del crédito. La teoría de política monetaria dice que los efectos de subir los tipos de interés comienzan a notarse en la economía después de seis o 12 meses. El Banco Central Europeo (BCE), junto a otras entidades centrales, está inmerso en el mayor ajuste monetario en más de 40 años. Y la actual situación trae fantasmas de un pasado no tan lejano: los problemas del flujo de crédito y el fallo histórico de subir a destiempo los tipos de interés ya truncaron la recuperación económica hace 11 años.
El año 2022 fue el ejercicio en el que todo falló para los mercados y, con ese precedente, es inevitable cobijar la esperanza de que 2023 irá a mejor. Hay razones para pensar así en renta variable, una vez que se descarta una recesión global. En renta fija también hay visos de optimismo considerando que las alzas de tipos de interés continuarán, pero el BCE y la Reserva Federal las acometerán a un ritmo más moderado. Además, lo previsible es que la inflación retroceda a niveles más normalizados. Los últimos años, no obstante, enseñan que es imposible contar con certezas y es aún posible que 2023 cuente con sus propios cisnes negros, con acontecimientos aún difíciles de controlar con el desarrollo de la guerra en Ucrania o el repunte de Covid en China.
Castilla y León ha sufrido un "deterioro" en su ritmo de crecimiento económico al alcanzar en el primer trimestre de 2022 un incremento del 3,2 por ciento, cinco décimas por debajo del trimestre anterior, algo que, según el consejero de Economía y Hacienda, Carlos Fernández Carriedo, se debe fundamentalmente al decrecimiento registrado en industria y agricultura.
El negocio turístico en España alcanzó un 84,2% del nivel prepandemia en el primer trimestre de este año. Este dato deja patente que el sector se está recuperando del duro revés del Covid. Además, demuestra que el impacto de la guerra en Ucrania en las reservas es limitado.
La economía de Castilla y León ha recuperado un 64 por ciento de lo perdido en 2020, en el año de la pandemia del coronavirus, tras crecer un 5,5 por ciento a lo largo de 2021, un repunte "relevante" e "importante" aunque una décima inferior a lo previsto por la Junta, que calculó un 5,6 por ciento.
A pesar de la intensa recuperación de la economía española en la segunda mitad de 2021, el PIB por persona en edad de trabajar (PIB por PET) se sitúan en el cuarto trimestre de 2021 todavía un 4,6% por debajo de su nivel en el cuarto trimestre de 2019, según señalan el BBVA Research, FEDEA y la Fundación Rafael del Pino en la octava edición del Observatorio sobre el Ciclo Económico en España, con el titulo "Crisis y recuperación de la economía española tras dos años de COVID-19".
El peor de los escenarios se confirmó en la crisis geopolítica entre Rusia y Ucrania (y Occidente), tras ordenar el presidente ruso, Vladimir Putin, una operación militar en el Donbás que ya se ha extendido a gran parte del territorio ucraniano, alcanzando incluso a la capital Kiev. A pesar de cruzar el punto de no retorno al invadir Ucrania, Putin es consciente de que el coste de ocupar y mantener bajo su control un país tan extenso y con más de 40 millones de habitantes es inasumible para la economía rusa. Por dicho motivo, expertos en geopolítica adelantan que las tropas rusas se acabarán replegando y Moscú se conformará con anexionarse las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, para completar un corredor con Crimea, región que también conquistó en 2014. Pero eso no quiere decir que los intereses geopolíticos de Putin en Ucrania se vayan a reducir a una operación militar quirúrgica para controlar el Donbás. De hecho, las palabras del propio presidente ruso en las que puso en duda la soberanía del país vecino adelantan que tras lograr sus objetivos actuales proseguirá con una estrategia constante de desestabilización hasta conseguir un Gobierno títere en Kiev, que siga los dictados de Moscú.
Hoy resulta imposible entender la economía española sin contextualizarla en la Unión Europea (UE) y, más concretamente, en la Unión Económica y Monetaria (UEM). España siempre ha tenido un papel proactivo en la construcción de la unión monetaria, siendo uno de sus miembros fundadores. Mantener este papel depende de que sea percibido como un socio creíble y sostenible que persigue el bien común por encima de intereses particulares.
La fuerte erosión sufrida por el tejido productivo en España en los dos años ya casi cumplidos desde el estallido de la pandemia deja un horizonte, en plena recuperación, en el que la creación de empleo se podría ver limitada en el medio plazo. Concretamente, a finales del pasado 2021 -últimas cifras oficiales disponibles-, nuestro país registraba 77.831 empresas menos de alta en la Seguridad Social. Pero es más, si observamos la sangría de cierres que se experimentó en los peores meses de la pandemia, los del confinamiento en los meses de marzo y abril de 2020, solo se han podido recuperar el 40% de todas esas empresas que cesaron su actividad.
Demasiado rápida o demasiado lenta. El equilibrio en la retirada de estímulos por parte de la Fed y del BCE es cada vez más frágil, con la inflación disparada, el adelanto de expectativas de subida de tipos y el riesgo creciente de que un fallo monetario por exceso o por defecto frene la recuperación.
El fuerte incremento del coste de la energía, principalmente por la escalada del gas, borró un 0,5% del crecimiento del PIB de la eurozona en 2021 solo desde junio, según asegura Rubén Segura-Cayuela, economista jefe para Europa de Bank of America (BofA), quien calcula que los gobiernos deberían inyectar 60.000 millones para contrarrestar este impacto.
Acabamos de despedir un 2021 que no será recordado como un gran año. La difícil situación sanitaria, ocasionada por una pandemia que no acabamos de dejar atrás, ha tenido un efecto contractivo intenso y más prolongado de lo inicialmente esperado en la actividad económica a nivel global. Por si ello fuera insuficiente, en los compases finales del ejercicio se han unido un incremento, que hasta hace poco habríamos considerado inimaginable, de los precios de la energía y un afloramiento de la inflación, que se pensaba puntual y transitorio, pero que, como si quisiera imitar al virus, está mostrando una resistencia inesperada.
Los ingresos de Hacienda aumentan un 14,9%, lo que supone duplicar el crecimiento del PIB. La alta inflación explica la divergencia y también que la recaudación ya supere en un 4,6% el nivel anterior al Covid.
El histórico despliegue de financiación europea para afianzar la salida de la crisis socioeconómica provocada por la pandemia es crucial. El impacto de los fondos europeos sobre el crecimiento del PIB se redujo de en torno a un 1% hasta rondar el 0,3%. Además, la economía española se juega un crecimiento esperado cercano al 2%, tanto en 2022 como en 2023. Es una de las claves que aporta el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos en la Conferencia Económica Anual de Alto Nivel Accelerating Transformation, organizada por del Banco Europeo de Inversiones (BEI), The European Money and Finance Forum (SUERF), la Universidad de Columbia y la OCDE.
La economía española comienza un trimestre que ya se da por perdido en términos de crecimiento. Las razones son claras: la combinación del impacto de la variante ómicron del coronavirus y de una inflación que, frente a lo pronosticado hace meses, ni es coyuntural ni se limita a los precios de la energía.
La bolsa española (al igual que la alemana y la europea) se despide este jueves del 2021. El Ibex 35 ha cerrado el año en los 8.713,8 puntos, una subida del 0,46% en el día y un 4,92% en el mes, pero la superación de este nivel psicológico realmente no implica cambios relevantes en su aspecto técnico (para ello tendría que remontar más, según los expertos de Ecotrader). Tampoco haría que su balance anual mejorara en demasía, siendo de un solo dígito: el avance se queda en el 7,93%. El mercado patrio termina así rezagado frente al resto de plazas europeas (el EuroStoxx ha ganado más del 20% este año), precisamente después de haber sido el peor parado en 2020.
El consumo privado será crucial para la recuperación de las economías desarrolladas tras la pandemia. El CEO de BNP Paribas Personal Finance España, Franck Vignard, desgrana los retos de cara a 2022 en un contexto de clara recuperación pero con la inflación y los cuellos de botella como principales obstáculos.
Suecia, Estados Unidos, Suiza, India y Canadá son las economías en las que más se ha incrementado el peso de la bolsa respecto al PIB desde que el 29 de octubre de 2020 los mercados comenzaran una racha alcista generalizada, que se confirmó con el anuncio de Pfizer sobre el desarrollo de su vacuna contra el coronavirus y que se ha mantenido, con inevitables pero pasajeros episodios de volatilidad, hasta la actualidad.
Las últimas estimaciones de crecimiento de los organismos internacionales para 2022 ya incluyen el impacto de ómicron. Estiman que la cepa recorta un punto a las previsiones, lo que sitúa a España con un crecimiento del 4,5% para el próximo año.
La inflación "no ha desaparecido" y "no es algo que vaya a dejarnos el año que viene". Así de tajante se mostró Alessandro Tentori, director de inversiones (o CIO) de la gestora AXA IM en Italia, en su entrevista telemática del pasado viernes con elEconomista.es. Esto es, solo un día después de que tuviera lugar la última reunión del Banco Central Europeo (BCE) del año, así como de otras grandes entidades monetarias.
Unos años inéditos en evolución macroeconómica. Es la herencia que ha dejado una crisis tan atípica como la del coronavirus Covid-19. En España, ha sido especialmente dura. El país firmó el año pasado la mayor caída de las economías desarrolladas -un 10,8%- y se encamina ahora a una recuperación menos vigorosa de lo esperado en un primer momento. Tanto es así, que la vuelta a los niveles de PIB previos a la crisis se ha retrasado ya al año 2023, siendo la española la última economía en recuperarse del shock pandémico.
Mucho ha cambiado en lo que llevamos de año. En enero la economía seguía lastrada por restricciones en aforos y horarios. Las vacunaciones no habían empezado y la pandemia era casi la única preocupación de los inversores. Hoy, la economía crece con fuerza. Con el 80% de españoles vacunados quedan pocas restricciones en pie yla inflación se ha convertido en el centro de atención.
La agencia de calificación de riesgo Fitch mantiene la nota de España en notable bajo (A-) con perspectiva estable, dadas las buenas perspectivas de recuperación y la continuidad de unas condiciones de financiación favorables que facilitarán la corrección gradual de la elevada deuda pública.
Las economías desarrolladas han llegado ya al pico de la recuperación económica tras el Covid. Los indicadores adelantados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) muestran que la desaceleración ha alcanzado ya los países de la Eurozona y alertan de la pérdida de tracción del crecimiento durante los próximos meses.
El presidente de ATA, Lorenzo Amor, ha avisado de que siete de cada diez autónomos no llegarán a recuperarse hasta "bien entrado" el año 2023 y ha pedido que no se pongan "zancadillas" a empresas y autónomos porque las "heridas" volverán a abrirse, dejarán de cicatrizar y se van a "desangrar".
Este año 2021 nos está dando, también, algunas sorpresas agradables en el terreno económico: aunque el PIB de 2019 no se ha recuperado, la recaudación en los diez primeros meses de este año ha superado a la del mismo periodo de ese año. Efectivamente, hasta el tercer trimestre la demanda interna estaba creciendo un 6,1%, mientras que los ingresos tributarios homogéneos se incrementaban un 13,8% con respecto a 2020.
Es condición humana y factor de sostenibilidad sociológica que, en cualquier actividad, busquemos certezas. Más si cabe en la actividad económica, donde cualquier iniciativa ha de ponderar adecuadamente las posibilidades que se ofrecen y determinar la intensidad de las eventuales amenazas. Si la incertidumbre es mundial, producto de una crisis bélica o de una crisis sanitaria como es el caso, el horror vacui es más profundo. Ante una situación perdurable como la que vivimos, la primera pretensión es partir de un diagnóstico cierto de la realidad. La descripción veraz de la realidad no es alarmismo, porque lo que más alarma puede causar es la negación o la simplificación de la realidad misma.